Antes de quemar el año viejo
El año comenzó con un bochinche inesperado. Un toma “capitolista” en Washington. Un derrotado Donald Trump llevaba semanas trinando y tronando contra el resultado electoral que lo dejó por fuera de la Casa Blanca y el 6 de enero las cosas terminaron con cuatro muertes en el principal escenario de la democracia gringa. Decenas de manifestantes entraron al Capitolio mientras los congresistas aprobaban los resultados del Colegio Electoral. Trump había soltado sus fuegos unas horas antes en su discurso cerca del Capitolio: “Luchen como en el infierno. Y si no luchan como en el infierno, ya no van a tener un país”. La democracia de los Estados Unidos mostraba su lado más radical y más débil, algo de sainete y tragedia que dejó claro que los estallidos de la política suceden en todas las esquinas. La idea de los Estados Unidos como un país con una democracia excepcional es ahora una película imposible de vender. Los miembros de la Cámara terminaron con las máscaras de gas en sus oficinas, el atril de Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara, fue subastado por eBay, las bombas molotov estallaron en los pasillos del edificio del Congreso. Los partidos jalan la cuerda, la tensan hacia los extremos ideológicos y los señalamientos falsos, y la cuerda comienza deshilacharse.
Las vacunas marcaron el 2021. Han desplegado inmunidad para cerca del cincuenta por ciento de la población mundial y han marcado posturas autoritarias en países del todo el mundo. China y Australia han llegado a comportarse de la misma forma: llevando a campos de confinamiento a sus ciudadanos sospechosos de estar contagiados. Italia casi ha prohibido el trabajo para los no vacunados y Estados Unidos deja por fuera de las oficinas públicas a los funcionarios que se niegan al pinchazo. El gobierno de Alemania debatirá la vacunación obligatoria a comienzos del 2022. Mientras tanto en muchos países de Europa cerca del veinticinco por ciento se niega a vacunarse. ¿Veremos sociedades divididas entre ciudadanos con vacuna y plenos derechos y ciudadanos contagiosos con derechos restringidos? En Colombia, las restricciones, como el carnet, son cada vez un asunto de papel. La paradoja es que en países de América Latina, con gran desconfianza en lo institucional, la gente se resiste menos a la vacunación. Colombia tiene más vacunados con primera dosis que Alemania.
En Colombia la noticia del año fue el paro nacional que dejó en evidencia la desconexión de gobierno Duque con la realidad, comprobó la política institucional de la brutalidad policiaca, llevó la política cerca de mucha gente, sobre todo a jóvenes que jamás habían mirado la cara de las causas colectivas, y evidenció rupturas sociales y generacionales gigantes en las principales ciudades. La Defensoría del Pueblo habla de 42 civiles muertos, un informe de la ONG Temblores lista 45 civiles muertos y la Human Rights Watch denuncia 67 muertes confirmadas. Las denuncias de violencia policial pasan de tres mil en todo el país y los heridos según cifras no oficiales fueron más de 1200. El ministerio de Defensa entregó una cifra de 1083 policías heridos. Un conato de reforma tributaria fue la mecha para encender la reanudación de un paro que había quedado interrumpido por la aparición de la pandemia. La protesta no dejó grandes reformas pero sí algunas lecciones para la arrogancia del poder y sin duda marcarán la campaña presidencial del próximo año. Además, muestran que la calle es un escenario clave e inevitable en la política de hoy, el camino de la protesta está más marcado que nunca y cada vez será más fácil el llamado y la convocatoria. Por eso algunos hablan de las sociedades en movilización permanente. Fracasó el “protestódromo”.
El país vivió, mientras el paro ardía, el más fuerte pico de la pandemia. Tuvimos una semana (21 al 27 de junio) con 677 muertes diarias en promedio por covid-19. Ese rastro de muertes duró casi tres meses, entre comienzos de mayo y la tercera semana de julio. Durante varias semanas Colombia estuvo entre los tres países con más muertes por covid en el mundo. Para hacerse una idea de la magnitud de esas cifras basta pensar que en la peor semana de junio tuvimos 4744 fallecidos por el virus, una cifra superior a la que se ha reportado en los últimos tres meses. Las advertencias de una nueva ola no se han confirmado y según el INS más del 85 por ciento de los colombianos hemos tenido contacto con el virus. Casi todas las capitales terminarán el año con el ochenta por ciento de su población con al menos una dosis de la vacuna y cerca del sesenta por ciento con el esquema completo. El mundo mira con pavor la venida de ómicron mientras para nosotros es todavía una amenaza para el guayabo después de vacaciones.
Las muertes y las capturas siempre son personajes del año en Colombia. En octubre cayó Otoniel, máximo líder de las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC). Fueron casi 35 años en armas, tres desmovilizaciones y brazaletes de al menos cuatro bandos. Un hombre que es un perfecto resumen de nuestras “guerras recicladas”. Vendrán arremetidas y traiciones por llenar su espacio de poder. Su gesto de tranquilidad luego de la captura es el de un hombre recién jubilado, pero la pelea en Urabá, Bajo Cauca, Catatumbo, Cúcuta y otras zonas no conoce de descanso ni retiro.
Las muertes de Santrich, Romaña y el Paisa en Venezuela confirman que la Nueva Marquetalia es solo un grupo que pelea por rutas mafiosas en la frontera y saca un comunicado cada año. Los grandes nombres de las Farc que abandonaron el proceso de paz fueron una amenaza solo para ellos mismos. Por algo Estados Unidos sacó de su lista negra a esa organización inexistente para dolor de los más enconados enemigos del acuerdo. Se cumplieron cinco años del acuerdo con una actitud esquizofrénica del gobierno que por fuera defiende el proceso y al interior lo ataca de palabra, obra y omisión.
El magnicidio del presidente de Haití también marcó el año y la triste exportación de mercenarios que protagoniza Colombia. Doce disparos dejaron tirado en el piso de su casa al presidente Jovenel Moïse. En el homicidio participaron 26 militares retirados del ejército colombiano. Más de diez mil hombres jóvenes con gran experiencia en años de conflicto salen del ejército cada año. En las últimas dos décadas 107 000 recibieron entrenamiento militar por parte de Estados Unidos. Las guerras que se reciclan no son solo las de los paras y guerrilleros. Y ya que hablamos de Haití vale recordar que este año marcó un récord en el tránsito de migrantes por el país. Un poco menos de noventa mil personas (setenta por ciento haitianos) cruzaron por Colombia camino al norte prometido y casi todos pasaron por Urabá y durmieron en Necoclí. La criminalidad se encargó del “tránsito ordenado” mientras Migración Colombia intentaba llenar las planillas.
En las noticias en desarrollo tenemos que el año termina con un candidato de izquierda como el gran favorito para la elección presidencial, un escenario inédito en Colombia. Y a uno de los principales grupos económicos del país en jaque por las movidas de un viejo enemigo que ahora llegó con turbante. Y Rueda que llegó en abril resultó tibio a la hora de ganar y amarrado a la hora de jugar, pero la tabla dice que estamos en Qatar. La Corte Constitucional sesionará en el 2022 con cinco mujeres en la sala plena. Para el final, un poco de tinta y mecanografía para cuatro hombres que viajaron en el 2021. Un brindis y un poco de humo en memoria de Elkin Obregón, compañero por más de diez años en estas páginas también caídas del zarzo, Antonio Caballero, Jaime Jaramillo Escobar y Germán Castro Caycedo.