Paro Nacional de 1977: el pequeño 9 de abril
—
Por JUAN FERNANDO RAMÍREZ ARANGO
A propósito del paro cívico nacional del 21 de noviembre, vale la pena recordar una portada de la revista Alternativa, la primera que acompaña este texto, correspondiente a una edición capicúa, la 131, que circularía entre el 12 y el 19 de septiembre de 1977, y que, bajo el título “El 14 de septiembre: ¡PARO NACIONAL!”, invitaba al primer paro nacional obrero y popular a realizarse en Colombia en más de 20 años, el primero apoyado conjuntamente por las cuatro grandes fuerzas sindicales del país, la UTC, la CTC, la CSTC y la CGT: “Este fuerte sentimiento unitario tiene un origen común: el profundo descontento popular con el gobierno”. La principal causa del descontento popular con el gobierno de turno, el de López Michelsen, era el alza en el costo de vida, un 25% en 1976 que, añadida a la que iba en lo corrido de 1977, 28% para obreros, se tragaba de sobra lo que iban a obtener los trabajadores en aumento salarial los dos años siguientes.
Ante el anuncio del paro, hecho el 1 de septiembre, el gobierno de turno haría todo lo posible por sofocar su realización: “apelando al inagotable arsenal jurídico-legal que le proporciona el estado de sitio, bajo el cual ha transcurrido la mayor parte de su mandato”. Así, entre el 1 y el 14 de septiembre, emitiría una avalancha de decretos como, por ejemplo, el 2004, que sancionaba con penas de arresto de 30 a 180 días a quienes promovieran o participaran en protestas laborales, además de otros que prohibían a la radio y a la televisión hablar del paro. A la avalancha de decretos se le sumarían “las amenazas de arrestos masivos, despidos fulminantes, eliminación de fueros sindicales y suspensión de personerías jurídicas a los trabajadores y sindicatos que participaran del paro”. Para contrarrestar la primera de esas amenazas, las mencionadas cuatro grandes fuerzas sindicales del país impartirían orientaciones a nivel nacional con el fin de evitar manifestaciones masivas en la fecha señalada que facilitaran la represión y los enfrentamientos con la fuerza pública: “Deben organizarse piquetes y mítines de agitación en las fábricas y barrios, para promover el paro y las consignas aprobadas contra la carestía y el estado de sitio, en pro del alza general de salarios, la prima móvil, las libertades sindicales y democráticas y en solidaridad con los sectores actualmente en lucha: FECODE, USO, INDUPALMA, CEMENTOS, etc. En Medellín, de acuerdo con esas orientaciones, se organizarían más de cien comités de fábrica y más de doce en igual número de barrios en favor del paro. Paro que, increíblemente, “en una muestra asombrosa de sectarismo, desubicación y miopía política”, no apoyaría la asamblea estudiantil de la Universidad de Antioquia, ni Sintrapopular ni Sintrabanca, instigados por el ML, un grupo de corte maoísta que desaparecería en 1980. Un grupo de prestigiosos intelectuales, artistas y escritores nacionales, encabezados por GGM, Luis Vidales, Antonio Roda y Enrique Grau, en cambio, sí apoyarían el paro, rubricando una carta muy breve: “Las mejores condiciones para adelantar nuestro trabajo se dan al lado del pueblo, de sus luchas por la democracia y por una sociedad donde desaparezcan las diferencias que caracterizan a la Colombia de hoy”. Las FARC también respaldarían el paro a través de un comunicado del Estado Mayor: “Saludamos esta iniciativa de unidad de acción de la clase obrera… Comprendemos la enorme importancia del paro que se prepara, compartimos su justeza y ofrecemos el concurso de nuestra influencia para colaborar en su feliz realización”.
Un día antes del paro, el cabalístico martes 13 de 1977, El Tiempo titularía así en primera página: “El paro es político: López”, refiriéndose a la alocución presidencial de la noche anterior, resumida en esta píldora: “El movimiento que organizan las cuatro centrales obreras, las democráticas UTC y CTC, y las extremistas CSTC y CGT, es un paro ilegal con intenciones políticas”. El día del paro, el mismo diario capitalino titularía así en portada: “El gobierno garantiza el orden en todo el país”, lo garantizaría a través de un plan denominado “Tricolor”, en el que tanto el ejército como la policía asegurarían, entre otras cosas, los servicios de energía eléctrica, acueducto, televisión, transporte férreo, aéreo y automotor. Un día después del paro, contrastando con su titular de portada del día anterior, El Tiempo titularía así en primera página: “Diez muertos”, título seguido por este subtítulo: “Toque de queda por saqueos y motines en Bogotá. Levantado el paro”. A continuación, se compararía lo ocurrido el día anterior con el 9 de abril: “Por lo menos diez personas murieron y centenares resultaron heridas ayer en Bogotá, como consecuencia de una serie de asonadas que conmovieron el cinturón industrial de la ciudad e hicieron degenerar el paro cívico decretado por las centrales obreras en un pequeño 9 de abril en la periferia de la capital de la república”.
En la siguiente edición de Alternativa, la 132, que circularía entre el 19 y el 26 de septiembre de 1977, bajo el título “Un paro de verdad”, se diría que, según las llamadas telefónicas y los relatos de testigos oculares sobre gente abaleada por la fuerza pública recibidos por esa revista el día del paro, los muertos en Bogotá serían más de 50. De los cuales presentarían los datos confirmados de 19: “Murieron: Elsa Morales, de 17 años, en la puerta de su casa del barrio Atahualpa, abaleada por la FAC. Celina González, en la misma zona, de un tiro en el ojo izquierdo. También otro hombre, no identificado, fue muerto por la FAC en Fontibón. Gloria Ayala Soto, de 20 años, a las 9:00 PM del miércoles, en la calle 46 con carrera novena. Otras dos personas, un matrimonio, murieron abaleadas por la tropa en esa misma dirección. Josefina Rico, de un tiro en el pecho en la 28 con 28 sur, a las nueve de la noche. Jorge Ernesto Arévalo, estudiante del INEM de Kennedy, fue muerto a las 6 PM desde un campero militar en la calle 36 sur. Luis Alberto López falleció en la Clínica de San Pedro, herido de bala en un pulmón. Pablo Álvarez recibió un disparo en el pecho en la Primero de Mayo y Hernando Pagotas, de 18 años, también murió abaleado, en la calle 65 con 68. En la mañana del jueves murieron tres personas en el barrio Estrada en choques con la tropa. Ese mismo día en la mañana fueron mortalmente abaleadas otras tres personas en la Caracas con 27 sur y otro en la Carrera 49 Bis # 24-41. Por último, Tarciso Reyes, estudiante de arquitectura de la universidad Católica, fue muerto de dos tiros por la espalda cuando salía de estudiar de la casa de una compañera. Eran las nueve de la noche y estaba a media cuadra de su residencia. Sin previo aviso, le dispararon a mansalva. Los vecinos que protestaron como energúmenos por este asesinato a sangre fría recibieron una ráfaga de bala sobre sus cabezas y no pudieron prestarle asistencia alguna a Reyes, quien falleció a los pocos minutos”.
En Medellín, por su parte, ya que muy pocas fábricas suspenderían la producción, el paro tendría como epicentro los barrios populares: en Kennedy, Miramar, Santander, 12 de Octubre, París, Santa Cruz, Aranjuez y Campo Valdez, los enfrentamientos con el ejército y la policía durarían más de seis horas continuas, dejando un saldo de por lo menos cinco muertos, cuatro de ellos registrados por Alternativa: “El cuerpo del obrero Nicanor Álvarez fue arrojado desde un vehículo en el sector de El Bosque en la mañana del miércoles. En el barrio 12 de Octubre, fue muerta de un disparo la señora Mercedes Chica, que se encontraba en la ventana de su casa. El soldado del batallón Bomboná, Raúl Bedoya, le disparó sin motivo aparente un tiro en la cabeza. Mercedes Chica, en avanzado estado de embarazo, era muy querida por sus vecinos, quienes estuvieron a punto de linchar al soldado. En Guayabal, un obrero sin identificar, fue sorprendido cuando arrojaba una bomba molotov y muerto de una ráfaga de metralleta. Finalmente, en Castilla, murió un agente de policía que recibió una pedrada en la sien”.
Posdata 1: El número de detenidos en Bogotá el día del paro, recluidos en el Coliseo El Campin y en la Plaza de Toros, superaría los cuatro mil.
Posdata 2: A las 4:30 PM el día del paro, el gobierno anunciaría el toque de queda en Bogotá, después de que el ejército declarara a Timiza y Kennedy como zonas de guerra, de que fuera descarrilado un tren que iba hacia Soacha, y de que fueran saqueados los almacenes YEP y ONLY del Estrada, CAFAM de Normandia y las factorías Mármoles Andino, Modulíneas y Laboratorio Lucrecia, además de un sinfín de establecimientos menores. El paro dejaría 50 millones en daños materiales y 1200 millones de pérdidas para el comercio de la capital. El toque de queda duraría dos días.
Posdata 3: “Hemos superado un pequeño 9 de abril”, declararía el presidente López Michelsen al recibir, en la tarde posterior al paro, a una delegación del Congreso que le entregaría una moción de respaldo firmada por 52 parlamentarios de los partidos políticos tradicionales.
Posdata 4: Según el libro Medellín: memorias de una guerra urbana, “el paro cívico del 14 de septiembre de 1977, es considerado un hito en la historia de los movimientos sociales en Colombia por la participación masiva de la población en las principales ciudades y por la parálisis que provocó. Esta protesta fue objeto de particular atención por parte de las fuerzas de izquierda y las guerrillas, quienes vieron allí una muestra de que el país se enrumbaba hacia una insurrección general. Pero también incidió en un endurecimiento del régimen del Frente Nacional evidenciado en la expedición del Estatuto de Seguridad por parte del gobierno de Julio César Turbay, el cual contempló medidas tales como el aumento de penas para los delitos de secuestro, extorsión y ataques armados, permitió que tribunales militares juzgaran a civiles y que se extendiera la categoría de subversión a la propaganda agitadora, la incitación a la revuelta y la desobediencia a las autoridades”.
Posdata 5: A propósito del estado de sitio que se vivía en Colombia por los días del paro cívico del 14 de septiembre de 1977, según un artículo titulado “Un país de estados de excepción”, publicado por El Espectador el 11 de octubre de 2008, “en los 21 años transcurridos entre 1970 y 1991 Colombia vivió 206 meses bajo estado de excepción, es decir, 17 años, lo cual representa el 82% del tiempo transcurrido. Y entre 1949 y 1991 Colombia vivió más de 30 años bajo estado de sitio, lo cual representa el 71% del tiempo transcurrido”.