Sus rizos mulatos, que caen como racimos de uvas maduras, enmarcan el rostro en un peinado que las griegas seguramente llevaron al lucir sus túnicas. Ellas, también pelinegra, supieron del trabajo que ameritan unos lindos y sanos rulos. Cremas, ungüentos, aceites, jaleas, bálsamos, todo vale, pero finalmente depende de la humedad relativa.
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Él/Ella sabe que juega a la suma y sobre-posición. Suma trans de género, de estilo y de estéticas opuestas, ahora puestas al servicio del que no tiene límite miedoso entre ser y parecer…
Con sombrero bombín, paraguas —a modo de bastón— y elegantes ademanes de un lord inglés de finales del XIX, este demente conciente ennoblece su estilo crítico que seguramente va mas allá del simple vestir. Durante los observatorios “street vision” realizados por inexmoda hasta el 01, encontramos algunos representantes en la ciudad de este perfil masculino, entre hombres maduros que liberados de todo estereotipo de la sociedad de consumo —de modelos y modas— y gracias a la dimensión intelectual de su existencia, asumieron la indumentaria con sentido atemporal, lúdico y panfletario.
Una muñeca que te desafía desde la seguridad de su belleza. Mientras los accesorios resultan onomatopeyas de heridas y dolor, el rostro es perfecto, pulido y lustrado sin la menor cicatriz ni huella de horror.