Número 141 // Octubre 2024

Cuatro poemas

ANDREA COTE

EN LA GUERRA DEL CLOROX

Creo que hay dos mundos.
En uno de ellos yo lo limpio todo,
todo el tiempo.
En ese mundo tengo laboriosas rutinas
para purgar el día y sus objetos.
Hablo del polvo −en parte−
la capa que todo lo desborda.
Pero voy más allá del polvo.
Me arrodillo ante las cosas, sea carne, madera,
metal o plástico, todo lo recorro,
lo exprimo, lo enjabono, lo desaguo.
Descubro porosidades hasta en lo más llano y las extraigo.
En esto, siento como los músculos de mi cuerpo se tensionan
cuando bajo hasta una superficie y raspo.
Mis extremidades se llenan
de un líquido negro imaginario
que lleva el nombre de un cierto placer que desconozco.
Yo tengo el control.
Esa sensación entre dedos y muslos
es mi gran posesión inesperada
cada vez que, con mi esponja milenaria,
como un gigante enfurecido raspo,
hasta el resquicio de todo
y lo aliviano, lo desgajo y lo azoto
hasta arrancarle el borde puro,
hurgo una a una entre las cosas
y les saco la muerte que cargan.

Pero en las noches, viajo al otro mundo,
con las manos exhaustas,
descamando por debajo de las uñas
mi piel desprovista de toda superficie,
las manos sin animal
sin el brillo de lo vivo
sin la costra de lo muerto.
En mi sueño intoxicado
por vapores desinfectantes
en la ruta corrosiva de lo limpio,
sueño con las tardes inmundas en que yo era libre.
El tedio, la caída ociosa de una gota sucia,
cuando nadábamos la poceta antihigiénica del otro

y nosotros, los inmundos, comiéndonos las uñas en público,
−tan solo por creerlo− fuimos invencibles.

LO FUTURO

Traigo a los niños al borde del abismo
les doy de comer raíces secas,
así sabrán que hay saber
más allá del polvo.

Me preguntan qué es el horizonte
digo el futuro, por decir cualquier cosa.

Sobre el monte más árido los dejo ser,
me pregunto si está bien que se toquen uno al otro
y si han bebido de la misma vida,
que beban entonces de la misma muerte.

Una plegaria de raíces
revienta entre el asfalto,
rumor de cantera estremecida escombros de cielo,
y un girón de luz
se derrama sobre ellos, como en todo.

Así esperamos,
a merced de vagabundas legiones, insectos
cuyo minúsculo peregrinaje arrodilla
toda trashumancia.
El acontecimiento de lo humano,
eso que perdura destruyendo.

Con los ojos llenos de luz nueva
me preguntan por lo que viene.
Les digo que el tiempo es un péndulo
y cada tanto revienta contra el suelo,
como ahora.

DESIERTO RUMOR

Cada ciudad recibe su forma del desierto al que se opone.
ITALO CALVINO

Padre, madre, ya tengo el peso de un hombre.
Aquí es el puerto del primer día,
no escojan alimento para mí,
no vigilen mis pasos,
ya he desembarcado en mí,
soy solo.

Denme una hoja de eucalipto para el viaje,
un impreciso pronóstico del tiempo
la brújula quebrada que sólo marca norte,
un mendrugo de pan.

Desmantelen la habitación en que crecí,
abran fuego en la noche con mis mantas,
otórguenme el don del despojo.
De ser posible,
un momentáneo olvido.

Dispuesto estoy para partir.
No ostento
otro peso que el nombre.

NOTICIAS DEL ABISMO

Madre, padre,
al cruzar la espesura de vacío
queda una cumbre,
hasta allí he subido
para traerles noticias del abismo.

Abran el pórtico,
díganle a ella que en la verja me reciba,
y trozo a trozo me desprenda de las botas el rastro de cantera,
el polvo de animales muertos
que sin querer he arrastrado hasta su casa.

Traigo noticias del abismo
acéptenme el don de lejanía,
la malherida pureza de esta ofrenda,
el racimo en que perviven
las negras raíces
de todos los árboles
que faltan en el mundo.