Aunque El Guanábano cumple sus 31 años en plena sequía
NACIERON 31 GUANABANITOS
Pero antes de que coincidan con nosotros en que este nacimiento se trata de un verdadero hecho histórico, por supuesto tienen que conocer la historia completa. Hela aquí, y por fortuna, “resumidamente”.
El bar adoptó ese nombre porque aterrizó en un lugar que en ese entonces llamaban el Parque del Guanábano, dizque porque allí existió un árbol de esos muy frondoso, pero del que ni fotos quedan. Lo raro es que al poco tiempo un guanábano empezó a pelechar en lo alto de la fachada del bar sin que nadie lo hubiera sembrado, y allí estuvo haciendo de penacho hasta que hace unos años, por falta de tierra para sus crecientes raíces, se desplomó.
Casualmente (o talvez no), a los pocos días de desaparecido el guanábano del frontis, manos anónimas dejaron en la puerta del bar el Niño Divino, que como es conocido, cada tanto renueva su cabeza de guanábana sin que hasta ahora nadie haya podido explicar tan asombroso fenómeno.
Durante mucho tiempo distintos profesionales recolectaron las semillas de esas guanábanas con el propósito de hacerlas germinar pero fue imposible. Solo se sabe de una que germinó mediante un tratamiento poco convencional (la portó un indígena dentro de sus calzoncillos durante 38 días), pero que desapareció misteriosamente. Dicen por ahí, sin aportar pruebas, que la hurtó Jhoncito Jaramillo, que logró que el árbol creciera y que por tomar el jugo de sus guanábanas terminó convertido en vegano.
Pues bien —y esa es la gran noticia—, justo ahora que el bar cumple 31 años formando juventudes, una experta hechicera llamada La Pájara Busquets (hemos cambiado el apellido para evitar que sea reconocida) consiguió que crecieran 31 preciosos guanabanitos, hijos todos de la mismísima cabeza del Niño Divino del Guanábano, nada más y nada menos.
Sobre el tratamiento que les aplicó para que por fin germinaran solo nos reveló una parte: los cunchos de cerveza que quedaban en las botellas cada noche, en lugar de ser reenvasados, se aprovecharon para regar las semillas durante cerca de un mes, y además cada una fue puesta en una copa aguardientera sobre un algodón humedecido con el tequila chiviado que se expende en el bar. El resto del tratamiento, nos imaginamos, debe ser arte de brujería.
Y ahora sí una noticia todavía mejor:
¡Los 31 guanabanitos están a la venta!
Cada uno en una matera especialmente pintada por artistas amigos de El Guanábano que ayudaron para que el bar no se cierre y cumpla muchos años más.
Árbol que nace torcido
gracias al bar no endereza