Número 130 // Agosto 2022

¿En serio hablamos de zapatos?

Claro que sí. Hasta 1950 Colombia era un país rural, donde era común que los hombres anduvieran sin zapatos o que los usaran solo para ir a misa. Las mujeres, flexibles para adoptar nuevas ideas, decidieron ponerse botas y botines mucho antes… ¿Cómo lo sabemos?

En muchas imágenes del Archivo Fotográfico se ve. Hay fotos de parejas de ancianos en las que él está descalzo y ella no, hay caballeros de poncho y carriel posando a pata pelada, hay familias enteras en las que las mujeres están calzadas y el hombre a pie limpio; como en esta, todas con zapatos, menos Lucas. Así mismo, es cierto que los zapatos eran caros y había que comprarlos o mandarlos a hacer. ¿Dónde?

Quienes tenían dinero compraban en los salones del Parque de Berrío, en El bazar de París o en La Moda Elegante (en la calle Colombia), que traían artículos de Inglaterra y Francia. Quienes no tenían tanto compraban a artesanos con producción casera o a negocios como La bota del día, fundada en 1915 en Envigado. Y quienes no tenían cómo acceder a ellos, además de exponerse a las heridas y maltratos de piedras, chuzos y vidrios, se arriesgaban a un azote más, frecuente entre los campesinos que andaban entre potreros: el ataque de las niguas, la rasquiña y las ronchas, molestia que no era nueva, pues en la Historia General de las Indias de Francisco López de Gómara se cuenta que ellas incluso causaron pérdidas de dedos a los conquistadores, equipados con espadas pero no con Veterina o merthiolate.

Volviendo al tema, en los años cuarenta y cincuenta surgieron las fábricas de zapatos; la industrialización, los obreros y las máquinas abarataron el costo de calzarse, impactando además la medicina y la salud pública. Por su parte, en los colegios los niños y las niñas siempre iban calzados: era obligatorio usar zapatos.

Ir descalzos es un placer. Conseguir zapatos es mucho más fácil pero no todos tienen cómo. Mientras tanto, en tiempos de tenis y chanclas plásticas, en nuestra ciudad aún quedan zapateros tradicionales, por ejemplo entre Comfama de La Playa y el Club Medellín… Como diría William Cruz Bermeo en su texto “Vestir las memorias”, publicado en 2019, es posible hablar de “moda y calzado como indicadores de desarrollo, de cambio en las costumbres y de renovación en las ideas”.

Lucas Peláez y familia, tomada en 1920 y parte del Fondo Benjamín de la Calle, custodiada por el Archivo Fotográfico de la Biblioteca Pública Piloto.