Seis mujeres y una niña nos contaron las heridas que ha dejado en ellas la explotación sexual que comienza desde la infancia. Todas residen actualmente en Medellín, y las menores aún se rebuscan la vida en las calles. También escudriñamos el Archivo Histórico Judicial de la ciudad y, a través de él, hablamos con mujeres de otros tiempos. Con horror comprobamos que es poco lo que ha cambiado.

por ESTEFANÍA CARVAJAL // Encontrar un buen sumiso no es cosa fácil. O mejor: encontrar un buen sumiso para uno no es cosa fácil. No a todo el mundo le gustan las mismas cosas. El mundo kinky es complejo por lo específico. Hay masoquistas a los que les gusta el dolor, pero no les gusta seguir órdenes, por ejemplo. Por eso no sirven de sumisos.

por PAULA CAMILA O. LEMA // Era tan lindo al principio… Aunque nunca me dejó cortarle el pelo por quién sabe qué delirio de Sansón paturro, me enternecía ver cómo se esforzaba por complacerme, haciéndome venir con furiosa ternura, regalándome plantas florecidas, dándome de comer sánduches de pollo que debía preparar con mucho asco, él que es vegetariano desde hace tantos años.

por DANIEL CARMONA // En un diminuto cuarto con la oscuridad del laberinto gotean por las piernas de un muchacho de veintiún años las babas de un hombre sombra que devora su culo como si fuera un manjar.

por ANDRÉS DELGADO // Desde el fondo oscuro me mira un cúmulo de ojos intimidantes, así que no hay de otra que gastarse una cerveza. Avanzo muy despacio por el pasillo. Así debe ser el infierno: largo, estruendoso y rojizo. No sé dónde sentarme. Este infierno tiene ventiladores y mujeres que cuchichean en las mesas y me miran como colegialas, las coperas.

por ANDRÉS DELGADO // Las casas de masajes provocan curiosidad. Bien sea por la atracción que ejercen las mujeres fáciles y desconocidas o simplemente por calmar el deseo de saber cómo son estos lugares. La curiosidad comienza a picar al recibir, en el centro de la ciudad, un papelito de publicidad.