El tango de los hampones

EDUARDO ESCOBAR

Muchas veces quise ser bueno
Pero siempre me convencieron de la movida
de la bolsa o la vida
que es la moda del siglo que corre
Por eso me preocupo
de mantener mi billetera gorda
a cualquier precio
sin pararme en pelillos
Y del bien sacrosanto de mi panza
Desoigo los consejos de los pobres y los buenos
Hay que trampear si queremos sobrevivir
Tretas y artimañas convienen
Y es ventajoso mantener alguna carta oculta
Los discursos morales conducen a la ruina
Hay que ir armando también por el buen camino
El mundo se pone cada vez más difícil
Pregúntale a mi pistola
Entre el justo y el pecador
la diferencia está en el muerto
Y aunque no hay muerto malo
es preferible vivir y seguir en lo que estamos
mientras nos dejen
No hay que dejarse adelantar
El vencedor impone la moral
Las víctimas no cuentan
Se cuentan
Y se olvidan
Muchas veces quise ser bueno
Pero quién alimentaría a mi familia
Es mejor prevenir que lamentar
Y menos peligroso golpear primero
Por hacer el bien sin mirar a quién
muchos de cuyos nombres me olvidé
hallaron un mal fin
Es bueno y loable intentar ser honrado
Pero resulta un sinsentido
en este mundo corrompido
La virtud es hermosa no cabe duda
pero las virtudes del rico son evidentes
Y están bien respaldadas por los bancos
El que cuenta sus morlacos
dispone bien las partes del antiguo problema
sé lo bueno y lo malo
Hay que alejarse de la horrible pobreza  
Hay que ser duros antes que demasiado puros
Golpea fuerte, y no lamentes tu suerte
Si no existieran el bien y el mal
La vida sería como pan con pan
Únete a mi banda No te irá mal si eres leal
Y sobre todo
te cuidaremos de la policía
Es una porquería

Insistencia en el error
Eduardo Escobar
Sílaba editores
2020

Espantapájaros

CAMILO SUÁREZ

Vuelvo a la calle del primer riesgo
a esa que dio lugar al verbo.
Vuelvo a juniniar.
La novedad es humana
aunque no lo parece.
Pantalones gigantes
gorra
radio.
Mirada horizontal
como si uno no estuviera ahí
sino un poco más atrás.
Sabe que no puede asustarnos a todos
de lo contrario nadie regresaría.
Perdería su ubicación
sus poderes.
El radio tal vez no
acaso la mochila en la que guarda el trueno.
Somos feligreses que arrojan puntuales monedas al cesto.
Al encararlo recuerdo la risa de mi abuela
cuando me trajo a conocer El centro.
Una rejilla en el suelo
le mordió el tacón.
La abuela se agarró de mi hombro
y su carcajada fue tal
que Rodrigo Uribe Echavarría
el presidente de la compañía
dueña del edificio más alto de la calle
—de la ciudad, del mundo—
tembló en su despacho.
La calle Junín es para reír duro
como guacharacas.

Ladran perros
Camilo Suárez
Atarraya editores
2020