Del patíbulo a la gloria
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Por ALEX JIMÉNEZ
Ilustración de Laura Ospina
El lunes 16 de noviembre de 1724, un muchacho que había burlado el patíbulo cuatro veces falló en su último plan de escape. Su contextura menuda, útil para escabullirse, resultó un suplicio para la muerte: su peso obró con ardua lentitud durante el ahorcamiento. La soga acarició su cuello con tanta intensidad que le provocó una erección post mortem. Tenía veintidós años y era famoso en Londres. Su autobiografía, escrita quizás por Daniel Defoe, se vendía tan bien como la Biblia. Un tercio de la población londinense asistió a su ejecución, en una especie de carnaval que celebraba y despedía una vida. Casi de inmediato, la imaginación popular empezó a tejer la leyenda: historias y panfletos circularon antes de que el cuerpo terminara de fundirse con la tierra. Las autoridades, ofuscadas por el criminal que después de muerto se escurría de sus manos, prohibieron durante cuarenta años la mención del nombre de Jack Sheppard en cualquier tipo de ficción. Desde el más allá, “el honesto Sheppard” se las arregló para salirse con la suya. En 1728, John Gay escribió The Beggar’s Opera, y calcó del famoso ladrón a su personaje Macheath. Con la fecha de estreno en sus narices, el productor le encargó una obertura francesa a Johann Christoph Pepusch, un músico alemán que hizo su carrera en Inglaterra. Fue una ópera tan exitosa que se presentó 62 veces seguidas y pagó la construcción de un teatro nuevo. Dos siglos después, otro alemán, Bertolt Brecht, la adaptó y la tituló Die Dreigroschenoper, La Ópera de los tres Centavos. Kurt Weill se encargó de la música. Entonces Sheppard, que en el mundo de John Gay se llamaba Macheath, ahora se llamó Mackie Messer. Con la fecha de estreno en sus narices, el productor les pidió a Brecht y a Weill escribir una canción para presentar al personaje. Weill juntó cuatro acordes y Brecht garabateó algunas líneas. En quince minutos, inadvertidamente como conviene a este tipo de milagros, hicieron una canción que ha pasado por las voces de cantantes de diferentes épocas y países. Los acordes que usó Weill fueron: do mayor, re menor, sol con séptima y la menor. Quien sienta curiosidad puede escuchar en internet una versión con la voz nasal y sin encanto de Bertolt Brecht.
La canción tuvo versiones en inglés y en francés. En cada una, la letra y la música ganaron matices, como una piedra pulida por la paciencia de algunas almas y de muchos años. La versión en inglés que sirvió como modelo a las demás fue escrita por Marc Blitzstein en 1954, y conserva algunos elementos de la original. Mackie Messer pasó a ser Mack the Knife, Mack Navaja en español. No sé a quién se le ocurrió que el ciclo armónico de cuatro acordes debía variar, para no perder el interés de la audiencia. La versión de Louis Armstrong de 1955 no registra esa variación. La de Bobby Darin, de 1959, ya la tiene: cada cierto número de versos, el ciclo armónico sube medio tono. La de Ella Fitzgerald es quizá la más juguetona vocalmente. Mi versión predilecta es la de Robbie Williams, en el Royal Albert Hall, 2001. Quiero pensar que Armstrong, Darin y Fitzgerald no se molestarían por eso.
El cambio armónico que comenzó con Darin en 1959 y siguió en las demás versiones era un accesorio para conservar el interés del público. La persona que había de aprovecharlo mejor tenía once años en ese momento. Su papá era colombiano y su mamá cubana. El niño cantaba esta canción delante de su familia, sin saber que en unos años iba a transformarla para unirse a una tradición ya bicentenaria. Su nombre era Rubén Blades. No deja de llamar la atención el hecho de que su apellido traduzca “navajas”. Mack the Knife se convirtió entonces en Pedro Navaja. Los acordes de la canción original, do mayor, re menor, sol con séptima y la menor, se conservaron casi intactos en su versión. Solo cambió el orden y el modo de uno de ellos: la menor pasó a la mayor con séptima. Eso le dio un aire ligeramente más adusto a la armonía. También se conservó la variación que comenzó con Bobby Darin: escalar medio tono cada cierto número de estrofas. El mérito de la versión de Blades, creo, consiste en darle una dirección a la letra y un propósito narrativo a la variación armónica. En inglés, la letra tiene la delicadeza de nunca mostrar al personaje durante sus asesinatos. La canción siempre llega tarde: vemos a la víctima en el suelo y una sombra que se pierde en la esquina. Sin embargo, no ocurre nada más allá de una errática acumulación de crímenes. En español, en cambio, hay una historia: una serie de hechos que desembocan en un final ineludible. En inglés, el aumento gradual de tono es casi ornamental. En español, ocurre cada vez que la historia llega a un punto de quiebre importante: cuando Pedro Navaja aprieta un puño dentro del gabán, cuando la mujer guarda el revólver que la libra de todo mal, cuando suena un disparo como un cañón. La tensión narrativa va en la misma dirección de la tensión musical.
Pese a la tradición que sustenta a Pedro Navaja, creo que el personaje verdaderamente interesante de la canción de Blades es la mujer. Cuando los personajes se forman al margen de la voluntad de quien los crea, como una consecuencia del proceso, lo hacen de manera orgánica y adquieren mayor veracidad. El asesino de la canción tiene un solo lado, tan llanamente miserable que lo lleva robar los pesos de una prostituta. Es un matón bien trajeado y punto. Pero la mujer tiene una historia con la que es posible la empatía: la sentimos rumiar una pena, conocemos sus necesidades, entendemos su drama. Cuando la matan, no siente odio: reacciona con una ironía casi divertida. Es la única en la canción que podría decirnos un par de cosas sobre la realidad, sea lo que sea que eso signifique.
Gabriel García Márquez le preguntó a alguien en una fiesta si conocía a Rubén Blades. Como la respuesta fue no, le preguntó si conocía a Pedro Navaja. Su interlocutor dijo que “a ese sí lo conocía”. Es justo: Rubén Blades nació en 1948 y ha sido Rubén Blades; Pedro Navaja comenzó a nacer en 1702, y fue Mack the Knife, Mackie Messer, Macheath y Jack Sheppard.
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