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Coqueto y generoso, John Jairo Jaramillo es inventor de mujeres y repartidor de tragos. Cuando sale a caminar hasta las calles lo saludan…

Como una “pícara nena malcriada” Vero nos muestra sus calzones, diría la abuela. Calzones que ya no son repollos de boleros sino una pegatina rayada con un lisérgico ícono pop.

A El Capi, que llegó desde Buenaventura a principios de los 80, salvándose de que su padre lo dejara trabajando en el puerto, es imposible no verlo pasar y que algo en la memoria se quede como postal de un país tropical, Caribe, así sea entre montañas.

Toda ella repaisa con acentos, filigrana de costeña momposina, trigueña casi morena de ojos verdes claros, cejas abundantes y rasgos voluptuosos como sevillana de origen mudéjar. Nuestra belleza mestiza y exuberante sacó lo mejor de tres razas y poco adorno o retoque requiere lo natural para ser memorable, siempre amable y familiar.

Es difícil hablar de estilo cuando alguien considera el propio casi un disfraz. Un antifaz de espejos invulnerables que conserva en las sombras a su dueño —y repelente sólo refleja al propio espectador—, que deformado y listo para un cómic cubre el rostro. Lo poco que de él se puede ver, ya que un gran sombrero tejido con foulard multicolor hace su parte. Así y con esa lógica pareciera jugar Nelson con su estilo tan primaveral y vital como tan desteñido y añejo.

Del estilo Street Fighters las mejores imágenes que he visto las hizo David LaChapelle para divas como Aguilera, JL o Mariah Carey. En ellas vemos a las poderosas hembras latinas mezcladas con morenas de todos los downtown de la ciudades gringas con su estética sportyspice, un poco de códigos deportivos para bajarle temperatura a la picante exhibición.

Toda una estrella que brilla con su propia Luz Clarita, para que no encandile los ojos turbios y rojos de su público en la noche. También mechones de luz en la erizada cabellera oro ácido de tanto decolorar.

Sus rizos mulatos, que caen como racimos de uvas maduras, enmarcan el rostro en un peinado que las griegas seguramente llevaron al lucir sus túnicas. Ellas, también pelinegra, supieron del trabajo que ameritan unos lindos y sanos rulos. Cremas, ungüentos, aceites, jaleas, bálsamos, todo vale, pero finalmente depende de la humedad relativa.

Él/Ella sabe que juega a la suma y sobre-posición. Suma trans de género, de estilo y de estéticas opuestas, ahora puestas al servicio del que no tiene límite miedoso entre ser y parecer…

Con sombrero bombín, paraguas —a modo de bastón— y elegantes ademanes de un lord inglés de finales del XIX, este demente conciente ennoblece su estilo crítico que seguramente va mas allá del simple vestir. Durante los observatorios “street vision” realizados por inexmoda hasta el 01, encontramos algunos representantes en la ciudad de este perfil masculino, entre hombres maduros que liberados de todo estereotipo de la sociedad de consumo —de modelos y modas— y gracias a la dimensión intelectual de su existencia, asumieron la indumentaria con sentido atemporal, lúdico y panfletario.