Troyano
Alex Vella Gera
Presentación
»…La gente como tú es la razón por la que la vida se ha hecho tan mezquina. La gente como tú, con su egoísmo, ha roto todo lo que era bello en este mundo. El mundo moderno lo hicieron ustedes, ustedes son los verdaderos diablos, no los de las imágenes«.
Novela publicada en 2015 y ganadora del Premio Nacional del Libro de Malta. Traducida del maltés por Antoine Cassar. Es una historia ambientada en los primeros años de esta década y gira en torno a la vida de Ġanni Muscat, un hombre mayor, padre de familia, misántropo y católico fundamentalista, amante de los gatos y autor de El canto de las sirenas, su única novela y una pieza clave de la literatura maltesa de los setenta. Rápidamente la narración nos sumerge en la biografía y las contradicciones del protagonista que, enfrentado a su odio por el mundo liberal y moderno, jamás ha podido huir de su pasado ni de la literatura.
Alex Vella Gera: Nace en Malta en 1973. Ha sido galardonado en dos oportunidades con el premio Nacional del Libro Maltés por sus novelas Las serpientes han vuelto a ser venenosas y Troyano. Actualmente vive en Bruselas donde ejerce como traductor. Troyano es su primera obra traducida al español.
Fragmento
Los años, sobre todo los últimos, habían pasado como un relámpago. Sentía cada uno de sus sesenta y siete en el cuerpo, ahogándolo, mareándolo, doblándolo, envejeciéndolo. Sentía la vejez en cada cita con el médico; hoy te duele la espalda, mañana las entrañas, pasado mañana se te nubla la vista; los huesos se convierten en polvo y la mente se desintegra en mil pedazos, mil nada. La vejez se le notaba en el rostro —en esas cuencas como cuevas que no sabías si seguían hacia dentro o si terminaban— y en sus noches que no acababan y en las que no conseguía pegar un ojo.
Últimamente había comenzado a preguntarse porqué tanta amargura. Sí que estaba amargo, no había duda. La pesadumbre se le pegaba a la piel como el sudor. La vida se le había convertido en un remolino de agobio. ¿Pero tengo derecho a estar amargado después de una vida más o menos tranquila? Bueno, no precisamente tranquila, pero nada grave si se comparaba con otras vidas de las que había oído hablar, vidas que de verdad se vivían en un valle de lágrimas. Bastaba con mirar las noticias por televisión para comprobar que en eso tenía razón. Y no hacía falta buscar tan lejos. En todas partes podías encontrar personas amargadas, escondidas detrás de una sonrisa y el «muy bien, muy bien» de siempre.
En ese preciso instante no se sentía decaído. La media hora después de terminar la misa para él era el mejor momento del día, pues se encontraba en un estado de gracia, no contaminado por la vorágine del mundo exterior más allá de la iglesia sombría. Iba conduciendo con una preciosa calma y concentración, aun en medio de las bocinas de los otros autos porque conducía demasiado lento. Pero esa corriente de amargura seguía allí siempre, lista para volver a brotar con el más ínfimo pensamiento.