Número 133 // Marzo 2023

Editorial UC 133

Calentamiento electoral

Durante las pasadas elecciones locales Medellín no fue una ciudad polarizada. Es cierto que el uribismo reinante durante casi dos décadas comenzaba a mostrar su fatiga y muchos incondicionales del expresidente buscaban otras posibilidades, pero no había un enfrentamiento recalcitrante entre la derecha tradicional y una opción para disputarle a su candidato. La ciudad enfrentó las elecciones con un poco de desidia, adormecida por años de política sin muchos sobresaltos y un ambiente de condescendencia. Orgullosos de estar haciendo la siesta.

Entonces apareció una opción desconocida, un candidato de cartón paja con un discurso hueco que tuvo resonancia en medio del gran vacío de liderazgo en Medellín. El hombrecito hablaba con el tono neutro de la inteligencia artificial, con las mentiras del lagarto tras la bandera independiente, con el empaque de la tecnología y el tono lacrimoso del que repite un viejo estribillo: es que nosotros somos muy pobres y vivimos muy lejos. No era el candidato alternativo que decía ser, solo que no había muchas alternativas en el tarjetón.

Fajardo, mientras tanto, repetía el estribillo de sus tenis y sus caminadas. Apadrinó a una candidata que luego de las elecciones fue a dirigir un centro comercial. Fajardo demostró ser un ciudadano sin mucho compromiso. Por otra parte, el Centro Democrático dejó claro que las segundas partes nunca fueron buenas. Menos cuando la primera estaba en la cárcel pagando una condena por parapolítica. Ramos II no logró jalar a nadie más allá de la derecha en decadencia. Y el saliente Federico Gutierrez nombró como heredero a un funcionario oscuro que él mismo escondió durante cuatro años. El poder tras del trono no está destinado al poder. La izquierda era inexistente y los partidos tradicionales jugaron como siempre a cañar con todas las cartas hasta el momento definitivo.

En ese escenario ganó Daniel Quintero, un cargaladrillos de la burocracia de palacio en Bogotá que llegó camuflado de independiente a Medellín. Tenía solo una experticia: conocía perfectamente las tecnologías de la politiquería luego de su paso por todos los partidos tradicionales. Con ese software desarrollado logró juntar a la política tradicional de los municipios del sur del Valle de Aburrá y a los caciques liberales y conservadores. De modo que los peces chiquitos —políticos de La Estrella, Itagüí, Sabaneta, Bello y otros— se comieron al pez grande: la alcaldía de Medellín. Quintero tramó a una parte del voto de opinión que se sentía desamparado y armó su trama con la política más rancia que soñaba con La Alpujarra. Y el candidato que era un tiro al aire se convirtió en un tiro en el pie.

En siete meses tendremos una nueva elección de alcalde luego de una administración que ha creado el sobresalto social y político más grande en las últimas décadas. Eso hay que reconocerle a Quintero: sacó a Medellín de su letargo. La consecuencia de su llegada a la alcaldía para las próximas elecciones ha sido la proliferación de candidatos. Quintero le bajó el perfil al cargo y ahora cualquiera cree en sus posibilidades de triunfo. Un poco lo que pasó con Duque en la presidencia. Tenemos entonces algunos candidatos para el folclore. El primo de la gestora social, un clon deslucido de Quintero que se acompaña de una paloma por las calles, como un orate. Hace que extrañemos la seriedad de Regina 11 y su escoba o de Mario Gareña y su sombrero. Tiene eso sí un gran mérito, lo quieren mucho en la casa.

Además del niño de la paloma está Andree Uribe, la exsecretaria de Salud de Quintero. Una enfermera que durante la pandemia gastó veinte mil millones de pesos para acondicionar una clínica con unas cuantas máscaras de oxígeno, la misma que cercó un barrio con soldados armados para detener el covid. Y nombró a un gerente con amplias denuncias de corrupción en el Hospital General de Medellín. Y logró el cierre de varias unidades intermedias de salud en los barrios. La exsecretaria no ha decidido qué hacer, no tiene partido para lanzarse. Lo que es claro es que peleó con su exjefe y tiene detrás a Guanumen, el sonado asesor de Petro en las presidenciales.

Pero la plata sobre la mesa habla de un corredor con medallas de oro. Un exconcejal del Centro Democrático que se pasó al Pacto. Amigo de Quintero desde los tiempos del Viceministerio, prefirió los negocios a la disciplina de la derecha. Sacó ocho mil votos para ser concejal pero se la cree. Tiene plata con que apostarle, su familia ha sido exitosa en el difícil negocio de la educación. Tanto que su pana Quintero, cuando el hombre abandonó el uribismo, le entregó la Secretaría de Educación. Hoy la exsecretaria está acusada por las platas de Buen Comienzo y muchos le auguran mal final. La señora, antes de su cargo público, trabajó en las universidades de la familia de Albert Corredor. Ese es el nombre del candidato del que hablamos. Un maestro del silencio, no se le conoce una idea pero en diciembre repartió mercados. Las viejas tecnologías están vigentes.

Luis Pérez es la última opción de Quintero, un socio que reconoce con algo de vergüenza pero que le puede salvar la vida. Lo que pasa es que Lupe está muy ajado y muy rico, para qué más, debe pensar. Y luego del oso en la campaña presidencial seguro quedó cansado. Luis Emilio fue alcalde hace veinte años y ya es más un muñeco de torta que una opción. ¿Y Diana Osorio? Estará ocupada gestionando en otros ámbitos.

En la derecha está Juan Camilo Restrepo, el alcalde interino que ponía cara de malo en el piso doce. Un actor terrible. Se parece a esos delanteros sobreactuados que meten al minuto 89 y entran con un carrerón como para salvar el partido. El señor tiene personalidad, sin duda, y es amigo de Iván Duque. Dicen que otra opción es alias el Gury, líder de la revocatoria a Quintero, pero la verdad el hombre está más para recoger firmas que para firmar decretos. Y viene Fico, el indiscutible. No logró vencer a Rodolfo. Tenía plata, impulso de medios, favoritismo de empresarios… Pero nacionalmente siguió siendo el alcalde de Medellín. Y aquí es legión. Buena parte de la opinión, y del poder económico al que ha insultado Quintero durante tres años, no quiere dudas. Su lema de campaña es algo así como: “Vamos a la fija”. Fico tiene la tarea muy hecha.

Por el centro quieren llegar Luis Bernardo Vélez, un concejal profesional son cuatro periodos a cuestas, apoyó a Quintero en la campaña y luego despertó. El hombre se volvió paisaje, es tan sonado que nadie lo reconoce. Tienen aspiraciones Daniel Duque y Luis Peláez. Duque ha sido un muy serio opositor a Quintero desde el Concejo. Nada de carreta, denuncias bravas que han hecho retroceder a la Quintero Corporation. Peláez quiere pelear la alcaldía desde la Asamblea Departamental, un poco en el lugar equivocado. Solo un poco.

Y está Gilberto Tobón, algo así como el Fernando Vallejo de la política paisa, pero sin prosa, solo encargado de vociferar. Es bueno porque putea a diestra y siniestra. Sin mucho pienso, depende de cómo amanezca, si el tinto está frío odia a unos políticos y si está caliente, los abraza. Así pasó con Quintero a quien consideraba un alumno aventajado y luego lo puso a perder el año.

Al menos serán unas elecciones más entretenidas que las de hace cuatro años. Hay mucho más en juego. Todo está en venta y todo tambalea.