Mentira, realidad y deseo: las mujeres del 8 – 8 – 8
Me miento cada día. Elijo ignorar algunas verdades para mantener la esperanza. Sé que una vida totalmente dirigida por la verdad no es sino un camino hacia la locura. Aunque mi caso no sea grave, uso la estrategia de Leonard Shelby en Memento: con su falta de memoria de corto plazo y su incapacidad para crear recuerdos nuevos, decide a cada instante ir adaptando sus vivencias, inventando certezas falsas y aferrándose a ellas para no desistir. Eso fue lo que me pasó al ver estas mujeres. Me mentí, sentí algo hermoso y quise volverlo real, quise inventar la verdad porque estaba muy cansado para buscarla. Ustedes, ¿se están mintiendo también?
Es necesario mencionar estas cosas: el año de la foto, la causa que apoya, lo escrito en el negativo y quiénes son ellas.
1920
Finaliza la Primera Guerra, se crea la Sociedad de las Naciones, emerge el surrealismo, Gandhi llama a la desobediencia contra el imperio británico, Unamuno escribe contra la monarquía en España, Duke Ellington brilla en los cabarés, el voto femenino se aprueba en Estados Unidos. Incluso en Colombia todo estaba dado para el cambio, estallaron huelgas obreras y las feministas plantearon algunas de sus peticiones: poder ir calzadas al trabajo, salario igualitario, finalizar los abusos incluso sexuales en fábricas y haciendas.
8 – 8 – 8
“8 horas de trabajo, 8 de recreación, 8 de descanso”, una propuesta para reducir las jornadas esclavizantes de trece, catorce y hasta quince horas durante la revolución industrial, una propuesta planteada en 1817 y aprobada en Estados Unidos en 1868 pero que comenzó a ejecutarse realmente en 1886. En Colombia se demoró hasta 1934. Esa es la causa que apoya esta bandera.
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Usando un espejo se lee “Escolástico Álvarez”. No se sabe si era comerciante, sindicalista, amigo, padre de alguna de ellas o simplemente la persona que pagó por la foto… Al lado dice “2017 c130”: son el número del negativo y la caja donde se guardó. La fotografía fue tomada por Melitón Rodríguez, quien comenzó retocando negativos en el negocio de su hermano, la Sociedad Fotográfica Cano y Rodríguez, para luego asumir el rol de fotógrafo principal.
Tres desconocidas
Las imaginé como heroínas gritando consignas, las soñé marchando por las calles entre ríos de gente, me vi escribiendo una historia épica para que sus logros no siguieran ocultos, pero la verdad es que quizá simplemente posaron. En palabras de Jackeline García Chaverra y Gabriel Meneses, funcionarios del Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto, en ese entonces “eran comunes las puestas en escena”, “a las mujeres se les pagaba por posar, como tantas veces lo hicieron las modelos desnudas en los daguerrotipos de 1840”, “en la imagen se ven los telones”, “Melitón usaba mucho esa técnica”, “intentaron borrar el asta de la bandera”… Todo sensato y sin especulaciones, porque “el análisis de la imagen se deposita en la fuente primaria, lo que dejó indicado el fotógrafo”, quien sobre ellas no dijo nada.
Así que elijo mentirme
En la Colombia de 2021, de inequidad intensificada por la pandemia, de protestas y bloqueos en las calles, en la Colombia sin líderes que nos guíen, me miento para dejarme inspirar por esa imagen, me miento para creer que las luchas que hemos dado han valido la pena, me miento aferrándome a otras posibilidades, como la de Paula Urrego Sánchez, historiadora y analista de la BPP, al afirmar que “Rodríguez fue más allá de la creación de ficciones para burgueses preocupados por su imagen, retratando a personajes diversos, incluso marginados, indígenas y afro (…), dejando una obra que es fuente de información primaria sobre las costumbres, hábitos y realidades, que es ejercicio artístico que rompió con los estereotipos y tradiciones de la imagen fotográfica análoga”. Elijo intuir la sensibilidad de Melitón, elijo creer en estas tres mujeres, elijo ignorar que no hay pruebas concluyentes, elijo sentir con el deseo y convertirlas en heroínas impulsando una causa con su presencia, elijo crear ese recuerdo y moldearlo al ponerles pancartas, elijo cerrar los ojos para verlas avanzando mientras lanzan gritos de protesta, elijo escribir para que su causa no siga siendo invisible y mucho más ahora cuando la conquista de 8 – 8 – 8 está perdiéndose de nuevo: con la pandemia y las tecnologías de información la jornada laboral pasó de 48 horas a ser un loop infinito de correos electrónicos, citas en el Calendar y notificaciones de WhatsApp.
Pero venceremos de nuevo, lo sé.
También sé que me estoy mintiendo otra vez y que una vida totalmente dirigida por la verdad no es sino un camino hacia la locura.