El ingeniero solitario
Rodolfo Hernández discute de política en las mañanas con su mamá de 97 años. La longevidad familiar hace innecesaria la fórmula vicepresidencial del candidato. Hernández se precia de ser antipolítico aunque comenzó a buscar votos en 1991 cuando llegó al concejo de Piedecuesta. Aunque nunca fue por allá: “A mí toda esa mamadera de gallo me harta…”, dijo hace poco recordando su manera de ejercer y despreciar la política. Su figura es relativamente nueva en nuestro tarjetón: no es patrón de finca sino de empresa. Y no amenaza con dar en la cara, lo suyo son los hechos, no las promesas. Encarna los peligros de un voluntarioso entrado en años. Piensa que el Congreso es un sindicato y que los antiguos territorios nacionales son unas fincas por conocer. Ha prometido una ciudad con billetes de Hágase rico para los presos en esas lejanías. Hernández tiene un tinte a Trump y un aire al cura Hoyos. Ha dicho que no viviría en la Casa de Nariño: “Tiene muchas escalas”.
El candidato olímpico
Alex Char, el candidato a primer acusado de la nación, no da declaraciones, no va a debates, no responde preguntas. Sería el primer presidente elegido por pasar de agache. Todo lo que diga podrá ser usado en su contra. Solo ha hecho dos grandes revelaciones en la campaña: toma tinto con ganas y almuerza caldo los sábados. La proteína la come por fuera de la casa. Los descuentos son su principal promesa de campaña, es sin duda un aspirante muy olímpico. La intensidad, cercana al acoso, es una de sus grandes virtudes para que obras sean amores. Para la vicepresidencia suena con fuerza Julio Avelino Comesaña y María Fernanda Cabal. Pero se inclina a jugar por la derecha. Ya fue el jefe de la Casa Blanca donde operaba Aída Merlano, ahora aspira a la sencilla Casa de Nariño: House of Chars.
Alias el Candidato
Federico Gutiérrez podría ser el jefe de escoltas de un presidente. Tiene los alardes del que dice no comer de nada, tuvo el helicóptero, le gustan desde niños los carritos de la policía. Solo tocaría buscarle el saco y las gafas oscuras. Su lema de campaña bien podría ser “Póngala como quiera”. El gran referente de sus discursos son los saludos desenfadados y sus cálidas despedidas, pero entre unos y otras no logra articular una idea. Saldría sin un peso de Quién quiere ser millonario. Todas sus respuestas son una pregunta sobre qué pasaría si Petro llega a ser presidente. En el tarjetón aparecerá como Fico, lo dice con orgullo de pelao. Niega ser el candidato de Uribe pero dice que reformaría el acuerdo con las Farc, que las mujeres que quieren abortar necesitan es acompañamiento psicológico, que la legalización de la marihuana alentaría la drogadicción. Lo único que no le gusta de Uribe es el 66 por ciento de opinión desfavorable. Ahora que Oscar Iván Zuluaga anda de tenis será difícil diferenciarlos. Los más ociosos dicen que votarán por él solo por verlo en el atril de Naciones Unidas: sería como ver a Suso en la Asamblea General de la ONU. En redes rodó el rumor de que Rosario Tijeras será su fórmula vicepresidencial. Recordando sus bots durante la alcaldía de Medellín ya se habla de La Bodega de Nariño en caso de su llegada a la presidencia.
El hombre de las restas
Sergio Fajardo le ha dado play al mismo casete durante tres campañas presidenciales: “Nosotros empezamos repartiendo volantes en las calles…”. Lo que pretendía ser una historia inspiradora se convirtió en cantaleta. Pero su gran característica en esta campaña es su paso de la moderación al desgano. Si Fajardo jugara en el Medellín, el equipo de sus amores, sería un volante pecho frío, sin llegada a gol y con el récord de no haber recibido una roja en toda su carrera. El turismo ecológico es su principal inclinación ideológica. Su rechazo a los partidos tradicionales ha hecho que sus campañas sean avaladas por partidos huecos: ASÍ hace su política, componiendo conjuntos vacíos. Sumas y restos es la definición de su campaña. Dicen que hace unos meses descubrió la existencia de las redes sociales y que ahora se atreve a dar debates en Twitter, algo que lo hace ver como el Dalái Lama en un ring de boxeo. Para su fórmula presidencial suena Íngrid Betancourt, candidata del Frente de Liberación de las Maquinarias (FML). Fajardo no es ni liberal ni conservador, ni de derecha ni de izquierda, ni petrista ni uribista, ni de aquí ni de allá, ni frío ni caliente, ni paisa ni rolo… Fajardo es solo una incógnita muy conocida.
El godo
David Barguil (Cereté, 1981). Candidato del Partido Conservador.
El finalista
Gustavo Petro ha adquirido la postura del finalista, el que corre por delante a la espera de su rival y mira con algo de condescendencia a sus perseguidores. Eso le entrega una seguridad unas veces espontánea y otras veces alentada con unos tragos en tierra caliente. Es sin duda el más locuaz de los candidatos, Gustavo Francisco suelta su oratoria y su oído lo convence de que habla Jorge Eliécer. Su sueño no es la Casa de Nariño completa sino su balcón con vista a la Plaza de Bolívar. Sus posibles alocuciones son el terror de la parrilla de la TV. Disfruta como ninguno de los duelos retóricos: responde de revés con una calma socarrona, con la derecha la tira corta y cuando le juegan al centro suelta datos propios, interpretaciones muy suyas y teorías del idealismo mágico. Porque es también un gran inventor. Para esta, su tercera campaña a la presidencia, ha decidido abrir su pacto: la Colombia Humana demasiado humana incluye pastores cristianos, políticos curtidos y empapelados, caudillos santistas, liberales conversos, lagartos emergentes y expresidentes en remojo. Sabe que el caudillo necesita caudal por otras vertientes. Todos los candidatos ruegan para que se les aparezca el coco, una pelea con Petro es el sueño para mojar portada, la respuesta a un trino, la oportunidad de ser tendencia, hasta una selfi se le acepta al más influencer de la carrera presidencial. El malo de la película ha seducido a sus rivales. Pero Petro desconfía de su sombra, es malo para el deporte de conjunto y no cree en el mundo que se creó antes de sus ideas. Además, está seguro de que la paranoia es un sexto sentido. Para vice suena Verónica Alcocer. ¿Si en la Argentina de CFK se puede por qué aquí no? Muchos señalan la gran falencia del favorito: no sabe reír por cuenta propia, sonríe con un lado de la cara mientras se vigila con el otro.
La intocable
Francia Márquez ha defendido durante años un corregimiento de Suárez, Cauca, llamado La Toma: contra mineras, torcidos, la coca y otras hierbas. En la democracia que no existe, según su opinión, ha logrado un respeto y un reconocimiento a su trabajo y su valentía. Por eso es la candidata más temida de la campaña: una mala mirada suya puede convertir a cualquier aspirante en estatua de sal. En una carrera de decenas de hombres hay una mujer con todas las características de la jugadora intocable. El más mínimo error en las palabras o los modales frente a su figura merecerá roja directa. Márquez es la candidata inspiradora en medio de un proceso en el que sobran el desprestigio y el desgaste de los candidatos. Pero en política se necesitan rivales, no solo competidores condescendientes. El exceso de pretendientes ha sido su gran dificultad, cuando ha necesitado sparring ha encontrado sponsor. Hace cuatro años se quemó con ocho mil votos en una circunscripción afro. No quedó ni en la foto de esa Cámara. Pero hoy es estrella en la tarima electoral, aunque sabemos que no todos los que aplauden votan. Hasta ahora está mucho más cerca de un premio internacional que de un cargo de elección popular. Mirar feo a Petro por algunos de los pactos histriónicos dejó ver que su valor está en todos los campos. Gustavo sería, sin duda, un vice algo tóxico. Con ella, la Casa de Nariñe sería otra.
La agria en el corazón
Íngrid Betancourt habla muy bajo y muy dulce. Es extraño oír a una voz susurrante en la política. Una voz que no se sabe si es calma, simulada, ingenua o maliciosa. Igual ella mezcla todos los idiomas. Íngrid suena con un acento cada vez más exótico por sus lejanías de tiempo y espacio. Hablando de años hay que decir que su cautiverio marcó la política colombiana y la convirtió en una víctima icónica de un conflicto que ya es historia. Tenemos hasta cuadros de Botero con su figura en la selva hace quince años. Y hablando de kilómetros se nota mucho que vive muy lejos y que es distinto acumular millas a reunir votos. Íngrid nunca ha vivido el jet lag de un trayecto non-stop de Transmilenio. Tal vez por eso se enteró hace unos días de que Alex Char tenía maquinaria y le mostró al país que César Gavira hace política tradicional. Gracias a Íngrid y a Faryd. Su Frente de Liberación de las Maquinarias es en realidad una performance contra los partidos: porque el teatro también es poder. Íngrid tiene la triple nacionalidad: Colombia, Francia y el Caguán. Para su fórmula no suenan ni Piedad Córdoba ni Claudia Rojas ni Alejandro Gaviria. Está revisando pasaportes. La Casa de Nariño sería la Maison de Antoine, un exclusivo hotel boutique.
El profesor que no sabía
Alejandro Gaviria se lanzó a la presidencia con un megáfono con las pilas a medio tanque. Dos raperos venezolanos, viendo la falta de sonido, le prestaron el micrófono para su primera manifestación. Un poco de osadía, ingenuidad y despiste. Su primer lema de campaña fue “Bendita duda”, evocando un vallenato de Otto Serge. Si Gaviria fuera un ajedrecista habría perdido por reloj su partida antes de mover la primera ficha. La decisión no es su verbo rector. Pero el tarjetón es siempre una tentación y terminó intentando convertir sus charlas en discursos. Al menos en la campaña al final de la oratoria no hay preguntas del público sino refrigerio. Cesar Gaviria marcó la segunda vacilación: llamadas, invitaciones, desmentidos. Luego el cónclave con la Coalición de la esperanza: titubeos mutuos, dilemas, comunicados recelosos. Pero luego resolvió que era la hora del tropel. Y desde ahí ha tenido lances con Íngrid, Fajardo, Robledo, Petro. Tocó entonces buscar el respaldo de Vargas Lleras que tiene la mano multada. Pero sigue hablando con educación frente a sus compañeros de “colisión”: “No me pueden privar de conversar con la gente de la política y buscar respaldos”. Gaviria muchas veces necesita un traductor simultáneo que ayude a dar claridad: “Busquen sus compinches y despéguenla, pirobos”. Se reconoce que tiene la gracia y los tropiezos del debutante en la primera división: sus inicios en el baile de plaza pública hicieron pensar en una candidatura que de verdad rompería el statu quo. El 13 de marzo publicará su libro Siquiera tenemos los partidos. Su fórmula presidencial aún está decidiendo si acepta. Las propuestas contra el glifosato y a favor del uso del cannabis medicinal y recreativo han hecho que sus críticos más enconados hablen de la Plaza de Nariño como su posible sede de gobierno.