Número 133 // Marzo 2023

Chapman debe morir

Por MARIO CÁRDENAS
Ilustración de Sebastián Cadavid

“Si hay algo seguro en esta vida,
si la historia nos ha enseñado algo,
es que se puede matar a cualquiera”.

Michael Corleone a Tom Hagen en El Padrino.

“A veces es necesario eliminar a los locos
y los fanáticos por el bien de todos”.

Django.

El alemán recibió una llamada el 6 de diciembre de 1980, era una mañana fría, con las nubes grises y negras apostadas en el filo de las montañas, en la ventana de la sala de su casa todavía quedaban gotas de lluvia de la noche. Al descolgar el aparato escuchó una voz que le dijo en un tono nítido: Van matar a Lennon el 8 de diciembre a las afueras de un hotel en Nueva York, el sicario es de apellido Chapman, su nombre es Mark. Y colgaron. Todo fue rápido y lo único que se escuchó fue el pitido de la línea ondulando en toda la sala, a la vez que el alemán aferrado al teléfono con la mano izquierda miraba por la ventana de la casa a un grupo de pájaros blancos que pasaban volando cerca.

¿Cuál Lennon? Yo no conozco a ningún Lennon. ¿Lennon? ¿Quién es Lennon? Se preguntó en voz alta en medio de la parálisis que tenía. ¡Lennon, van a matar a Lennon, a John, John, el músico, a John Lennon! Dijo y se calmó, pero luego de unos segundos siguió hablando eufórico en la sala como si otros le escucharan atentos y se repitió: Debe ser un chiste. ¿Sí? El alemán con el teléfono todavía en la mano marcó a un número: Necesito unos pelados. Los necesito en los Estados Unidos, en Nueva York.

Ese 6 de diciembre, al mismo tiempo que el alemán estaba volando un helicóptero muy cerca de una gran piedra gris que le sale como un tumor a las montañas, Joncito y Norman están en Medellín elevando globos en un morro pedregoso y lleno de malezas y escombros. Pillá cómo despega. Este sí va lejos, va es pa la USA. ¿La USA? Va es para Marte. Una voz los interrumpe: ¡Ey pelaos!, pelaos, ¿qué más pelaos?, ¿qué hacen? Norman y Joncito no escuchan la voz, no escuchan los silbidos, están pensando en los pliegues de papel que se tensan con el viento que sopla sobre el morro, siguen mirando el globo de papel rojo y blanco que se eleva en dirección a Marte. ¿Será que sí llega? ¿A Marte? No, a la USA, va es lejos. Si mucho se estrella contra un morro de esos de Bello. Ya va cogiendo más altura. Pillá la curva que dio. Se está prendiendo, pillale el humo. ¡Qué gonorrea!, se prendió, otra vez la misma mierda. A la final ni a la USA, ni a Marte ni a Bello, va es pal suelo. ¡Ey pelaos!, ¿bien?

Yo pago todo. A Lennon no lo dejo morir. ¿Sí será verdad eso? Yo no creo que a Lennon lo quieran matar. A un hombre de esos, a ese músico le gusta la paz. Defiende la paz. ¿Será una conspiración del imperialismo norteamericano? El alemán discute, se asoma a la ventana y ve carros pasar, no entiende, no le cabe en la cabeza que alguien quiera matar a Lennon. Pero me dijeron claro: Van a matar a Lennon el 8 de diciembre a las afueras de un hotel en Nueva York en los Estados Unidos. ¿Y si no es cierto?, ¿si es lo contrario?, ¿sí?, por las dudas yo mando unos pelados y monto un frente allá. Mejor la precaución. Ya me averigüé con un socio de allá, que sí, que Lennon vive en Nueva York en un hotel al lado del Central Park. Este es el nombre del hotel. ¿Sí?

¿En la USA? Es solo cuidar un man, hacer guardia, lo mismo que acá pero allá. Eso se hace mucho ahora. Eso no es lo mismo, allá uno si pierde queda tirado y si lo coge la policía de allá lo encierran feo a uno, dejemos así más bien. No vuelve uno a ver el sol. De buena. No hay nada que perder. Solo es hacer guardia. ¿Cuánto hay pa esa vuelta? Decídanse pues, que hoy mismo tienen que estar allá. Esto es una urgencia. Se cuadran en diciembre. ¿Hoy mismo? Los que vamos a llegar a la USA somos nosotros no el globo. Deje la bobaba. Decídanse pues, se cambian y salimos pal aeropuerto.

Solo tengo el nombre, es de apellido Chapman, su nombre Mark. Yo sé, buscarlo en los Estados Unidos no es fácil. Pero tenemos el hotel de Lennon, él está viviendo ahí. ¿Sí? Es fácil de encontrar. Montar guardia. Un frente rápido. Pendiente del hombre. Ya averigüé eso. Yo sé que es duro, pero no hay que dejar morir a Lennon. Mande los pelaos allá, que solo sepan que deben hacer guardia, cuidar a Lennon. Mándelos con todo, como le dije, una avioneta hasta Panamá, de ahí hasta Miami, en la noche deben estar allá. ¿Sí?

¿Ya había montado en avión? Norman no dice nada, va cagado del susto con las vibraciones del aparato que le da el aire que ahí resopla y revuelve la avioneta. ¿Y si se cae esto como los globos? ¡Pillá eso, pillá, pillá! Es el mar, todo grande y azul. ¿Norman?, ¿Norman? ¿Por qué tan serio? ¿Le dan miedo las alturas? Este man sí, relajate que ya casi llegamos. Pillá, pillá, unos patos volando. Usted sí que habla cosas, los patos no vuelan, dejame quieto.

“El cristianismo se irá. Va a encoger y desaparecer. No necesito argumentarlo, tengo razón y el tiempo lo demostrará. Ahora mismo somos más populares que Jesús. No sé qué se irá antes, si el rock o el cristianismo”. El alemán lee ese pedazo en voz alta de una revista que tenía al lado de unos discos de vinilo. Pero por eso no matan a nadie, dice mientras sigue leyendo. Esta debe ser una conspiración del imperialismo norteamericano.

Norman y Joncito aterrizan en una pista cerca de Nueva York el sábado en la noche del 6 de diciembre como había pedido el alemán. Cuando tocan tierra se les congelan las piernas flacas. Pelaos hay que ir a comprar ropa, si no se mueren acá de frío. Atraviesan la ciudad en un carro plateado que pasa silbando por una larga avenida, mientras Joncito mira por una ventana y Norman por la otra, la luz de las calles los ilumina, el carro se va perdiendo entre tanto edificio alto y las luces amarillas que se desprenden de las ventanas. Ven desde el carro una ciudad impresionante, llena de ruidos y malos olores. Acá no se pueden elevar globos. Pillá ese edificio, y ese otro, ese más grande. Acá uno se pierde, de buena.

Ya saben pues, Lennon está viviendo en un hotel de por allí más arriba, ustedes van a estar ahí cerca, al frente, solo es montar guardia como les dije, vivos, pendientes a la entrada y salida de Lennon. Solo hay una pistola pa no enredar la cosa. ¿Fierro pa qué? ¿Hay que matar a alguien? Uy no. ¿Cómo que para qué? Por seguridad, oigan a este, ¿ya se le olvidó camellar?

¿Cómo es Lennon? Yo nunca lo he visto. Estas son unas fotos del man, altico, de gafas, de pelo largo, blanquito y siempre anda con la señora. Es un cantante refamoso. ¿Y por qué nosotros tenemos que cuidarlo? Ya les dije que sin preguntar nada de eso. Solo hagan lo que les dijimos. Pero nosotros no sabemos inglés y pa movernos acá es duro. De buena. Ya no hay vuelta atrás. Dejá esa preguntadera. Es que no vinieron de paseo, y no hay que moverse mucho. Van a estar todo el día viendo quién entra, quién sale, dando ronda, pendientes de algún movimiento raro. ¿Raro? ¿Cómo raro? Vea, les voy a contar, pero callados, esto es delicado: hay un man que nos dijeron va matar a Lennon, su nombre es Mark de apellido Chapman. Mark Chapman. Ahí está anotado. ¿A ese man es el que hay que quebrar? ¿Cómo es el man? No sabemos, solo sabemos que se llama así, que lo va a quebrar el 8 y ustedes tienen que cuidarle las espaldas a Lennon, no dejar que lo maten.

Señor es míster, hola es heeloo, gracias es tankeu, aprender inglés a la final no es duro. Ya sé varias palabras. Joncito y Norman, cada uno con un gorro de lana en la cabeza y forrados en unas chaquetas largas llevan dos horas sentados en una banca frente al hotel Dakota, en el corazón del Upper West Side de Manhattan, es la mañana fría del 7 de diciembre de 1980. Su primera mañana en Nueva York. Ellos, en ese punto de frente al hotel, con ropa nueva de pies a cabeza, dos niños en medio de un lugar donde solo se oye el viento. Desde su punto, donde están sentados, a su derecha, ven la puerta grande del edificio custodiada por un hombre de traje que abre una reja negra cada que alguien sale y entra, la reja a ellos, como toda la forma del edificio, se les parece a un castillo, la reja se abre y se cierra cada que alguien la cruza, ellos sentados ahí y a su alrededor un aire frío y la sombra de los árboles secos de un parque los arropa. Lennon no sale, no ha salido ese día 7 de diciembre.

Hoy es el día de la velitas, ¿acá quemarán pólvora? Yo no creo, con este frío la gente se mantiene es corriendo de un lado a otro y escondida en esos edificios, esto está muy aburridor, y ese olor tan feo, no hay nada, y ese man de Lennon no sale, solo esa gente con esos perros a dar vueltas, esa vuelta está muy dura. ¡Qué gonorrea de parche! A la final no me debí venir por acá, mejor estaría en un charco tirando nado o en la costa. ¿Y esas revistas? No son revistas ¿Qué son? Unas caricaturas, estaban en el almacén de la ropa. Pero son en inglés. No se entiende nada pero los dibujos están una chimba. Pillá esta, esa portada con esos dibujos, es un salón, pillá esa palmerita. Qué colinera. Y vea esta con esos ratones. ¿Qué dirá? ¿No pues que el inglés es fácil? Pillá, pillá, dice míster…

Sí, ellos están allá desde temprano están afuera sentados, desde acá los veo, yo estoy vigilando todo. No, señor, no les dije nada, solo que hicieran guardia. ¿Y Lennon ya salió? No, nada, todavía no ha salido. Por acá no se ve nada raro, hay es un frío. Que los pelaos no se despeguen del edificio, pendientes de ellos allá, nos los deje solos.

Así fue la primera vez que vieron a Lennon, el hombre resultó ser tal y como se los describieron. El mismo de las fotos y las revistas que les regalaron. Lo vieron desde el parque, saliendo apresurado, de la mano de su esposa, acosado por fanáticos que le piden autógrafos. Desde el otro lado Norman y Joncito ven personas alrededor, dos mujeres, tres y cuatro jóvenes que lo rodean, que lo saludan, que gritan su nombre, ¡John! ¡Lennon! ¡John! ¡John! ¡John, John, John!, hombres y mujeres que se le acercan, que tratan de tocarlo, que le piden que les firme algo, Lennon como un estatua que camina apenas mira y se mueve rápido y para, firma, para, le toman fotos y firma otra vez. Y escapa de la mano de su esposa.

En la jugada que viene saliendo. ¿Quién? Lennon. Igualito a esta foto. Ese, pillá toda esa gente se le viene encima. ¿Nos acercamos? Esperá, esperá. No demos visaje. ¿Lo viste? Sí, claro, ese es, ese tiene que ser, muy raro ese man, ¿no?, de gafitas negras, como picado, una figura. ¿Sí o no? ¿Por qué lo van a matar? La debe, seguro. Qué vuelta, ¿no? No saber que lo quieren matar a uno. A la final qué bandera esa nota. Tengo es hambre. ¿Viste algo raro? Yo quiero caminar un ratico, se me están durmiendo las piernas. Pero no nos podemos mover de aquí, hay que estar es pendientes de algún movimiento raro. ¿Qué raro va a pasar? Bobo, el man que lo va a matar debe estar por acá, dando ronda, haciendo inteligencia. ¿Cómo va a saber uno quién lo va matar? Toda esa gente ahí, puros seguidores del artista. Ese man se ve que lo quieren en la forma, ¿quién lo va a matar? Así como lo quieren a uno así lo llevan en la mala. Dejá de estar viendo esas revistas, no leés nada. Leo los dibujos. Guarda eso. Mirá. ¿Qué? Ahí detrás. No veo nada. Pillalo, un pato, son dos, la parejita. Yo no veo nada.

En el tornamesa rueda un disco, no hay nada en la sala y la música absorbe el lugar, el alemán da una siesta esa tarde, afuera lo esperan para encender velas, pero el alemán no quiere saber de velas ese 7 de diciembre en la tarde.

Apenas terminaron de comerse la bolsa de hamburguesas con gaseosas que les trajeron, Norman y Joncito estiran las piernas, caminan de frente al hotel Dakota y miran al cielo opaco que se esconde entre los edificios en esa tarde del 7. Están cansados de ver pasar gente y de mirar a la puerta del hotel. Un grupo pequeño de seguidores está apostado en el andén, se mueven como palomas de parque, en grupos que saltan de un lado a otro. Lennon no ha aparecido desde que regresó. ¿Qué ves? Ese man. ¿Cuál? Ese, el que está hablando con el celador, yo lo he visto pasar varias veces. ¿Seguro? Lo vi más temprano. ¿En serio? Ese man está muy raro. Da mucho visaje. Debe ser un seguidor, cara de matón no tiene. ¿Le caemos o qué? No, nada, esperar a ver qué hace. Nada, es otro seguidor, esa pelada de allá, ¿la ves? La del buzo rojo, también la he visto varias veces, y esa otra de saco café pasa a cada rato. Dan y dan vueltas. Puros seguidores de ese man Lennon, nada raro. Qué vuelta más rara esta a la final, ya me quiero abrir.

Lennon no regresa ese domingo. No hay rastro de él y los pocos seguidores que esperaban ya se han ido. La calle del Dakota está sola y el aire frío a esa hora es más intenso. Norman y Joncito terminan la guardia cerca de las doce. Ya no hablan, el frío les penetró los huesos y los músculos. Cansados y con sueño, cuando llegan al apartamento donde duermen piden algo caliente de tomar y se tiran en el par de sofás que les dan. Mientras duerme y con el ronquido de Norman al lado, Joncito sueña, sonríe, sueña que está en el barrio corriendo por las mangas, embarrado de tierra matando chuchas, corre y sube y baja por los morros del barrio. En el sueño desaparecen las chuchas, de repente hay solo patos que vuelan bajo, unos patos blancos, otros de cabezas verdes, otros con pequeñas plumas cafés, una familia de patos que pasa por encima de los techos de las casas del barrio, él los ve tan cerca que estira las manos pero no los puede agarrar. De uno de los patos cae una pluma gigante que va flotando y Joncito la persigue, se va detrás, la tiene a la mano, la tiene cerca, cree que la va a tocar y la pluma que corta el aire se va, y se pierde.

Es 8 y lo recuerda todo: van matar a Lennon, el 8 de diciembre a las afueras de un hotel en Nueva York. Es en lo único que piensa, se imagina a Lennon muerto. Piensa, se pregunta, ¿será verdad? Y acelera el Porsche 911 con dirección al aeropuerto en esa mañana de lunes con el sol brillando en los verdes del valle y la cordillera azulada que lo mira de lado.

Lennon regresa, apenas lo ven, sale de un taxi, va apurado y se mete al Dakota. Ahí volvió el man y las peladas de ayer también, la misma escena, le dice Norman a Joncito. Todo lo mismo. Esa gente no se cansa de estar detrás. Haciendo guardia desde temprano. Como nosotros. ¿Qué día es hoy? Lunes. Lunes 8. ¿Será que le pedimos un autógrafo en una de estas revistas? ¿Cómo?, si no sabemos hablar inglés. Le decimos: ¡Ey míster! Fácil. A la final que se acabe esto rápido. Qué bandera esto.

Al final de la tarde ven salir a John con su esposa, y ven también a un tipo gordo acercarse. John para, su esposa hace lo mismo, hay otras personas alrededor, uno de ellos saca una cámara y toma fotografías, John y su esposa detenidos hablan con el tipo que extiende un disco que John firma, luego le da la mano al tipo, y se sube a un carro con su esposa. Lo ven, no dicen nada al principio, pero lo ven todo. ¿Sí ves? Claro que vi toda esa nota. Yo te dije. Ese gordo raro lo que quería era un autógrafo. Un seguidor de ese man. Pillalo, se fue todo contento con el disco firmado. Qué agüevis estar pidiendo firmas tan temprano.

Seis horas más tarde, John y su esposa regresan al final de la noche al Dakota. El hombre que Joncito y Norman han visto rondar el edificio aparece de nuevo, es una sombra, una masa que se mueve lenta, lo ven, se acerca a la pareja, sigue a Lennon, como había hecho esa misma tarde, va detrás, a unos metros de ellos, cuando está más cerca grita: ¡Mister Lennon! Lennon no devuelve la mirada, camina apurado hacia el interior del portal. El hombre que se mueve lento y va detrás de Lennon saca una pistola de un bolsillo, en ese momento escucha el ¡Míster Chapman!, eso lo interrumpe, lo distrae, otra vez el ¡Míster! que le grita Joncito, lo tiene a tiro, el hombre gira hacia atrás, aferrado a una pistola con su mano hinchada. Se le ve la cara sudorosa iluminada por las lámparas. Ese es, dice Joncito, te dije que era ese gordo, ¡Hacele! ¡Hacele!, matá ese hijueputa de una vez, ¡matalo! Norman que va más cerca al hombre le dispara seis veces, el primero se lo pega en el hombro derecho, el otro en el pulmón izquierdo, dos más en el cuello, y otros dos en la cara. Lennon, que corre con su esposa, entra al portal y desaparece, mientras Norman y Joncito ven el cuerpo de Chapman en el suelo. Suerte socio. Tirá esa revista ahí. Y la revista con los dibujos cae encima del cuerpo. Ey, vámonos.