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por ANDRÉS DELGADO // Hace décadas, la abuela Guillermina pedía al abuelo que llevara bagre en el mercado y una tracamanada de tíos y sobrinos comíamos suculentos platos de sancocho. Hoy por hoy, nadie te invita a bagre en casa propia. Para comerlo hay que salir a restaurantes.
por ANDRÉS DELGADO // En la Cevichería Ostras Miramar se venden jugos afrodisiacos. Si fueran más exagerados en su publicidad, dibujarían un cañón de la artillería napoleónica y su eslogan diría: “para la guerra”. Pero no. En la esquina del edificio Portacomidas, en la Plazoleta Nutibara, donde está ubicado el negocio, hay un eslogan mucho más discreto: “Porque es hora de invertir en su salud”.
por ANDRÉS DELGADO // Desde el fondo oscuro me mira un cúmulo de ojos intimidantes, así que no hay de otra que gastarse una cerveza. Avanzo muy despacio por el pasillo. Así debe ser el infierno: largo, estruendoso y rojizo. No sé dónde sentarme. Este infierno tiene ventiladores y mujeres que cuchichean en las mesas y me miran como colegialas, las coperas.
por ANDRÉS DELGADO // Las casas de masajes provocan curiosidad. Bien sea por la atracción que ejercen las mujeres fáciles y desconocidas o simplemente por calmar el deseo de saber cómo son estos lugares. La curiosidad comienza a picar al recibir, en el centro de la ciudad, un papelito de publicidad.







