Adán y Eva
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El Chino hace memoria y recuerda esos días de finales de 1980 en los que su principal encargo era ir a Nápoles para completar un registro de animales que parecía inabarcable, pues no paraban de llegar de varias partes del mundo. Cumplía con sus encargos como podía, caminando solo por pastizales con ganado africano, búfalos, antílopes, gacelas, cebras, camellos, elefantes, rinocerontes, o en compañía de algún amigo del Maracaibo, a quienes se llevaba consigo para que presenciaran aquel espectáculo bizarro, completamente fuera de lugar. A los primeros hipopótamos que llegaron a Nápoles, un macho y tres hembras, los fotografió a pocos metros de distancia, sin ninguna defensa de por medio. Nadie sabía que eran animales extremadamente peligrosos, causantes de numerosas muertes humanas.
La fotografía de una pareja de los primeros hipopótamos que llegaron a Nápoles merece estar en exhibición permanente en el Museo Nacional de Memoria Histórica, pues es un registro único de un Adán y una Eva, introducidos a la buena de Dios en un paraíso sin depredadores naturales. Su descendencia se ha convertido en la doble metáfora anfibia del absurdo encarte que significa para Colombia la herencia de Pablo Escobar, que permanece bajo la superficie, y la presencia a flote del narcotráfico en nuestro día a día, que continúa imbatible, reptando a través de las grietas de la sociedad.
Unos hipopótamos que, como el narcotráfico, se han metido con los campesinos, han desplazado especies nativas y han colonizado potreros. En las noches se pasean esporádicamente por los poblados vecinos, cuyos habitantes han terminado por cogerles cariño y tratarlos como mascotas. Son objeto de admiración. En el parque temático que reemplazó a la hacienda Nápoles atraen a miles de curiosos y se han convertido en estrellas de reportajes, series y documentales nacionales y extranjeros. Han sido declarados especie invasora, pero si alguien los toca, se alzan voces de protesta. Han sido perseguidos, cazados, esterilizados, como se ha intentado con el narcotráfico, pero, como el narcotráfico, se siguen reproduciendo sin control.
Cuarenta años después de que el zoológico de Escobar abriera sus puertas al público, se calcula que hay más de cien ejemplares dispersos por los alrededores del río Magdalena. Cada tanto se difunde un video en el que se ve a varios ejemplares caminando por las calles del corregimiento de Doradal. Una herencia pesada y fértil. Cuando la curiosidad por la vida del capo parece agotada, reproducida incansablemente en documentales, series y películas, su fantasma toma un nuevo aire del resoplido de un hipopótamo rebelde. Deshacerse de la memoria de Escobar es tan difícil e infructuoso, al menos, como intentar cazar manadas de hipopótamos libres por todo el corazón de Colombia.
A partir de mediados de julio, El Chino. El fotógrafo personal de Pablo Escobar, de Alfonso Buitrago, estará disponible para la venta.
Hemos cuidado cada detalle: afinando los textos del libro, editando las fotos que hacen parte de este proyecto, y avanzando en el proceso de edición.
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