Día 3

Por primera vez palpé la nieve

Por MAURICIO LÓPEZ RUEDA

Por primera vez palpé la nieve. Ella pareció ir a buscarme al llano de Campo Felice, porque cuando caminé un kilómetro, en busca de la meta de la etapa Rocca de Campo, un frío como del mismísimo infierno comenzó a arañar mi piel desde las plantas de los pies. Y así y todo me subí al teleférico de la estación de esquí, una de las más hermosas de Europa, y entonces el frío se materializó en ventisca de lluvia, y brincó hasta mi rostro pellizcándolo con fuerza. El teleférico, para colmo, se paró más de cinco veces, y en una de ellas, nos quedamos en el aire, mis compañeros y yo, unos 15 minutos. Yo, montañero que soy, me sentí en una de esas películas de supervivencia, pese que abajo de mis pies crecía la fiesta del ciclismo, con cientos de aficionados que, más valientes, habían hecho la cuesta a pie para ver la llegada de los gladiadores del asfalto.

Ese día ganó Egan y se puso de líder del Giro, y yo, con los dedos casi paralizados por el frío, celebré tiritando y añoré un par de aguardientes en la barra de El Guanábano, en Medellín.