por PASCUAL GAVIRIA //
El olfato me lleva hasta la tractomula cargada de cebolla roja. Dos coteros pasan parte de la carga a un camión pequeño que llevará un viaje a Tierralta. Desde las tres y media de la mañana le están poniendo el hombro a la cebolla que llegó desde Ipiales luego de treinta horas de viaje. Una Coca Cola litro y dos vasos en la mitad del remolque son el pequeño cebadero de los dos hombres que están cerca de acabar su trabajo con los 740 bultos de ese bulbo oloroso.

por GUILLERMO CARDONA // En cualquier caso, abra el ojo, porque en la gramática de las flores la amapola representa el sueño; la valeriana, la capacidad de adaptación; la violeta, el pudor; el cartucho, el amor carnal; la belladona, la franqueza; el clavel rojo, el corazón que suspira; el capullo de rosa roja, la inocencia; el girasol, la adoración (eres mi sol); y el narciso, por supuesto, el egoísmo.

por MAURICIO LÓPEZ RUEDA // Don Eladio Durango produce fique desde hace más de 35 años. Es un hombre añejo acostumbrado a trabajar la tierra. Tiene una pequeña finca en la vereda La Cano, en Girardota, cuyo paisaje está adornado por hermosas cascadas como collares de diamantes saliendo de ese bosque agreste que se aferra a la cordillera oriental, a fuerza de peñas y árboles ancestrales.

por ANDRÉS DELGADO // Hace décadas, la abuela Guillermina pedía al abuelo que llevara bagre en el mercado y una tracamanada de tíos y sobrinos comíamos suculentos platos de sancocho. Hoy por hoy, nadie te invita a bagre en casa propia. Para comerlo hay que salir a restaurantes.

por ANDRÉS DELGADO // En la Cevichería Ostras Miramar se venden jugos afrodisiacos. Si fueran más exagerados en su publicidad, dibujarían un cañón de la artillería napoleónica y su eslogan diría: “para la guerra”. Pero no. En la esquina del edificio Portacomidas, en la Plazoleta Nutibara, donde está ubicado el negocio, hay un eslogan mucho más discreto: “Porque es hora de invertir en su salud”.

por JULIÁN ESTRADA OCHOA // Hice lo que hago siempre cuando tomo por primera vez un diccionario, pensé una palabra y procedí: árbol, arce, ardilla, areca, arenque, arilo… ¡Imposible! Se pifió el licenciado Gómez de Silva, se le embolató en su mesa de trabajo ni más ni menos que la palabra “Arepa”. Tranquilo Guido, de esto en Antioquia, tierra de areperos, nadie se entera.