Archivo restaurado

Este texto hace parte del libro Jugando en casa. Historias de cancha, hazañas de tribuna, coeditado con la Subsecretaría de Ciudadanía Cultural de Medellín.
Enero de 2017

Gradas de la cancha de Miraflores.

De la curiosidad al aguante

Por ROOSEVELT CASTRO

Cada domingo, en cualquier rincón del planeta, en los grandes estadios de las metrópolis o en los humildes campos abiertos de las aldeas, en las lustrosas canchas de pastos relucientes o en los pelados potreros de las barriadas, multitudes incontables, y a veces incontrolables, se arremolinan en torno a esa ceremonia ritual y explosiva que es el fútbol.

Juan Gossaín

Cuando mi abuela María Elena, una octogenaria de Anolaima, Cundinamarca, definía el fútbol, no era muy profunda. Solo decía que eran “veintidós piernipeludos detrás de un balón, dándole patadas, y un loquito vestido de negro con un pito tratando de recuperarlo”.

Cualquier hincha de este deporte se llevaría las manos a la cabeza. El fútbol, argumentaría, va más allá del simple gesto de patear un balón. Diría que es arte, poesía, rito, ceremonia. De igual forma, es pasión, amor, odio, exaltación. Cuando el hincha pertenece a una barra se convierte en anónimo, en lo que el ensayista francés Gustave Le Bon llamaría una parte del “alma colectiva”.

El seguidor de fútbol necesita de otros para identificarse con sus símbolos. Se trata de un sentimiento tribal que cohesiona frente al enemigo y que alimenta instintos territoriales y de lucha. Como diría la filosofía popular: “No somos machos, pero somos muchos”.

Pero no siempre fue así. En el camino, el hincha pasó de la curiosidad sana al paroxismo barrista.

Los pañales del aguante paisa

Cuenta el historiador antioqueño Rodrigo de Jesús García Estrada, en su Breve historia del fútbol en Medellín, que la práctica de los deportes en nuestra ciudad surge ligada a los procesos de modernización acelerada experimentados durante las tres primeras décadas del siglo pasado.

Estos procesos tuvieron su expresión más palpable en el incremento inusitado de las áreas urbanizadas, la aparición de la industria, el auge de la exportación cafetera y las cada vez más estrechas relaciones comerciales con Estados Unidos y Europa.

En este contexto aparecen los deportes, rompiendo con una dinámica que se había perpetuado por centurias. Primero fueron el tenis y el golf y posteriormente el fútbol y el baloncesto, como práctica exclusiva de la élite de la capital del departamento de Antioquia.

Por eso cuando el rico comerciante antioqueño Guillermo Moreno trajo el primer balón de fútbol a Medellín, después de un viaje realizado al viejo continente, estaba lejos de imaginar que una lúdica rural cambiaría por una más citadina.

Allí estaba, aunque no lo presentían sus impulsores, el germen de una pasión para muchos y la profesión para otros: el fútbol.

El primer equipo fue el Sporting Foot-Ball Club, creado en 1912 por dos comerciantes suizos: Juan Heiniger y Jorge Herzig. Después surgió el Medellín Fútbol Club.

Los primeros hinchas eran simplemente curiosos de la novedad. Los familiares y amigos de los deportistas veían con asombro cómo la villa acogía una nueva expresión ciudadana, crecía una afición lejos de los moldes sociales y económicos de la época. Los clubes y los sindicatos, los patronos y los obreros, chutaban y gritaban por igual, o reían juntos con cualquier imprevisto que ocurriera en la Manga de los Belgas, lugar de los primeros juegos ubicado en lo que hoy es el Hospital San Vicente de Paul. Los obreros de las nacientes industrias jugaban con los hijos de la élite antioqueña. Muchos de ellos también lo jugaron en la cancha privada de Miraflores, del colegio San Ignacio, oriente de Medellín.

Elegancia en el hipódromo Los Libertadores.

Década movida

De un momento a otro, el balón saltó la barda y fue a caer a la barriada. Los obreros, sin los implementos necesarios pero con mucha pasión, empezaron a pegarle a la pelota, siendo observados por sus amigos del barrio.

Afirma el periodista e historiador deportivo Carlos Emilio Serna Serna que las décadas de “los veinte a los treinta fueron de las más movidas del fútbol medellinense. Los partidos eran unos verdaderos carnavales en las pequeñas lomitas que servían de tribunas a los alentadores”.

Fue tanto el auge del fútbol que finalizando los veinte ya se había construido el primer estadio, se llamó Los Libertadores. Ubicado donde hoy está el barrio San Joaquín, fue inaugurado el 24 de febrero de 1929 con el partido entre Lima Associattion del Perú y el ABC Medellín, con la asistencia de casi ocho mil espectadores. El marcador final fue 9-0 a favor de los visitantes. Ese mismo año, el 26 de octubre, se fundó la Federación Antioqueña de Fútbol, rectora del balompié aficionado en el departamento, hoy Liga Antioqueña de Fútbol.

Se suman más simpatizantes

Medellín crecía a pasos agigantados. Pasaba de la villa a la ciudad que se asomaba al mundo con una elegancia recién llegada que apretaba el cuello y los pies. Los seguidores del fútbol también aumentaban. Ya no eran los curiosos que seguían al equipo del barrio o de las fábricas. Los intercambios interdepartamentales de selecciones vinieron con los hinchas que eran convocados a defender los colores blanco y verde del departamento. Ya los unía la pasión por la selección Antioquia.

Atlético Municipal y Medellín captan seguidores

El país futbolero se transformó con la aparición del fútbol profesional en 1948. Los oncenos de Medellín y Atlético Municipal, que dos años más tarde pasaría a llamarse Atlético Nacional, empezaron su senda por los estadios de Colombia.

De locales jugaban en el hipódromo San Fernando, donde hoy se encuentra la Central Mayorista, visitado por hinchas ávidos de ver un espectáculo mejor gracias a la llegada del profesionalismo. Familias enteras y grupos de amigos asistían a cada jornada dominical para ver el choque futbolero y apostar a los caballos.

Cinco años después, el 19 de marzo de 1953, sería inaugurado el estadio Atanasio Girardot, bautizado así en honor al prócer de la patria nacido en San Jerónimo y fallecido en Venezuela. La obra requirió varios años de lucha incesante. El terreno tuvo un costo de ochocientos mil pesos y su construcción costó más de quince millones de pesos. En ella participaron cientos de obreros y doscientos presos de la cárcel La Ladera.

El sector de Otrabanda fue el elegido para la llegada de este anhelo futbolero de miles de hinchas que seguían al equipo de sus afectos. Los procesos de industrialización de las tres primeras décadas del siglo XX y la naciente urbanización ameritaban un escenario deportivo de esta magnitud.

Curiosidad y novelería. Todo Medellín quería asistir a Los Libertadores.

Comienza la fiesta

El primer partido que se jugó en el Atanasio fue un preliminar entre la selección Antioquia y las reservas del América de Cali. Rodrigo Ospina, de Antioquia, convirtió el primer gol. La jornada se completó con la primera fecha de un cuadrangular disputado entre Atlético Nacional, Deportivo Cali, Alianza Lima de Perú y Fluminense de Brasil. El primer gol profesional fue marcado por Jaime ‘Manco’ Gutiérrez, jugador del Atlético Nacional, al equipo Alianza Lima.

Cuentan que en esa ocasión se entregaron 1 500 entradas gratuitas para los jóvenes de los barrios más pobres de la ciudad. “Desde ese día hay revendedores de boletas”, comenta jocosamente Carlos Emilio Serna Serna en su libro 1929-1989. 60 años Fedefútbol Antioquia.

Pollo asado, gaseosa, arepas eran algunas de las viandas que consumían los asistentes al recién estrenado Atanasio Girardot. “Era una fiesta que se vivía en familia”, recuerda Rubén Darío Elejalde, hincha irreductible del Deportivo Independiente Medellín. “Mi padre Evodio me llevó a un partido contra el Tolima en 1960 y quedé maravillado con el juego”, dice Elejalde, habitante del barrio La Floresta de Medellín.

Ese ritual familiar del hincha rojo era muy similar al del rival de plaza. “Asistíamos entre amigos. No había peleas. Cuando terminaba un partido, incluso un clásico, nos sentábamos con los hinchas contrarios a tomarnos unos aguardientes en las carretillas que había en los alrededores del estadio”, cuenta el rionegrero Guillermo Otálvaro, hincha de Atlético Nacional.

Crece la hinchada

Los títulos del siglo pasado de Deportivo Independiente Medellín (1955 y 1957) y de Atlético Nacional (1954, 1973, 1976, 1981, 1991, 1994, 1999) hicieron crecer los seguidores de ambos bandos con unas características muy marcadas.

Gilberto Pulgarín, un acérrimo seguidor escarlata, creó la primera barra organizada de la región a principios de 1972. Poderosos del DIM se llamó el grupo de amigos que se dedicaron a alentar en la tribuna lateral Norte. “Ellos, al igual que nosotros, queríamos que el Medellín se quedara en nuestra ciudad, luego de su paso por Barrancabermeja el año anterior como Oro Negro”, evoca Rubén Elejalde, socio fundador de la barra Danza del Sol, el 11 de junio de 1972. “Nosotros siempre nos ubicamos en Popular Centro ahora llamada Oriental Baja y para el 2017 estaremos cumpliendo 45 años de seguir en cada jornada a nuestro DIM, somos la barra más antigua del fútbol en Medellín”, dice Elejalde, tecnólogo industrial del Politécnico Jaime Isaza Cadavid.

La Danza del Sol fue pionera en viajar a otras ciudades. “Vendíamos los tiquetes para acompañar al equipo. Recuerdo que el primer viaje fue a Pereira, empatamos 0-0. Fuimos a Cali, Ibagué, Manizales, Armenia, pero por problemas de orden público no lo volvimos a hacer desde hace ocho años”, cuenta Rubén.

En 1976 desapareció Poderosos del DIM y en los siguientes años emergerían otros grupos de seguidores. Escuadrón Rojo, Putería Roja, Kid Chance, Llave Roja, entre otras barras, fueron surgiendo para alentar al llamado Equipo del Pueblo.

Los seguidores verdes no se quedaron atrás. “Recuerdo que una de las primeras barras de Nacional fue la Academia Verde creada por Héctor Gómez, el popular Radiolo. Se hacían en la tribuna Oriental. Nosotros, con unos amigos del barrio Buenos Aires y compañeros de trabajo de Coltejer, fundamos la barra Comando Tribuna Verde y empezamos a alentar al equipo en Popular Centro”, afirma Guillermo Otálvaro, hincha verde desde 1976.

Después aparecieron otras barras como la Oswaldo Juan Zubeldía y Escándalo Verde, entre otras.

Policías contienen aficionados en Los Libertadores.

Las barras se asocian

Con la construcción de la tribuna Oriental para los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1978 y la ampliación de las tribunas Norte y Sur por recomendación de la Confederación Suramericana de Fútbol a principios de los noventa, el aforo del Atanasio Girardot se duplicó hasta llegar a los cerca de cincuenta mil aficionados.

Unido a ello, los triunfos internacionales del Atlético Nacional en la Copa Libertadores de América, la Merconorte y la Interamericana motivaron a que los aficionados, con el fin de obtener una boleta, se adscribieran o conformaran una barra. Con el auge, surgieron poco después las entidades responsables de ser el puente entre los equipos y los grupos de hinchas: Ubanal y Asobdim.

La Unión de Barras de Nacional surgió a finales de 1989 luego del título continental del cuadro verde, pero fue el 4 de diciembre de 1990 cuando obtuvo su personería jurídica. Cuarenta y cinco grupos de seguidores del cuadro verdolaga firmaron el acta de fundación de Ubanal.

Luego de la desaparición de unas y la aparición de otras, apoyadas por los programas impulsados desde la administración municipal, las doce barras y los casi mil seguidores que aglutina Ubanal quieren seguir aportando a la paz y la convivencia en el fútbol.

La Asociación de Barras del Deportivo Independiente Medellín, Asobdim, es la otra entidad que surgió para agrupar las barras rojas. Diecisiete delegados de barras compuestas por grupos familiares se reunieron un día de 1990 para concretar la idea y firmar la resolución 37413 que le daba vida jurídica a la entidad sin ánimo de lucro.

Ha pasado más de un cuarto de siglo y Asobdim y sus más de siete mil asociados contribuyen con una labor social importante en beneficio del hincha y del fútbol. “Hemos trabajado muy duro para que el hincha se sienta cómodo y respaldado en el estadio. De igual forma, que la boletería se le respete, lo mismo que su lugar en el Atanasio. También realizamos un torneo de niños en tres categorías que van desde los diez hasta los doce años y en el que hemos contado con casi 152 equipos inscritos. Además, tenemos un club deportivo que participa activamente en los campeonatos de la Liga Antioqueña con casi 230 niños beneficiados”, indica Jorge Hoyos, presidente de Asobdim.

¿Barras bravas?

Las primeras barras con influencias de culturas futboleras como la argentina o la europea fueron Putería Roja, creada en 1989, y Escándalo Verde, fundado dos años después. En ese tiempo las barras aún podían compartir la tribuna Oriental y los desmanes no pasaban a mayores.

En 1998 desertores de la Putería Roja y otros hinchas rojos crearon un movimiento para apoyar al DIM desde la tribuna Norte, el cual recibió el nombre de Rexixtenxia Norte. Un año antes, en el mes de noviembre, había nacido el contingente juvenil de Los del Sur. Varios adolescentes fanáticos del cuadro verdolaga, adscritos al Escándalo Verde, decidieron separarse y, en la urbanización Villa de Aburrá, crearon la nueva barra que empezó a animar al club Atlético Nacional en la tribuna Sur del Coloso de la 74.

Estas barras populares crecieron y, con una pasión desbordada, los hechos violentos empezaron a ser más comunes, especialmente en los clásicos. En poco tiempo las barras, denominadas bravas como en Argentina, se convertirían en un problema para la ciudad. Sin embargo, las políticas públicas y el interés de los líderes de las barras para contrarrestar esa violencia sirvieron para empezar a cambiar el rumbo con trabajo social organizado.

“Yo no las califico como barras bravas, pues tienen unas características diferentes a otras y están marcadas por nuestra idiosincrasia. Recordemos que en la época cruenta y violenta en Medellín por parte del narcotráfico el fútbol sirvió de bálsamo para la ciudad y le hizo una gambeta a la muerte”, asevera Gonzalo Medina Pérez, politólogo y profesor universitario especialista en el tema.

“Debemos aceptar que es una nueva generación de hinchas del fútbol, que lo ven con otros matices y de una manera distinta”, sentencia Guillermo Otálvaro, presidente de Ubanal.

Este rápido recorrido evidencia cómo el hincha de fútbol en Medellín pasó de la curiosidad por el juego al fanatismo juvenil que impulsa y da sentido a la vida de cientos de aficionados.

La fidelidad del hincha, 1982.