Que viva lo emergente

Actualmente la Cámara de Comercio de Medellín para Antioquia tiene abierta la Convocatoria de Nuevos Talentos en el Arte, y este año hay una nueva categoría: Radio Arte, para piezas sonoras con una duración de entre cinco y veinticinco minutos. En agosto, durante la Feria del Libro de Bogotá, lanzará una nueva edición del Premio Nacional de Cuento y Novela.


La vida es el cúmulo de vueltas que damos y que a veces tienen la fortuna de cerrarse. Cuando Alejandra Arbeláez era una estudiante de dieciséis años se montaba en un bus en El Carmen de Viboral y viajaba hasta el Centro de Medellín. Esas travesías tenían tres destinos fijos: el Museo de Antioquia, la sala de arte de Comfenalco y la  Sede Centro de la Cámara de Comercio. No se perdía ninguna exposición: allí vio brochas incrustadas en cuadros, rocas que eran en sí mismas obras, montajes con hojas de cuadernos viejos que le recordaban la escuela. Tantísimas vueltas después, en marzo de este año, Alejandra expuso una de sus obras en el Museo de Antioquia como ganadora de la categoría Sala Arte de la Convocatoria Nuevos Talentos de la Cámara de Comercio de Medellín.

Arbeláez es licenciada en Educación en Artes plásticas de la Universidad de Antioquia, tiene 34 años y transpira la sutileza de sus obras. No es una artista de pinceles ni de grabados, colecciona semillas o tallos sueltos que por su forma o color hacen clic en ella. Alguna vez un profesor la describió como una “jardinera del microcosmos”: teje estructuras con dientes de león o malezas. Lo suyo es lo orgánico, lo volátil, aquello que parece frágil, incluso despreciable, pero que en sus composiciones fractales encuentra solidez. En Transición, la obra ganadora del premio de la Cámara, reúne unos quinientos pares de semillas de flores de mariposa. Ojo, no se deje engañar por el vistazo: estas son semillas de una enredadera, no alas de mariposa. Están ubicadas, sí, como si fueran alas, mirándose entre sí, y en las columnas van desde las más rojas, recién caídas y completas, hasta las más viejas y desgastadas por la luz o por el tiempo; como la vida misma.

Moverse, estirarse, conectarse con los márgenes: tan pronto como la Cámara de Comercio de Medellín levantó su sede en pleno Centro entendió que su labor no estaría completa sin una gestión cultural que apuntara sobre las urgencias del arte en la ciudad. A finales de los setenta, Medellín carecía de espacios y la Cámara auspició las últimas bienales y trajo los grandes conciertos de la época en alianza con el Teatro Pablo Tobón Uribe. En su Edificio de la Cultura, inaugurado en 1984, reposa una prestigiosa colección pictórica con artistas como Pedro Nel Gómez, Jesusita Vallejo, Francisco Valderrama, Alejandro Obregón o Flor María Bouhot. Más tarde, cuando el sector maduró y la institucionalidad se hizo presente, decidió moverse de lugar, incomodarse, ir más allá de sus exposiciones de artistas consolidados, y repensarse como una plataforma para el arte emergente.

Entonces lanzó a principios de los noventa el Concurso Nacional de Cuento y Novela, que ajustará treinta años y que nos regaló la Medellín tierna y furiosa de Un beso de Dick de Fernando Molano o de La ciudad de todos los adioses de César Alzate, la disruptiva Vagabunda Bogotá de Luis Carlos Barragán y las ediciones regadas por todo el mundo de La cuadra de Gilmer Mesa. En 2012, en compañía del Museo de Antioquia, creó la Convocatoria de Nuevos Talentos en el Arte para que los artistas jóvenes debuten con el pie derecho: expongan una obra en sus salas y reciban las primeras críticas de un jurado. En estos casi diez años ha recibido 1155 propuestas, y ha premiado 97 obras en distintos formatos que ofrecen reflexiones sobre temas tan diversos como la labor doméstica, los tiempos del ruido o la transformación constante de la corteza terrestre.

“Esta es una apuesta arriesgada, pero eso es lo interesante de lo nuevo, de lo emergente. Estos artistas son los que empiezan a contarnos lo que está pasando en la ciudad”, dice Nathalia Figueroa Meza, vicepresidenta de Comunicaciones y Mercadeo de la Cámara. No por nada cada mes decenas de estudiantes de música daban su concierto de grado en el auditorio del Edificio de la Cultura, el mismo que tantas veces ha recibido a la mismísima Teresita Gómez. Anualmente, antes de la pandemia, la Cámara ofrecía unas 150 actividades culturales que beneficiaban a quinientos artistas y 20.000 asistentes. En este año y medio de cuarentenas las salas se trasladaron a las pantallas, y se multiplicaron los conciertos virtuales de artistas locales. Más que nunca, la emisora 95.9 Cámara FM acompañó a los oyentes con nuevos programas como Noches de Cuento. “Queríamos dar un mensaje: las salas están cerradas, pero el talento sigue ahí”, insiste Figueroa.

La pandemia retrasó la exposición de Arbeláez más de un año. Ese fue el giro que la llevó a presentar su obra la última semana de marzo en la reapertura del Museo de Antioquia, ya no en solitario como ganadora de una categoría sino en conjunto, una suerte en tiempos de soledades. Tuvo que cambiar algunas de las semillas de mariposa, pero el noventa por ciento de la obra resistió. Para ella este premio fue un motor, un nuevo impulso, un guiño al tiempo. Se imagina que hay otra Alejandra, adolescente, visitando su obra y deshilando las fibras que la mueven, decantándose por ese camino fangoso pero reconfortante que es el arte. Sí, la vida es un cúmulo de piezas que a veces tienen la fortuna de ajustarse, pero jamás agotarse.