El milagroso río Medellín
por DANIEL TOBÓN ARANGO • Fotografía de Juan Fernando Ospina
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Número 147 Diciembre de 2025
Todo comenzó con Víctor y una fotografía que le tomaron en el periódico Universo Centro. En ella vemos a Víctor dentro del río con el agua a la altura de su entrepierna. Con su mano izquierda abraza la balsa hecha de láminas oxidadas y tablas sin lijar. El primer artículo que escribieron sobre él es más poético que testimonial. Se centra en la imagen del balsero que araña las entrañas de un río que a veces huele a muerto y otras a aguardiente, para sacar piedras y arena. No profundiza más, los espectadores que vemos a Víctor lo entendemos todo. Sin embargo, no faltó quienes indagaran en su vida y descubrieran que tiene setenta años, de los que lleva más de cuarenta en el negocio de sacar arena del río Medellín. Dice que su salud es perfecta y que él cree que el río tiene poderes curativos. Esas últimas palabras fueron las que dieron pie a todo lo que vino después.
A los pocos días, contiguo al sector en el que se apostaba Víctor con sus compañeros fueron llegando los demás. A la altura de la estación Caribe donde la corriente parece dar un respiro, fueron bajando a la orilla, primero los empresarios, luego los feligreses. Nunca supimos si el primer discípulo lo creyó de verdad o si solamente vio una oportunidad de negocio a costa de la ingenuidad de quienes buscan aferrarse a una creencia, en especial, a una que ofrece milagros relacionados con la salud.
Los primeros ciudadanos que se atrevieron a entrar en las aguas del río fueron los más desesperados. Recogimos el testimonio de varios feligreses que habían llegado a medidas extremas para contrarrestar el deterioro causado por alguna enfermedad. Entre los tratamientos más extremos había quienes bebían sangre de gallinazo para prevenir trastornos sanguíneos; otros que se tomaban un vasito de su propia orina en ayunas para proteger el sistema inmunológico; algunos eran compradores constantes de las pomadas de coca y mariguana para evitar los dolores de los huesos; y un buen número de los entrevistados afirmaron haberse bañado en ruda, por lo menos una vez en su vida, para alejar las enfermedades de la envidia. Ahora se bañaban en el río Medellín con la esperanza de que todos sus dolores fueran ahuyentados por el poder milagroso de esas aguas que bajan untadas de cuanta materia orgánica existe en el mundo.
Con el correr de los días la voz se regó como una epidemia. Al parecer, aquellos que ingresaron en las aguas del río comenzaron a sentir que sus vidas mejoraban. Los que sufrían de migrañas manifestaron que desde que se bañaron en las aguas turbias ya no sentían los recurrentes martillazos golpeando sus cabezas. Aquellos que sufrían de insomnio pudieron dormir; contaron que tuvieron sueños lúcidos en los que el río les hablaba como si fuera la voz de un dios muy antiguo, que les encargaba difundir el mensaje de los poderes curativos de sus aguas.
En la actualidad, bañarse en las aguas del río Medellín es destino obligado para los peregrinos de la fe fluvial. Aparece en la guía de turismo en las mismas secciones donde recomiendan El Camino de Santiago y equiparan la experiencia a bañarse en las aguas del Ganges. Debido al alto flujo de turistas no ha faltado quienes lleven a los feligreses a otros tramos del río. Por eso la marca oficial ha puesto un letrero enorme en el que afirma que el tramo entre Caribe y Tricentenario es “el original”. Los visitantes también pueden llevarse un frasquito con agua del río para la buena suerte.
Le preguntamos a Fernando Villegas, un reconocido intelectual sobre el asunto, y nos dijo que ya era hora de que la pujanza paisa le sacara provecho económico al río Medellín. “Con nuestra capacidad de perfumar un bollo y venderlo, antes nos habíamos demorado”, remató el autor de varias novelas sobre las torpezas de la antioqueñidad.
Lo único que preocupa a las autoridades es que en los días de lluvia los feligreses no acatan los llamados de alerta ante las crecidas. Como medidas preventivas se ha instalado un grupo de salvavidas con silbatos que a determinadas horas, o según esté el clima, dispersa a las multitudes. Otro de los problemas, uno menor según las voces de la Alcaldía Distrital, es que ya es más difícil identificar si los cuerpos que recogen llegando a Porce han muerto por un acto violento o por un acto de fe. Para dar un alivio burocrático, Medicina Legal ha solicitado a la curia episcopal declarar al río Medellín como un lugar sagrado, por lo tanto, se entiende que cada muerto que es recogido en sus aguas ha pasado por la extremaunción con el fin de que guarden descanso eterno en el Cementerio Universal.
El río Medellín es ahora visto como un animal mitológico que abarca toda la ciudad, en el pasado nadie quería tener mucho que ver con sus flatulentas aguas. Al día de hoy multitudes de peregrinos hacen fila para ser lamidos por sus aguas turbias en las que corre el alivio de las enfermedades, tanto las del cuerpo, como las del alma.