Gladis Rojas tenía seis años cuando llegó con su familia a Moravia. Una cuadra que se pagaría con la siembra de legumbre y la recolección en el basurero. El tren era el gran personaje del barrio. Pero de pronto se enteró de que no solo dejaba ropa usada, confites o galletas a su paso.

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por MARÍA ALEJANDRA BUILES // En los años veinte un grupo de mujeres “revoltosas” empezaron a sonar con fuerza en la literatura antioqueña. En aquel entonces eran contadas las mujeres que se atrevían a hablar más allá de temas de etiqueta, belleza y las aclamadas “artes culinarias”.

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