La lista de mercado de Universo Centro incluye cabuya, yacón, bagre, cebolla y flores. La compra se hizo en la Minorista, La América, la placita de Flórez y la Mayorista. Cuatro historias con paisaje de campo para la nariz, el bolsillo, el oído y la panza.

por ALEXANDER OSPINA // Era un cerdo rosado de 120 kilos que refunfuñaba detrás de las estacas de un carro, olfateaba con fuerza la compuerta y cuando se le acercaban retrocedía asustado. Los niños le gritaban: “¡cerdo, marrano!”; mientras jóvenes y adultos se reían y miraban atentos el espectáculo.

por ANDRÉS DELGADO // En la Cevichería Ostras Miramar se venden jugos afrodisiacos. Si fueran más exagerados en su publicidad, dibujarían un cañón de la artillería napoleónica y su eslogan diría: “para la guerra”. Pero no. En la esquina del edificio Portacomidas, en la Plazoleta Nutibara, donde está ubicado el negocio, hay un eslogan mucho más discreto: “Porque es hora de invertir en su salud”.

por JULIÁN ESTRADA OCHOA // Hice lo que hago siempre cuando tomo por primera vez un diccionario, pensé una palabra y procedí: árbol, arce, ardilla, areca, arenque, arilo… ¡Imposible! Se pifió el licenciado Gómez de Silva, se le embolató en su mesa de trabajo ni más ni menos que la palabra “Arepa”. Tranquilo Guido, de esto en Antioquia, tierra de areperos, nadie se entera.

por PASCUAL GAVIRIA // Los siete días a la semana, las 24 horas del día dos despachadores se encargan de llenar los termos de 300 tinteras —el 90% son mujeres— que inician sus recorridos con la esperanza de cambiar los brebajes por monedas de 200 contantes y sonantes.

por LUIS MIGUEL RIVAS // No señores: la natilla y el buñuelo no están en el mismo nivel. La primera es un adminículo, una rémora, un complemento. Pero el buñuelo es autosuficiente, autónomo. Creo que la natilla solo existe en función del buñuelo, y prueba de ello es que su preeminencia en la vida cotidiana se circunscribe a un mes en el año.

por FERNANDO MORA MELÉNDEZ // A este noble tubérculo de color amarillo se debe que los índices de hambrientos no perezcan en el intento de coger un colectivo. Y más allá de esto, se trata de una de las golosinas de sal más apetecidas por los mecateros de la urbe.