por JORGE IVÁN AGUDELO // Avanzando en su diario, Piglia sentencia: para leer hay que aprender a estar quieto. Y los protagonistas de la foto, que a su manera también leen, detenidos en 1962, en su infancia, se mueven, o, para ser más precisos, parecen moverse, expresar bellos desacomodos, gestos sin cálculo, contrarios a lo uniforme o a las poses.

por MARIA ALEJANDRA BUILES // El Cementerio Universal empezó a conocerse como el de los N. N., en latín nomen nescio, es decir, “sin nombre”. Los anónimos del Universal configuraron un universo de signos y símbolos que develan la tragedia de una ciudad en guerra, cuerpos jóvenes, huesos trajinados entre el ir y venir de una fosa a otra, para terminar calcinados, desaparecidos, lejos de sus seres, ausentes. Cadáveres de nadie.

En 1900 la vida era frágil y las condiciones eran incluso precarias para muchos, así que morir siendo bebé, pequeño, adolescente o mayor era un asunto altamente probable que se aceptaba como voluntad de Dios y se recibía con ceremonias y ritos que variaban según la edad y las posibilidades económicas del fallecido.

Claro que sí. Hasta 1950 Colombia era un país rural, donde era común que los hombres anduvieran sin zapatos o que los usaran solo para ir a misa. Las mujeres, flexibles para adoptar nuevas ideas, decidieron ponerse botas y botines mucho antes… ¿Cómo lo sabemos?

Es 1946 y están a punto de graduarse en Medicina. Todos importan, pero ella mucho más. En una época de dogmas según los cuales las mujeres tenían el destino marcado (el hogar, el esposo, los hijos), Klara Glottman eligió las ciencias. ¿Quién fue?

No vamos a minimizar la crueldad de la conquista ni a ignorar el abandono que históricamente han vivido las comunidades originarias. Es una disputa cultural en días de posturas para algunos irreconciliables y en medio de ellas, las estatuas, su significado, su cuidado, su derribamiento…

El hombre que vemos aquí bien podría ser un militar. O un actor, un cargamaletas o un borracho. O todas las anteriores: al fin y al cabo un poco de todo eso había que tener para echarle el cuerpo a la guerra en la Colombia del siglo antepasado. O en la de cualquier otro siglo.

En medio del océano de imágenes que conserva el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto hay un mar de parejas posando juntas frente a la cámara. Y entre todas ellas, hay solo una que incluye —además de un hombre y una mujer— una lora. Pero, ¿cómo pasó esto que vemos?