por MARIA ALEJANDRA BUILES // El Cementerio Universal empezó a conocerse como el de los N. N., en latín nomen nescio, es decir, “sin nombre”. Los anónimos del Universal configuraron un universo de signos y símbolos que develan la tragedia de una ciudad en guerra, cuerpos jóvenes, huesos trajinados entre el ir y venir de una fosa a otra, para terminar calcinados, desaparecidos, lejos de sus seres, ausentes. Cadáveres de nadie.
por RICARDO ARICAPA // Entonces a su itinerario le agregó recorridos por los bares de Guayaquil y La Bayadera, y los burdeles que quedaban al norte de la ciudad, a donde iba por las tardes, cuando el tranvía no presentaba tanta congestión y las mujeres estaban en tiempo muerto, podían atenderlo.










