Número 132 // Diciembre 2022

Henry Agudelo, realidad y choque

Necio para el estudio, futbolero desde niño, rebuscador de arena en La Iguaná, bachiller en la nocturna, estudiante de diseño por correspondencia, mensajero en una agencia publicitaria, motoneto en Kawasaki, laboratorista en el cuarto oscuro del periódico El Mundo, aprendiz de Pentax K1000, temperamento de ogro a veces, fotógrafo premiado globalmente (World Press Photo en 2004, 2006 y 2009, Sony Award en 2017), autor con un lenguaje propio y un objetivo siempre: mostrar lo que oculta el poder, expresar lo desigual del mundo, hacerlo con imaginación y con dolorosa belleza, con imágenes a la vez poéticas y crueles. Ese es Henry Agudelo y así es su fotoperiodismo. ¿Cómo comenzó todo? Atreviéndose.

Henry fue a una entrevista de trabajo: quería ser diseñador en El Mundo. Le dijeron “Lo que necesitamos es un laboratorista. ¿Se le mide?”. Aceptó sin saber de qué se trataba y comenzó su historia con la fotografía. Bajo la luz roja del cuarto oscuro y el olor de los líquidos de revelado, recorrió un camino similar al de Melitón Rodríguez, Carlos Rodríguez (Fotoreporter) o Manuel Saldarriaga: primero, entender la luz y la oscuridad. Luego, mucho más tarde, apretar el botón, para lo cual debió juntar muchas colitas de rollo sin terminar, unirlas, comprar su primera cámara y su único lente, una Pentax K1000 y un 50 mm. Así, desde la precariedad de sus pocos equipos, tuvo dos descubrimientos esenciales. ¿Cuáles?

1. Usar con imaginación las posibilidades que tenía, entender que los lentes, el diafragma, la velocidad, el ISO y la profundidad de campo podían emplearse en formas distintas a las que planteaba el manual. 2. Huir de la neutralidad, escapar de esa “cualidad” del periodismo, tener una opinión clara y contundente para elegir qué fotografiar y cómo, captando imágenes que no se quedan en la superficie, sino que se convierten en señalamientos crudos y a veces irónicos sobre Colombia y su realidad, denuncias sobre las cuales Henry dice tener poca esperanza: “La verdad no llegará gracias a mis imágenes, sino a las investigaciones que haga la justicia. Yo simplemente he sido testigo de algunos hechos que fotografié para que no fueran desmentidos”, una labor que parece sencilla y que ha significado correr riesgos.

Ha significado estar a la espera, padecer el temor, el hambre y la lluvia lejos de casa, para súbitamente captar el instante en que todo arde y explota: las masacres, las alegrías, las celebraciones, los carrobombas (“hacia los cuales corremos sabiendo que no tiene sentido arriesgar la vida”, dice), impulsado por el deseo de captar alguna imagen que le devuelva la dignidad a la gente. Eso es lo que hay en la BPP, en 14 álbumes y 135 sobres que suman 9639 fotografías de Henry Agudelo, testimonio de un tiempo difícil que estamos analizando, catalogando y digitalizando: los setenta, ochenta y noventa en Medellín, Antioquia y Colombia, épocas de narcotráfico, guerrillas, paramilitarismo, políticos, sicarios, policías, líderes sindicales o jóvenes asesinados, días de Mapiripán, Dabeiba, desplazamientos, Bloque de búsqueda, desmovilizaciones, paz, secuestros, corrupción, grupos élite, cremaciones, AUC y más imágenes de realidad y choque que hacen parte de la vida y del archivo de Henry Agudelo, disponible en Bibliotecapiloto.gov.co > bpp digital.