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El crimen del siglo

El crimen del siglo


Juan Roa Sierra, presunto asesino de Jorge Eliécer Gaitán, protagoniza esta dramaturgia que a su vez es una adaptación de la novela que recibe el mismo nombre. Roa fue asesinado por una turba enfurecida que lo señalaba de haber matado al caudillo. Esta obra reconstruye, con cuotas de investigación y de ficción, el último año de Roa, un joven pobre de Bogotá que termina su vida fracasada ocupando el lugar más desafortunado de la historia del siglo XX en Colombia.

Dramaturgia: Obra basada en la novela del mismo autor.


Fragmento extraído de la primera parte de la obra

Escenario 

NARRADOR . . . (A Juan) Esa misma tarde, tan de repente como se le había ocurrido, usted llegó a la conclusión de que ya no tenía sentido seguir con esa loca idea de matar a Gaitán. ¿Qué fue lo que hizo que se echara atrás?

JUAN . . . . . . . Después de matricularme en el curso me subí para el centro. Iba caminando por la Séptima cuando vi venir a Gaitán por la acera y nuestras miradas se cruzaron. Fue solo un instante, pero en ese instante me di cuenta de que a pesar de mi odio y mi resentimiento yo jamás tendría el valor de levantar mi mano contra él, ya fuera armada de un cuchillo, de un hacha o de un revólver.

NARRADOR . . . Reconoció que no iba a ser capaz de matarlo. 

JUAN . . . . . . . Así es. Que lo mataran otros. Clientes para hacerlo no faltarían, según los comentarios de todo el mundo. Además, el problema no era solo matarlo, sino cómo matarlo sin poner en peligro mi propia vida. Porque nadie puede ir matando por ahí, de buenas a primeras, a un hombre sin jugarse su propio pellejo, y a un hombre nada más y nada menos que de la talla de Gaitán. 

NARRADOR . . . ¿O sea que ese encuentro fue tan determinante que lo hizo renunciar a sus sueños de grandeza? 

JUAN . . . . . . . Es verdad que yo ansiaba ser un héroe, pero un héroe vivo. Y así cumpliera esa gran misión para la que la vida me tenía destinado, ¿qué ganaría con mi sacrificio? 

NARRADOR . . . Tal vez acabaría convertido en el cadáver tristemente célebre de un vil asesino, y en ese caso, adiós celebridad, adiós honores, adiós gloria. 

JUAN . . . . . . . Ni más ni menos. Después de todo Gaitán no me había hecho nada tan grave que pudiera justificar que yo lo asesinara. Se había negado a hacerme un favor, eso había sido todo. Pero uno no puede ir matando por ahí a toda la gente que se niega a hacerle un favor.