La cara del sicario que atentó contra Miguel Uribe Turbay, grabada mientras repetía esta frase: “Déjenme darles los números”, de inmediato me remitió a la foto que acompaña este texto, donde aparece Andrés Arturo Gutiérrez Maya, el sicario que asesinó a Bernardo Jaramillo quien tenía apenas 15 años, uno más que el de antier.
Pese a que Bernardo Jaramillo, según la edición 412 de Semana, era “el hombre más custodiado del país”, Andrés Arturo Gutiérrez Maya se le acercaría fácilmente en el Puente Aéreo de El Dorado y lo ametrallaría a quemarropa con una Mini Ingram 380, impactándole el cuello, el tórax y el abdomen: “Mi amor, no siento las piernas. Estos hijueputas me mataron. Abrázame y protégeme que me voy a morir”, fueron las últimas palabras de Jaramillo, de 34 años, dirigidas a su esposa, que saldría ilesa del atentado.
Curiosamente, cuatro días después, o sea el 26 de marzo de 1990, el abuelo de Miguel Uribe, o sea el expresidente Turbay, y Andrés Arturo Gutiérrez Maya, compartirían primera plana en El Tiempo: el primero en una foto con el candidato César Gaviria, a quien le acababa de entregar la jefatura del Partido Liberal, y el segundo a través de este titular: “Un niño mató a Jaramillo”.
Titular que sería ampliado en la página 12A, donde la principal fuente para saber quién era el niño sicario era su madre, Amparo Maya Acevedo, habitante del barrio Enciso, techo de Metrallo, y obrera en una planta de confecciones: “Ella se está muriendo de pena moral, se siente atrapada por una horrible pesadilla, porque apenas en mes y medio, sin que nadie se diera cuenta, alguien se apoderó de su niño bueno, y de miembro de un grupo de oración y misa puntual cada domingo, se lo convirtió en asesino”.
Ese mes y medio de oscuridad comenzó el día que mató una paloma en el solar de la casa, usando una pistola de balines que le regaló doña Amparo, con la que afinaba el pulso disparándole a botellas vacías: “Cuando la paloma se desplomó, se angustió y fue corriendo a recogerla, pero estaba muerta y se echó a llorar. Por eso, sé que él, por su propia voluntad, por decisión personal, no era capaz de matar a un ser humano”.
Catorce días antes de matar a Bernardo Jaramillo, o sea el 8 de marzo, cuando la plata no alcanzaba para pagar el arriendo, los servicios y el mercado, fueron a empeñar la pistola y la bicicleta de Andrés Arturo: “Les dieron 23 mil pesos”. Muy poco comparado con la cifra que le estaban ofreciendo por asesinar al candidato de la UP: 300 mil pesos, diez veces el arriendo de la casa.
Esa tarde luctuosa dos agentes del F-2 no encontraron a doña Amparo en su casa, pero sí horas más tarde, a las 20:30, en el trabajo: “Le pidieron que los acompañara. ¿Por qué? ¿Usted no sabe? Su hijo Andrés Arturo fue el que mató esta mañana a Bernardo Jaramillo”.
Ella los acompañó y, en la sede del F-2, les narró la biografía de su hijo: nació el 19 de junio de 1974. A los 25 días le dio gastroenteritis y casi se muere, tanto que su abuela materna lo tuvo que bautizar de afán, antes de que lo salvaran en urgencias infantiles. En medio de la agonía se le torció el ojo derecho y por eso, dos años más tarde, lo operaron de estrabismo y usó gafas hasta 1988, año en que abandonó el colegio militar José María Córdova tras ganar séptimo, para ponerse a trabajar: inicialmente, vendía frutas en La Playa con Junín y en la noche cuidaba carros. Hasta que una tarde le pidió trabajo a un chofer que le compraba frutas y a los días volvió y lo contrató para trabajar en una fábrica de tizas de billar, donde coincidiría con Gerardo Gutiérrez Uribe, alias Jerry, el sicario que asesinaría a Pizarro un mes después de la muerte de Bernardo Jaramillo: “Lo que permite pensar que los dos sicarios suicidas fueron reclutados por la misma persona y muy posiblemente siguiendo órdenes de un mismo jefe”.
Posdata 1: Luego de una corta estancia en La Picota y en La Modelo, Andrés Arturo Gutiérrez Maya, por ser menor de edad, fue trasladado a la escuela de trabajo El Redentor, donde permaneció hasta noviembre de 1991, cuando recobró la libertad. Privilegio del que gozaría muy poco, ya que, dos meses más tarde, el 3 de enero de 1992, aparecería asesinado junto a su padre, Fabio de Jesús Gutiérrez Santamaría, de 48 años, en la maleta de un Mazda 323 rojo, de placas falsas LI 3512, abandonado en la calle 16A sur con diagonal 47A, en el sector Santa María de Los Ángeles, barrio El Poblado.
Posdata 2: ¿Quién fue el autor intelectual del asesinato de Jaramillo? Aunque en octubre de 2014 la Fiscalía lo consideró crimen de lesa humanidad y la investigación quedó a cargo de su Unidad de Análisis y Contexto, el magnicidio de Jaramillo sigue impune: “La decisión de la Fiscalía de declarar como delitos de lesa humanidad los crímenes contra los miembros de la UP dejó al descubierto la alianza criminal que por más de 10 años se gestó entre las altas esferas de la sociedad, los sectores políticos y los militares para impedir el ascenso de un movimiento de izquierda que surgió como política al conflicto que se vivía en Colombia”, escribiría El Espectador el 20 de octubre de 2014.
Posdata 3: Cuatro años después, en 2018, la Fiscalía descubrió que, mientras Andrés Arturo Gutiérrez Maya estuvo en la escuela de trabajo El Redentor, su madre y su hermano mayor, John Henry, “empezaron a recibir misteriosos pagos del DAS”. Por ese hecho fueron citados a indagatoria doce exagentes de esa institución que pertenecían al esquema de seguridad de Bernardo Jaramillo. Por su parte, John Henry Gutiérrez Maya, quien también trabajó en la fábrica de tizas de billar, y era, según El Tiempo, “reconocido sicario”, fue asesinado en 1998.
Posdata 4: Esta era la situación sicarial de Metrallo en 1990, cuando había 17 escuelas de sicarios y saltó al ruedo Andrés Arturo Gutiérrez Maya: “Se estima que seis mil jóvenes en edad promedio de 16 años integran 500 bandas de sicarios. De cada cien personas asesinadas en Medellín, setenta están entre los 14 y 19 años”. ¿Quién los mataba? el 95% de los asesinos no superaba los 21 abriles.