Después de las disculpas, Patti nos explica que llegaron al río Amazonas porque para la exposición de Correspondences, exhibida en el Museo de Arte Moderno de Medellín, ella y Stephan quisieron hacer una pieza única que dialogara con la ciudad y con el país. Eso hacen en cada lugar al que llevan la obra. Expanden el diálogo con ese sitio específico y tratan de que el espacio nutra la conversación. Así que Stephan tomó sus equipos de captura de sonido y vino a Medellín hace algunos meses a buscar los materiales que usarían para alimentar su correspondencia con Colombia.
Inicialmente, Stephan tenía la idea de grabar los delfines rosados del Amazonas y llevarle a Patti sus sonidos, replicando la lógica de lo que han hecho en sus colaboraciones anteriores. Stephan viaja físicamente a lugares en los que recoge materiales sonoros y a veces imágenes y objetos, que luego le lleva a Patti para que ella componga textos o canciones en el estudio. Patti dice que en este momento de su vida no puede emprender viajes difíciles, así que él es el viajero físico y ella la viajera mental.
“Haciendo grabaciones de sonido para películas, a menudo me imaginaba paisajes invisibles, un lugar al que iba sin abrir los ojos (…) Entonces lo que hago ahora es que dejo el micrófono grabando, y eso es lo que le llevo al estudio a Patti. Hay una primera capa que son sonidos, pero debajo de esa capa hay memorias enterradas y me gusta creer que Patti está caminando en estos paisajes invisibles y despertando esas memorias”, cuenta Stephan. Buscándolos ha ido a Chernóbil, a Grecia, a México, a India, y ahora la brújula apuntó hacia Colombia.
“No conseguí a los delfines rosados, nunca vinieron, nunca los escuchamos. Pero capturamos el sonido del agua porque estaba lloviendo copiosamente cuando fuimos ahí, y de repente el sonido de la lluvia golpeando el agua del río, capturado por mi micrófono que estaba debajo del agua, se escuchaba como un nuevo sonido, como el sonido de un tambor. Y fue obvio en ese momento que lo que estaba buscando no era el sonido de un delfín rosado sino el sonido del agua cayendo”. Stephan vive el proceso de recolectar voces y sonidos de hojas, piedras o del viento en un sitio como un camino al asombro. Sabiendo que casi nunca va a recibir lo que fue a buscar, pero que eso que aparece es lo que está esperando por él. Lo asume como una responsabilidad vital de la que depende la ofrenda que luego le llevará a Patti para que ella descifre el misterio.
Tomo fuerzas para levantar la mano y preguntarle a Patti qué hace cuando ya tiene los materiales con ella. Cómo puede viajar a esos lugares y canalizar los espíritus que están ahí. Se lo pregunto queriendo entender en el fondo de dónde viene su poder, cómo hace para tener un cuerpo más grande que su cuerpo y una voz que parece integrar las de otros. “Cuando estamos en el estudio yo tengo la mente de Stephan, sus viajes, sus sonidos, mis propios estudios, mi propia imaginación y así improviso. Escucho solamente sus paisajes sonoros. Y llega a mí”. Patti dice que no es tan buena escuchando porque tiene mucha energía, pero para hacer este proceso da un paso atrás y se concentra. “Es lo mismo con los muertos. Si hago lo mismo puedo escuchar la voz de mi madre o mi hermano. Incluso puedo escuchar a mi perro”.
Patti habla con soltura sobre los mundos invisibles por los que transita. Los lugares a los que viaja con la imaginación, mientras sueña despierta en su escritorio o escucha las voces de los que ya no están aquí. Siempre me impresionó en sus textos y en su música esa bravura para aceptar el duelo y hacerle frente a la vida como una celebración. “He tenido muchas pérdidas en mi vida. Perdí a mi esposo, a mi hermano, a mis mejores amigos por el sida, a mis padres. Pero yo creo que mi gente está conmigo. Los siento conmigo. Caminan conmigo. Y por supuesto los extraño, físicamente. Pero creo en eso y esa idea me sostiene”. No solo encuentra fortaleza en la tribu que la acompaña, también en el trabajo. Patti dice que lo que la ha ayudado a soportar el horror a lo largo de la vida es concentrarse en hacer. “Podría pensar en mil cosas terribles en este momento. En mi propio país, en lo que el gobierno de mi país está haciendo. Pero en este momento estoy concentrada en canalizar el río y estar aquí, hablando con ustedes”.
Stephan, además de traer el sonido de la lluvia cayendo sobre el río, trajo del Amazonas un rollo de papel acuarela de 9 por 1.20 metros que había llevado a la selva desde París. No sabía bien qué iba a hacer con él y terminó encontrando a una mujer experta en elaborar pigmentos con las hojas machacadas de los árboles, y con esos pigmentos creó la voz gráfica del río. Ese rollo llegó a las manos de Patti. “Ellos me trajeron este largo pedazo de papel con este mapa rojo como sangre y yo hice la parte sencilla. Mi parte es escribir. Pensé: tengo que canalizar la voz del gran río Amazonas. ¿Qué me va a decir?”.