Estuvimos doce días en Río de Janeiro. Siete enviados de Universo Centro, siempre especiales, en busca de la calle y la playa, de las semejanzas entre comunas y favelas, cortadas por los mismos cables y distintos filos, del fútbol y la fiesta, de la música y la religión, del paisaje deslumbrante y las bebidas. Poco turismo y mucha agenda. Hablamos con mucha gente y entramos a sitios vedados para los mortales que llegan con pasaporte. Confirmamos algunas ideas preconcebidas, cambiamos de opinión día a día, nos asustamos con la monstruosidad de los cruceros, vimos las armas que nunca habíamos visto en Medellín, gritamos un gol de Colombia y perdimos 2-1.
Llegamos a Río con el encargo de contar historias por fuera de nuestro centro, de botar el capote y salir del parlache. Se trató de un proyecto en compañía de Voz das comunidades, un medio comunitario con gran audiencia en las favelas, con la capacidad de contar desde adentro la vida que en Río casi siempre se ve desde afuera. Un intercambio periodístico que incluyó una reciente visita de nuestros colegas a Medellín.
Hay muchas cosas nuevas en este número para nosotros emocionante y retador. Trabajar como equipo periodístico en el terreno, reportear en otro idioma, salir del lugar común en menos de dos semanas de deslumbramiento, publicar un número temático, contarles algo que sea revelador y riguroso, que responda a nuestro periodismo sin muchas reglas y trasmita algo de pasión y verdad.
Río, Cidade Maravilhosa, hace que sea difícil dar la talla. Es una ciudad desmesurada en su realidad, su paisaje, sus contrastes, su alegría, su violencia, su ritmo. El primer día nos topamos a un hombre bailando sobre las vías del tranvía en el centro, un viejo de unos setenta años, decía que bailaba para arreglar sus dientes. Bailaba y cantaba, parecía orar y darnos la bienvenida. Nos bautizó. Con su risa de un diente sí y un diente no. Ese mismo día vimos la piedra bajo la cual nació la samba, un lugar que fue fortaleza y escondite, muy cerca de donde llegaron los millones de esclavos a Brasil. Todo tan apeñuscado entre esas peñas increíbles. También vimos la casa en ruinas donde vivió Machado de Assis y a dos jóvenes armados de fusiles que parecían custodiarla, pero en realidad cuidaban otra memoria. Todo en un solo día.
El escritor Rubem Fonseca, que murió en Río en 2020 a los 95 años, un cronista policiaco de Río, un cuentista de miedo, tiene un cuento llamado El arte de caminar por las calles de Río de Janeiro. En esas páginas un escritor sin futuro le enseña a leer a un grupo de prostitutas. Es seguro que fue muy poco tiempo para aprender ese arte. Pero les encargamos, lectores, nuestros primeros pasos por esa ciudad deslumbrante y alegre, ruda, rota por el racismo, con una larga guerra en las laderas, con los taxistas que tocan pandereta y cantan mientras manejan, con la gente que quiere más la pelota que la selección. Encontrarán baile, disparos, basura, paisaje, religión, grafiti, goles, pillos y semejanzas con nuestra ciudad. Ideas, ladrillos, tragedias, desencuentros, afinidades, mitos equivocados… Esperamos disfruten este número sin saudade.