Sueños de café y de teatro

Julián nació en la misma montaña que Simón el Mago, Santo Domingo, nordeste antioqueño. Desde pequeño se apasionó por el teatro, por las historias, por lo imaginario. Obviamente, sus inicios fueron en los grupos de teatro del pueblo y, particularmente, en el que dirigía su tía Beatriz Bustamante, y que se llamaba, ¡oh sorpresa!, Tomás Carrasquilla.

En ningún momento se le pasó por la cabeza que su vida iba a estar ligada al café. Ni lo sembraba ni lo tomaba. Solo pensaba en el teatro, día y noche, y en los personajes de Carrasquilla que eventualmente representaba.

A los quince años comenzó a hacer planes para el futuro. El pueblo ya no le podía ofrecer mucho más y, aunque su deseo era seguir ligado a las tablas, quería hacerlo en otro lugar, pero no sabía dónde.

Gracias a que dos de sus hermanos ya habitaban la gran ciudad y estudiaban en la Universidad de Antioquia, se dio cuenta de que allí podía estudiar teatro, y aferrado a esa ilusión bajó de su montaña. Tenía dieciséis años cuando compareció ante el ágora de la alma mater y se inscribió en la Facultad de Artes.

Los obstáculos económicos propiciaron que se aliara con su hermano, quien estudiaba sociología, para compartir gastos y lechos durante varios meses. Fueron de inquilinato en inquilinato, durmiendo en ratoneras sin puertas ni ventanas.

La gran ciudad también lo surtió de epifanías, pues nunca se había imaginado la inmensidad del mundo del teatro y su alcance en la cultura de la capital antioqueña. Había muchos grupos, magistrales todos, y el joven dominicano (feo gentilicio) se nutrió de cada uno de ellos.

Tras superar los cursos de Maribel Ciodaro y otros maestros de la universidad, Julián se hizo experto en expresión corporal y en expresión oral. Al poco tiempo se unió al grupo Fractal y con ellos, de la mano del maestro Carlos Santa (ya fallecido), llevó a las tablas algunas obras de Carrasquilla.

Luego de algunos meses de tumultuosos pensamientos en los que no sabía si seguir estudiando o dedicarse por entero al teatro, Julián decidió graduarse.

Hizo una tesis a la que llamó “La escena onírica, la creación de la obra poética a partir de la neurociencia de los sueños lúcidos y los arquetipos”, basada en los libros de Jung y Laverde, con la que obtuvo un título con honores.

“Escena onírica…” se convirtió en su marca y su primera obra fue Sombras de la psique, en la cual habla de la violencia en su municipio, de las arremetidas paramilitares y los feminicidios.

Un amigo, Santiago Franco, fue el puente que lo llevó de vuelta a Santo Domingo, en 2019. Le propuso que fundaran una marca de café con enfoque cultural, y Julián, que ya tenía el bicho del emprendimiento, dijo que sí.

Se unieron al productor Nelson Echeverri, quien tenía un café llamado Tomás Café. Ellos, con el transcurso del tiempo, lo cambiaron por Qué Tomás, para mantener la sombra del gran escritor a lo largo y ancho de toda la idea. Desde ese momento, la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia también estuvo vinculada al proyecto.

Al emprendimiento también se unió Jessica María Arizmendi, quien aportó la marca de miel Aguejita, que, según relata, está basada en el origen de la apicultura, profesión profundamente ligada a las mujeres.

Con arte, café y miel crearon obras como El retorno de los polinizadores y Eddy, o el nacimiento de la bestia, ambas ganadoras de premios. Fundaron un semillero de teatro, abrieron un apiario en la vereda Dolores y el café en la vereda Pachón, en la finca La Mejorana. Con ayuda de la Cámara de Comercio, ubicaron todas las ideas en un único marco, la SAS Memorias de Montaña.

No se trata de una historia de continuas alegrías. También han sufrido dificultades para comercializar la marca y vender los productos. Por ello la Cámara de Comercio ha sido un aliado invaluable. Gracias al conglomerado, Memorias de Montaña: arte, café y miel ha podido asistir a ferias y ha recibido invitaciones de universidades y otras importantes entidades.

“Estamos orgullosos de nuestro negocio y tenemos mucho agradecimiento con la Cámara de Comercio que nos ha apoyado siempre”, expresa Julián, quien sigue estrechamente ligado al teatro y a su hermoso pueblo lleno cuentos y sueños costumbristas.

La Emperatriz de los cosméticos

Llegar al lugar de trabajo de Emperatriz Quintero Arbeláez causa una exuberante impresión. Uno piensa encontrarse un anuncio de cremas, vasos decorativos o antibacteriales que impidan el contagio del covid-19 pero, en cambio, se topa con ese letrero inequívoco: “Erótica”, y entonces las pulsaciones se aceleran y algún músculo se extiende levemente mientras el cerebro trata de atinarle a alguna explicación práctica y sensata: “Quién sabe”.

Emperatriz, más allá de su aristocrático nombre, es una mujer de mediana edad, bella, rubia, bella, sonriente, bella, perspicaz, y bella, siempre bella. No se apresura a explicar el posible malentendido porque, en su imaginario despojado de prejuicios, no entiende cómo podrían los visitantes atascarse en dudas tan deplorablemente conservadoras.

“Sí, ese también es mi negocio, lo recibí de parte de una señora a cambio de una deuda”, cuenta Emperatriz esbozando una sonrisa cortés.

Dentro de la casa puede uno darse cuenta del verdadero emprendimiento de la exjugadora de polo acuático que supo defender a Colombia en infinidad de torneos continentales. Vasos, alcancías, perfumes, cremas y otros indefinibles objetos guardados todos en delicadas y muy decoradas cajitas de regalo.

Al fondo, dos jóvenes mujeres saludan desde el breve resquicio que les permiten sus afanosas rutinas. Una es diseñadora y la otra una suerte de secretaria. Se nota que todas son buenas amigas y que la jerarquía de sus empleos es simplemente protocolaria.

Los dos negocios convergen satisfactoriamente. En el segundo piso funciona toda la línea de Dimanic Products y en el primero la tienda Erótica, a la que se accede por unas escaleras en espiral.

Sentados frente a dos deliciosas tacitas de café negro con galletas, Emperatriz comienza a relatar la historia de su pequeña pero exitosa empresa, Dinamic Products, la cual comenzó a gestarse en una etapa de muchos cambios en la vida de la ingeniera administrativa de la Universidad Nacional.

“Trabajaba para una empresa y manejaba la marca Piel de Armiño. Entonces un compañero me dijo que por qué no montábamos negocio propio y yo le dije que sí”, narra.

No fue fácil comenzar, nunca lo es. La marca Piel de Armiño pasó a otros dueños y Emperatriz y su socio se vieron empujados a innovar con otro producto. En ese momento se disparó la crisis de la gripe H1N1 y los antibacteriales y los jabones se pusieron de moda, así que eso le apuntaron, y les fue un poco mejor.

El negocio andaba a lomo de mula enferma y eso hizo que la sociedad se disolviera. En ese momento, y a pesar de las múltiples dificultades, Emperatriz tuvo un despertar.

“Sentí que podía sola, sentí que tenía la fuerza suficiente para continuar. Fue un despertar espiritual. Ya había estado en varias campañas con el Éxito y eso me dio confianza”, explica.

Fue precisamente con el Éxito que hizo su primer gran negocio. Vendió 67 mil difusores para la temporada navideña, un reto que la exigió al máximo.

“Me tocó correr, contratar y hasta importar, pero todo salió súper bien. Solo si tú te lo crees, lo vas a lograr”, dice ella, haciendo eco de los mensajes positivos que cuelgan de sus paredes.

Su empresa nació en 2008 y desde entonces ha estado relacionada con la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia. Esa alianza le ha permitido formalizarse y crecer.

“Aprendí mucho del deporte. Con la selección Colombia viví momentos extremos, finales de campeonatos en las que teníamos que darlo todo. Esas experiencias siguen en mi cabeza y vuelven a mí con consejos en los momentos duros”, expresa.

La Cámara de Comercio también le enseñó unas cuantas cosas. Una de ellas fue a no temerle a los tratos con las grandes empresas.

Peculiarmente, al igual que cuando comenzó, la pandemia del covid-19 hizo que su empresa aumentara las ventas y se consolidara en el mercado. Sus clientes también han sido claves en el proceso de crecimiento.

“Nos han ayudado a diversificarnos, a ampliar el portafolio y a hacer nuevas alianzas. En 2020 tuvimos un acercamiento con la Cámara de Comercio para crear una página web e impulsar el comercio digital”, afirma.

Emperatriz jamás pensó en ser empresaria, solo sucedió. La vida la puso en ese camino y ella, con determinación, ha sabido dar cada paso, y siempre de la mano de la Cámara de Comercio.