Contraportada de Alternativa #252, 21 de febrero de 1980.

Mundial Colombia 86: cocaína y estado de sitio

Por JUAN FERNANDO RAMÍREZ ARANGO

Apropósito de la cancelación de la Copa América en territorio colombiano, vale la pena recordar la historia detrás del fallido mundial Colombia 86. Sede que había sido designada unánimemente por la Fifa doce años antes, el 9 de junio de 1974, en Fráncfort, a cuatro días de que iniciara el mundial de Alemania, como bien lo informaría AFP: “Colombia se apuntó hoy el primer triunfo del décimo mundial, al conseguir la sede del decimotercer campeonato del mundo”.

Al día siguiente, lunes 10 de junio de 1974, El Tiempo comunicaría la noticia a través de este titular telegráfico que se robaba la primera plana: “Mundial del 86: Colombia, sede”. Debajo del cual se resaltaban estas palabras de autoengaño, escondiendo el centralismo intransigente que regía al país de larga data: “Colombia, se dijo aquí, tiene la ventaja de ser un país equilibrado, con urbes de equivalente importancia sembradas por toda su geografía”.

Cuatro días después, el viernes 14 de junio de 1974, Klim, seudónimo de Lucas Caballero Calderón, el columnista más leído del momento, le dedicaría su espacio de opinión en El Tiempo al mundial Colombia 86. Allí, en la tradicional página 4A, bajo el título “La segunda sede”, diría que esa designación era la cereza en el postre de los problemas que azotaban al país: “Uno pensaba que era imposible pedir más. Y sin embargo nos llega, como caída del cielo, la sede para el mundial de fútbol de 1986. Como si el país no hubiera demostrado ya, gracias a los ministros y a los planificadores, que tiene suficiente dominio de pelota”.    

Diez días después, el 24 de junio de 1974, la legendaria revista Alternativa, presidida por García Márquez, se sumaría a la crítica de Klim con su portada número 10, titulada “El Mundial de 1986, tragedia nacional”. Titular extraído de la respuesta de Alejandro Brand, figura de Millonarios y de la selección, a esta pregunta de Alternativa: ¿Qué piensa de la designación de Colombia como sede para el Mundial del 86? “Es una tragedia nacional. Me imagino el despilfarro de dinero y el endeudamiento con países extranjeros que tendremos que hacer para crear la imagen de una falsa prosperidad… Se trata de una propaganda bien montada, con doce años de anticipación, para realizar un espectáculo con los fines que sabemos: distracción”.

Dos semanas después de esa portada futbolística, el 8 de julio de 1974, Alternativa le dedicaría la número 11, bajo el título “¿De qué se ríe?”, al saliente presidente Pastrana. Titular que se desarrollaba a partir de la página 16, donde la revista haría un balance de “Cuatro años de represión” de ese gobierno, último del Frente Nacional, caracterizado, entre otras cosas, por la “carestía incontrolada, el recorte progresivo de los derechos sindicales y de huelga, la absorción de la justicia ordinaria por la justicia penal militar, la eliminación selectiva de los dirigentes populares, la militarización y destrucción de la universidad pública, la concentración creciente del ingreso y de la tierra en manos de la minoría explotadora y la institucionalización del Estado de Sitio como norma de gobierno”. Balance desastroso que contrastaba con las palabras emitidas por Pastrana al conocerse que la Fifa había designado a Colombia como sede del Mundial 86: “La determinación no fue una concesión gratuita, sino consecuencia de un estudio directo de la realidad nacional y constituye, por lo tanto, una nueva afirmación de que Colombia goza hoy ante el mundo de un sólido prestigio por sus múltiples presentes”.

En el siguiente mandato, el de López Michelsen, marcado también por la carestía incontrolada y el estado de sitio, gobernando apenas catorce meses sin decretarlo, cinco más que su antecesor, el mundial Colombia 86 no sería tema de la agenda gubernamental. Sin embargo, el mundial Argentina 78, que verían por primera vez en TV a color cien mil bogotanos, sería un bálsamo para ese gobierno, como informaría la agencia AP el 1 de junio de 1978, tras la inauguración de ese evento orbital, en una noticia titulada “El fútbol ayudó al orden público”: “La calma se restableció hoy en Colombia después de cuatro semanas de violencia desencadenada por un alza del 12% en las tarifas del transporte urbano. La iniciación de la Copa Mundial de Fútbol, transmitida a los 26 millones de colombianos por radio y televisión, ayudó a las Fuerzas Militares a mantener la calma, pues las gentes se recogieron al mediodía en sus casas, oficinas o salas de cine para ver la ceremonia inaugural y el primer partido”.

Tres días después, el domingo 4 de junio de 1978, fecha de descanso en el mundial, sería elegido Turbay Ayala como el presidente número 70 de Colombia. Triunfo reñido que solo sería aceptado por el conservatismo el 20 de junio, cuatro días antes de que, en su columna “Reloj” de El Tiempo, Daniel Samper Pizano hiciera un recuento de la mirada de la prensa extranjera con respecto al país: “Si creemos en la mala prensa, el asunto se está convirtiendo en un pleito de Colombia contra el resto del mundo”. En la selección del resto del mundo estaba, por ejemplo, Business Week, que había dicho lo siguiente en un artículo titulado “Colombia: cómo la droga y el dinero caliente trastornan los negocios”, publicado el 12 de junio de 1978: “Colombia, el segundo proveedor de café del mundo, ha colocado otra olla en el fuego. El tráfico ilícito de drogas alcanza los mil millones de dólares al año, casi la mitad de lo que producen las exportaciones legales del país. Pero el hecho de ser el primer productor mundial de marihuana y cocaína, con el agravante de una floreciente organización del crimen, violencia callejera y virtual colapso del sistema judicial, está demoliendo la estructura social y causando serias perturbaciones a los negocios legítimos. Los observadores creen que el producto del mercado negro está entrando a muchas de las principales empresas y bancos de Colombia, e incluso a sucursales de entidades multinacionales. Está surgiendo una nueva élite. Las viejas familias de la clase dirigente no han perdido terreno en lo económico, pero su tajada política está disminuyendo a causa del alza en los intereses provenientes de moneda rara”.     

Al día siguiente de ese editorial, Argentina levantaría por primera vez la copa del mundo, hecho que sería titulado así por la agencia AP: “En Argentina, los militares ganaron su mundial”: “Para el presidente Videla y su Junta Militar, la supremacía de Argentina en los campos de juego fue meramente un aspecto accesorio del fútbol político que estaban disputando en conexión con el deporte más popular del mundo”.

Un año y medio después de ese “Mundial a sangre y juego”, denominado así por Alternativa en su portada número 159, en donde había invitado a boicotearlo, esa revista retomaría el tema del mundial Colombia 86. Lo haría en su edición 247, publicada el 17 de enero de 1980, a diez ediciones del adiós. Allí, en un artículo titulado “Mundial de fútbol: ¿despropósito nacional?”, se divulgaría un estudio de factibilidad contratado por el gobierno a la Universidad Nacional, en donde se trazaban cuatro escenarios distintos para la celebración de ese evento en el país, siendo el más barato el que tenía un costo de 9100 millones de pesos, 6100 millones más de los que estaba dispuesto a invertir el gobierno de Turbay Ayala, quien le chutaría la pelota al Congreso: “Ya no depende de la decisión del ejecutivo, sino de quienes tienen poder suficiente para decidir sobre el manejo de los dineros del Estado”. Además, sabiendo que el mundial de Argentina había costado 7900 millones de pesos más con ocho selecciones menos, Alternativa concluiría el artículo con estas palabras: “Aunque le duela profundamente a nuestro corazón futbolero y se nos haga un nudo en la patriótica garganta, nuestro reducido bolsillo nacional no nos autoriza a decirle Sí al Mundial del 86”.

Contraportada de Alternativa #247, 17 de enero de 1980.
Portada de Alternativa #10, 24 de junio de 1974.

Dos años y tres meses después, el 23 de abril de 1982, para decirle sí al mundial, se crearía la Corporación Colombia 86, liderada por el Grupo Grancolombiano, que, “con el apoyo moral del gobierno”, emprendería la realización de ese megaevento en el país, estimándolo en un costo irrisorio de 1600 millones de pesos. Era, sin duda, una maniobra del Grupo Grancolombiano para limpiar su imagen, que estaba siendo cuestionada por la Unidad Investigativa de El Espectador, a través del llamado “escándalo de los autopréstamos”, que desembocaría en un descalabro financiero de quinientos millones de pesos y en el desmantelamiento progresivo de ese grupo a partir de 1983. Por eso, para no salpicarse, el 28 de abril de 1982, Bavaria se retiraría de la Corporación Colombia 86.

Iniciativa que, tres días antes del mundial de España, el 10 de junio de 1982, sería presentada al resto del mundo por la agencia UPI: “La corporación es un ente privado que ha asumido la responsabilidad de la organización del torneo, lo que no ha sido hasta ahora aceptado por la Fifa, que aspira a que sea el gobierno de Colombia el que formalmente se comprometa con la realización del campeonato de 1986. Al parecer, la decisión final será tomada en agosto tras asumir el cargo el nuevo presidente colombiano, Belisario Betancur, quien ha expresado tímidamente su respaldo a la organización del torneo”. Tan tímido sería ese respaldo, que Belisario, invitado especial del rey Juan Carlos a la final del mundial, no asistiría a ese encuentro, en el que el nombre de Colombia no sería pronunciado en el discurso de clausura ni el tablero electrónico mostraría la despedida: “Nos vemos en Colombia 86”.

Y tras esa invitación que no salió del sobre, vendría un ultimátum de la Fifa, expresado así en un artículo titulado “Colombia pagó el pato”, en donde el pato era Belisario, publicado en la edición 11 de Semana: “Havelange habría puesto un plazo hasta el 16 de diciembre a la delegación colombiana, utilizando términos muy duros: ‘Ya está bien de videos y revistas de propaganda, es hora de trabajar en serio’. Se refería, sin duda, al audiovisual sobre la Colombia turística que preparó el Banco de Colombia para pasar por la televisión española, y a una separata especial hecha por Cromos que fue llevada a España y distribuida masivamente”.

Tres días después de ese ultimátum, el 14 de julio de 1982, el siguiente titular se robaría la primera plana de El Tiempo: “Peligra el Mundial 86”, debajo del cual se emitirían estas declaraciones de Fernando Londoño Henao, representante de la Corporación Colombia 86, que ya sabía que el mundial de España había costado 5000 millones de pesos más de los que habían presupuestado para el caso colombiano: “Lo del Mundial es un aparato demasiado grande que de ninguna manera puede asumirlo únicamente la empresa privada y exige la participación del Gobierno. Si estas condiciones no se dan, habrá que renunciar a la sede del Campeonato del 86, para que lo haga otro país”. Palabras que, prácticamente, serían el adiós de la susodicha corporación, dejando tras de sí, como única huella para la posteridad, la contraportada del álbum Panini del 82, surcada por el águila del Grupo Grancolombiano, pero, en lugar del lema “Juntos volamos más alto”, se leía esta leyenda: “Apoyamos el Mundial Colombia 86”.

En esa misma edición de El Tiempo, Enrique Santos Calderón informaría que el mundial Colombia 86 no paraba de generar dudas en la prensa extranjera, como esta en la portada de la revista Time: “¿Podrá esa pequeña república de cocaína y café albergar un acontecimiento de semejante magnitud?”. Pregunta que causaría mucho revuelo en los rotativos bogotanos, a tal punto que, el 20 de julio de 1982, la revista Time le ofrecería disculpas por escrito a Colombia, en carta remitida a Turbay, con copia a El Espectador y El Tiempo, diario que la comentaría al día siguiente en su editorial: “La carta contiene términos muy notables, y es algo más que una disculpa. Destacamos el hecho de señalar a Colombia como ‘la más grande democracia hispanoparlante de Latinoamérica’. Reconocimiento a una tradición que tal vez los colombianos no estimamos en lo que vale”.

La más grande democracia hispanoparlante de Latinoamérica que, en ese momento, llevaba cuatro años consecutivos en estado de sitio y 46 meses regida por el Estatuto de Seguridad, al que Klim, por ejemplo, había calificado de absurdo y antidemocrático: “Si alguien se está muriendo de hambre y sale a la calle a protestar, eso se interpreta como subversión. Es que la subversión, según el Estatuto de Seguridad, consiste en no estar de acuerdo con el mal gobierno”.

Mientras se zanjaba esa polémica suscitada por Time, a la que Alberto Aguirre, en su columna de El Mundo, tildaría de complejo del colonizado, saldría a la luz que la Fifa estaba preparando exigencias imposibles de cumplir para Colombia, como tener doce sedes, dos con estadios para ochenta mil espectadores, cuatro para al menos sesenta mil y el resto para no menos de cuarenta mil. Esas exigencias del primer mundo serían oficializadas dos meses más tarde, el 27 de septiembre de 1982. “Exigencias aberrantes”, según AFP, a las que la dirigencia del fútbol colombiano respondería con patadas de ahogado, al proponerle a la Fifa que aplazara el mundial ocho años. Y al día siguiente, el 30 de septiembre de 1982, la Federación Brasileña de Fútbol le lanzaría un salvavidas a esa propuesta desesperada, consistente en hacer un cambio de fechas, Brasil organizaría el mundial del 86 y Colombia el del 94. Cambio de fechas que no tendría eco en la prensa más allá de la primera semana de octubre, cuando sería declarada por segunda vez en la historia del país la emergencia económica, debido al alto déficit fiscal y a la crisis financiera provocada por el Grupo Grancolombiano. Para entonces solo el 35 por ciento de los colombianos quería que se hiciera el mundial Colombia 86. Sin embargo, la última palabra la tendría Belisario Betancur.

Última palabra que escupiría después de que una comisión evaluadora le advirtiera que cumplir las exigencias de la Fifa costaría por lo menos setenta mil millones de pesos. Última palabra que, como titularía El Tiempo al día siguiente, en realidad fueron 99: “En 99 palabras se han terminado ocho años de largas discusiones”. 99 palabras que serían emitidas en 55 segundos al final de una alocución presidencial televisiva, transmitida el 25 de octubre de 1982, y que ya han sido tan cacareadas en otros artículos que no vale la pena repetirlas, las encuentran, por ejemplo, en YouTube, en un video titulado: “Presidente de Colombia rechaza la sede del Mundial de 1986”.

Posdata 1: Esas 99 palabras terminaban así: “Y García Márquez nos compensa totalmente lo que perdamos de vitrina con el Mundial de Fútbol”. Ya que cuatro días antes había sido galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Por eso, dos días después de las 99 palabras, el editorial de El Tiempo sería titulado de esta manera: “Sin Mundial, pero con Nobel”, editorial donde se evidencia que los problemas de ayer siguen siendo los de hoy: “Estamos frente a circunstancias internas muy difíciles, como son las que aludió el Presidente: paros cívicos, alzas represadas, el problema de la amnistía y, en forma general, el de la paz, etc. Y la atención de gobernantes y gobernados no podía desviarse ni seguir extraviada en los pormenores de un suceso costoso y en el fondo suntuario”.

Posdata 2: El 16 de diciembre de 1982, día en que la renuncia de Colombia al mundial del 86 se haría oficial, los periódicos de mayor circulación del país registrarían en primera plana otra renuncia, sí, la del alcalde de Medellín. En El Tiempo bajo este titular: “Renunció Uribe Vélez”: “A pesar de que el gobernador Álvaro Villegas Moreno lo pidió protocolariamente, el alcalde de Medellín, Álvaro Uribe Vélez, renunció en forma irrevocable al cargo”. ¿Por qué lo hicieron renunciar? La respuesta está por fuera de los objetivos de este artículo, es harina de otro costal, pero involucra a Belisario Betancur y la pueden encontrar en el libro Secretos de un líder, publicado en 2013.