Número 131 // Octubre 2022
Llegamos al punto en que la mayoría de chistes ya no se pueden contar, tras haber sido juzgados en el tribunal de lo que hoy es correcto. Así, parece que bajo tal presión el humor cambió para siempre y queda en entredicho si volverá a hacer reír, según opina, critica y propone en esta esquina un cómico experimentado que no está dispuesto a rendirse.


Se caen los chistes flojos

Aunque a los cuentachistes profesionales cada vez nos contratan menos, y ya casi que desaparecemos, ahora con eso de que no se puede hacer chanza ni de esto, ni de aquello, ni de nada prácticamente, vamos a quedar como las guayaberas… por fuera”. Ni hablando de algo tan grave como los efectos de eso que llaman corrección política puede dejar de hacer chascarrillos don Jajairo (así dijo que lo llamáramos a fin de ocultar su verdadera identidad, pues dice que ya le está dando miedo de que un día lo insulten o hasta le peguen, y le cabe algo de razón pues hace poco en una universidad pública, y por contar chistes racistas, fueron linchados un pastuso, un bogotano y un antioqueño).

Don Jajairo ha vivido de sus chistes desde hace más de 45 años, y viendo cómo “peligran”, se puso en la tarea de buscarle la comba al palo: los modifica, les da una vuelta de tuerca, para que sobrevivan a los recientes exámenes. Aquí están, para ustedes lectores (y lectoras también, por supuesto), y en especial para quienes piensan insistir en contar chistes, los consejos de don Jajairo, con los que, creemos, el que peligra es él.

  • Para empezar, deja claro que los chistes escatológicos son políticamente correctos porque la mierda es lo correcto en política.
  • Los chistes sexistas, prosigue, se pueden contar únicamente en eventos académicos y eso a manera de ejemplos, y los misóginos solo para criticarlos luego con vehemencia.
  • Los de gais, si a renglón seguido se cuenta uno de lesbianas, otro de trans, otro de queer, otro de bisexuales y así hasta agotar las identidades.
  • Los de suegras solo se permiten si son buenos y los de boquinetos si no se les remeda, lo mismo que los de cojos. Los de avaros, teniendo cuidado de no incluir a algún judío; los de monjas, si no se alude al género de la monja; los de gallinas, mientras la gallina no sea una mujer; los de enanos, solo sin son cortos; y los de prostitutas, sin sugerir que son nacidas en Puerto Wilches, Pereira o lugares similares. Los de limosneros y calvos pueden seguir siendo contados porque, hasta el momento, a ellos casi nadie los defiende.
  • Los que tienen por protagonista a un bobo deben contarse más o menos de la siguiente manera: Había una vez un muchacho al que le chorriaban la babas, hablaba enredado y que se mantenía corriendo por el pueblo detrás de una llanta, pero no era bobo, y le dijeron que se subiera a un palo…
  • Todos aquellos chistes que tengan por tema los cuernos pueden echarse siempre y cuando no se refieran a animales.

Pero además de estas técnicas evasivas, don Jajairo recomienda que antes de contar un chiste se le haga a la audiencia un resumen —claro, sin estropearlo—, a fin de que se decida por mayoría si lo cuenta o no. También exhorta a los contadores a que, en caso de temer que un chiste ejecutado fue “incorrecto”, se rían de últimos.

Y en un destello de su inteligencia, sugiere a todos leer el clásico libro del gran Sigmund Freud, El chiste y su relación con el inconsciente que lo cuenta.

De nuestra parte, cumplimos con darle la palabra, pero debe saberse que estamos plenamente de acuerdo con la erradicación de esos chistes flojos de la faz de la tierra, que basta ya, que un nuevo amanecer histórico se presenta para el humor, en el que desaparecerán las estigmatizaciones, los prejuicios y los odios, y brillarán la concordia, el amor, la amistad entre los pueblos y la sana burla constructiva. Porque el futuro de la humanidad es cosa seria, nunca más volveremos a hablarle a don Jajairo.

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