Número 129 // Junio 2022
Memorias de lo que pudo ser y no fue. Los primeros cien días de los gobiernos en otras líneas temporales e imposibles, claro está, sin proselitismo alguno para esta dimensión y las otras.


Cien días

Ilustraciones de Mónica Betancourt

Salve Regina

por SERGIO VALENCIA

A los cien días de que por primera vez en la esquelética historia de nuestra república muscule al mando una mujer, a la recién elegida presidenta Regina Betancourt de Liska se le ve relajada debajo de la tricolor pirámide de cuarzo desde la que despacha, con su hechicera escoba como cetro y luciendo en lo alto de su diadema el pétreo tercer ojo con el que, según los más expertos analistas derrotados, hipnotizó a los millones de ciudadanos que la coronaron.

“Mamá Regina está tranquila porque a ella la protegen las fuerzas del más allá y las del más acá, nosotras las brujas menores”, explica Aurora 22, cabeza del nuevo Ministerio de la Metapolítica, reconocida tarotista de Ambalema y cerebro de la innovadora red social que mediante la telepatía multiplicó los mensajes de campaña, la misma que a diario conecta a la presidenta con sus seguidores en el programa Adivinen qué.

Pero no todos en Colombia están tranquilos. A muchas personas les preocupa que La Bruja Mayor logre “hipnotizar” también a los congresistas para que le aprueben la construcción del tren levitador que uniría a La Guajira con Tumaco por los aires, la amnistía a los parasicólogos y el reconocimiento de los espíritus como seres sintientes. Así como ha puesto con los pelos de punta al mundo entero al declarar que no perseguirá más al narcotraficante Pablo Escobar: “Él va a caer solito, en una visión que tuve un ángel me reveló que su popularidad ya casi toca techo”.

Ya veremos si Regina 11 cumple el mandato de convocar para 1991 la Asamblea Constituyente, o si preferirá aguantarse el sermón de una de sus más enconadas promotoras, la joven Claudia López. Por lo pronto ya ha sido señalada por quien se creía heredero del poder, el candidato perdedor César Gaviria: “Vea, no ha hecho nada. Cometieron el error de elegirla porque dizque adivina el porvenir… Pues ¡bienvenidos al futuro!”.

Premier Ministre

por PASCUAL GAVIRIA

Íngrid Betancourt comenzó su campaña a la presidencia del 2002 con un beso apasionado al libertador de la nación, a su estatua más distinguida en la Plaza de Bolívar en Bogotá. De algún modo es la primera presidente bolivariana de la nación, por lo que ha sido señalada y criticada por una supuesta cercanía con Hugo Chávez. Álvaro Uribe, a quien venció en una reñida segunda vuelta, señaló su cercanía con exmiembros del M-19 y sus visitas famosas a los Rodríguez Orejuela a mediados de los noventa. La presidente respondió con una primera visita de Estado al presidente venezolano Hugo Chávez.

Ahora ha cumplido cien días en el Palacio de Nariño y su lema ha quedado claro: disocia y reinarás. Han comenzado las rencillas entre la guardia presidencial y los escoltas de Presidencia, los dos congresistas de su bancada no se hablan, sus enemigos liberales ahora la apoyan y los conservadores no se han atrevido a acercarse. El gobierno francés por su parte se ha declarado neutral. Hasta las Farc han dejado ver algunas grietas en su estructura en el sur del país luego de las dos semanas que estuvo Íngrid secuestrada tras su viaje al Caguán. La presidenta ha dicho que le dará un poco más de Oxígeno a la negociación con la guerrilla de las Farc y ha ofrecido un nuevo despeje con la condición de que Marulanda y Carlos Alonso Lucio se reúnan en el Parque de la 93.

En un hecho sin precedentes entregó la doble nacionalidad al embajador de Francia y le ofreció la cancillería colombiana. Una tutela impidió la posesión del diplomático. Analistas ven con buenos ojos el nombramiento del empresario bumangués Rodolfo Hernández como ministro de Gobierno, así se puede equilibrar un poco el temperamento pendenciero de la presidenta, sobre todo luego de que una cámara la oyera decir, “le doy en la cara marica” a un congresista que se oponía a su referendo anticorrupción.

Tranquilombia

por JAVIER MEJÍA

El exrepresentante a la Cámara Pablo Escobar Gaviria cumple cien días como presidente de Colombia. Con un programa de gobierno de corte popular, Escobar logró la simpatía necesaria para ganarse el corazón de los colombianos con frases pegajosas y contundentes, como “Vote por Pablo o negociamos con la viuda” o “Preferimos una tumba en Colombia que una presidencia de Barco”.

Pablo Escobar asumió el cargo el pasado 7 de agosto desde la Hacienda Nápoles, nueva residencia oficial y principal sede de trabajo del gobierno. El primer consejo de ministros se realizó allí y se destacó por su duración, tres días con sus noches, y  la presencia del cantante vallenato Diomedes Díaz, varios grupos de mariachis y la gran Claudia de Colombia. Algunos vecinos aseguran que se oyeron disparos, pero es difícil confirmarlo por la cantidad de pólvora y el volumen de la música.

Este comportamiento generó incertidumbre en algunos sectores, pero el joven senador Álvaro Uribe ha hecho un llamado a la calma y ha asegurado que: “Pablo representa el cambio: su gobierno tendrá mano firme y corazón grande”.

De otro lado, las voces de la oposición, desde el exilio, han redactado una carta en la que han denunciado la organización criminal que estaría tras Escobar, pero las autoridades han desestimado el tema; el ministro de Gobierno, Alberto Santofimio, aseguró vehemente: “La verdad triunfa sobre sí misma, la mentira necesita siempre la complicidad”. Asimismo, el consigliere de la hacienda, José Obdulio Gaviria, aseguró de manera sibilina: “Colombianos, si se portan bien, Pablo me dijo que los va a llevar a todos a conocer el mar”.

El presidente Escobar no ha querido manifestarse sobre su gestión en estos cien días y se le vio melancólico entregando a la comunidad varias escuelas e inaugurando el Monumento al Parrillero, exquisita escultura que reposa hoy en el Parque de Berrío de Medellín.

Sin embargo, en la Hacienda Nápoles comienzan a circular rumores de que “Pablo está muy arrepentido” y que a menudo se le oye decir: “¡Estos hijueputas políticos me van a dañar, son más bandidos que yo!”.

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