Número 132 // Diciembre 2022

Becketianas

El hueso de los hechos

Por CARLOS SÁNCHEZ
Ilustración de Samuel Castaño

“No hay que inventar porque el dolor es auténtico”.
Borracho a un cantante en un café de Acandí


E
stos trabajos los he llamado becketianas en reconocimiento a Samuel Becket. Con ellos he querido arrimarme a un desafío periodístico: “Una cosa son dos cosas y más cosas a la vez”.

¿Qué hay más allá del hecho? No me pregunto quién lo produjo, qué político lo merodea, a cuántas personas afecta, sino ¿qué “yo profundo” propicia, valora o concientiza el hecho?

Una doble pregunta acompaña estos trabajos: el qué del qué.

No he pretendido “ir hasta el fondo”, envolver la realidad, concluirla, acorralar los hechos y los personajes con fechas y espacios definidos. La totalidad a que aspiran estos trabajos no se parece a un círculo sino a una línea recta. Pero no como se parecen una línea recta y una noticia, la menor distancia entre dos puntos; sino en el sentido de esa prolongación invisible que toda línea recta tiene más allá de cualquier intervención.

El paradigma de estos trabajos no es el de las cinco preguntas sino el tono ambiguo, intermitente, demasiado humano de los puntos suspensivos.

Sería injusto no reconocer el peso que los hechos mismos, los temas, las historias ejercieron en el modo de contarlas. De alguna manera el contenido propuso la forma.

El Cara de Culo

He aquí la mierda. Mi mierda venida de toda la ciudad y puesta como guardián en mi puerta. No como símbolo, sino como arma, como estrategia de territorialidad. Lo he aprendido en los muladares de atrás de los altos edificios lustrosos.

He aquí mi mierda circulando mi refugio como una corona de soledad. Florecen en borbotones de gusanos sin miasmas. La fetidez se extiende a mi alrededor como un escudo para defenderme. ¿De qué? ¿De quién? La noche lo sabe, yo no. Yo tengo mi mierda para crear con ella mi burbuja.

He aquí la mierda brotada como anatema en los descansos de las ventanas, en las aberturas del techo, entre los matorrales que se erizan alrededor. Ruego para que el sol haga estallar su pestilencia, ahí es cuando más seguro me siento. Todo el poder de mi gran guardián en acción. Oh…, qué sería de mí si mi mierda no oliera…

Duermo tranquilo, seguro de que nadie vendrá para abusar de mis múltiples mutilaciones. Ni la policía, ni los rateros de mendigos y vagabundos, ni los curiosos. Duermo tranquilo, gracias al extraordinario olor que aquí se junta de todas mis mierdas de meses. Cuántas canecas espulgadas, cuántos trozos de carne, cuánta fruta vinagre, cuánto pan viejo, escogidos delicadamente de la basura y la podredumbre. A veces, una gran colilla de cigarrillo ha sido apagada en un gran trozo de pan, entonces hay que separarlos. Definitivamente el tabaco es para fumar. Unas galletas de tabaco deben saber tan horrible como un cigarrillo de trigo.

He aquí mi mierda. Juro que ha hecho retroceder hasta a los perros. Aunque a veces no soporto el zumbido de las moscas y otros insectos inclinados a la hediondez que recorren, alocados, el aire de las habitaciones vacías.

Las abejas nunca vienen a mi jardín mefítico, después de todo nunca he cagado con olor a flor blanca o roja o azul. Hace algunas noches una ronda policial quiso acercarse, tal vez atraídos por mi fogón. Desde la oscuridad, a través de las paredes derruidas y los espacios vacíos de las ventanas, los vi allegarse sigilosos y parcos como dioses. Caminaban de sesgo protegiéndose con los matorrales, eludiendo chamizos con sus armas prestas en las manos. Sin duda suponían un conciliábulo de ladrones o viciosos. A cada paso se detenían y repasaban su estrategia, luego avanzaban, pero casi a diez metros los vi detenerse, asumir sus poses y gestos grotescos repelidos bruscamente por el aire avinagrado, apestoso. Se devolvieron y desde la distancia gritaban que saliéramos con las manos en alto. Yo hice silencio, completo silencio. Solo el rojo crepitar de los leños se oía… Luego huyeron.

*Juan Pablo Vélez fue expulsado de su refugio en el corregimiento San Cristóbal, en octubre de 1990.

La limpieza / la mugresa

La diferencia entre usted y yo es medio paisaje. Lo que usted deja de ver y lo que oculta, contra lo que yo dejo de ver y lo que oculto. Usted está bañado, limpio y yo no. A usted le da vergüenza, a mí no. Usted va de afán, yo no.

Yo sé cómo se ríe usted, yo conozco el mecanismo profundo que mueve su alegría. Yo también lo tengo. Yo también miro un árbol o una calle y los pongo en movimiento.

A veces, dando tumbos sobre los días feroces me detengo a desatar algún nudo mal hecho. A mí también me toca hacer de animal de presa en medio del cazador. Yo también trabajo en este circo de las mentiras que llaman Medellín, a veces me toca decir la verdad, otras veces me toca olvidar y otras veces me toca no ver.

¿Es usted de esos que cuando sienten el mugre ajeno dicen fo y se alejan? Me hace recordar que un escritor habló de los que ven la pajita en la boca ajena y no ven la verga en el culo propio… Bueno, yo no quiero ofenderlo. Yo también he sido engañado por el mugre, tal vez tanto como hemos sido engañados por la limpieza.

…Si usted sabe diferenciar entre lo que no es mugre y lo que es limpieza, yo quisiera engañar con cuál se puede engañar más fácilmente.

¿Sabe una cosa? Me da gracia que todos en la limpieza terminen pareciéndose. ¿Ha visto que en el mugre también?, ¿ha visto que todas las ropas de nosotros terminan siendo negras y brillantes de mugre y de grasa?

…Hombre, yo siento que el mundo está hecho para usted y para mí con muchas cosas iguales. Pero a veces no… Cuando lo veo con tanto afán, siempre con problemas de tiempo, me da es risa, porque a mí el tiempo no me estorba para nada. Yo pienso que el tiempo ni viene, ni va contra mí. El tiempo son puras operaciones de Dios. Restas y sumas que él hace. Y a Dios lo que es de Dios, yo no me meto en eso. Mejor dicho, yo renuncié al tiempo, se lo devolví todo a Dios, pero no sé si me hizo caso.

¿Sabe qué es lo que me importa a mí? A mí lo que me importa es la diferencia en el paisaje. Usted sabe que los hombres se separan por lo que aman, ¿verdad?… Bueno, por ahí busco yo.

*Estos textos hacen parte del libro Contrasueño.