Número 145 Agosto de 2025

Rodrigo D en Bogotá

A 35 años del estreno

por JUAN FERNANDO RAMÍREZ ARANGO • Fotografía de Guillermo Melo

El 23 de julio de 1990, por fin se estrenó Rodrigo D en Colombia, abriendo el VII Festival de Cine de Bogotá: una muestra de cuarenta películas nacionales, 120 internacionales, ochenta videos y cien comerciales que se presentarían en veinticinco salas de la capital hasta el 31 de julio: “Desde el barrio La Victoria hasta Suba, y desde los Cerros Orientales hasta Ciudad Bolívar”.

A pesar de los reconocimientos: haber sido la película más destacada de la muestra “From Magic to Realism: Colombian Cinema”, exhibida por el MoMA de Nueva York en enero de 1990, donde Kino compró los derechos para su distribución en Estados Unidos, y de ser la primera película colombiana que compitió por la Palma de Oro en Cannes, donde se llevó los aplausos del público, el jurado y la crítica internacional, el esperado estreno de Rodrigo D en el país sería anunciado muy tímidamente por la prensa bogotana: El Tiempo, por ejemplo, lo haría en su sección “Cultura y espectáculos”, en la lejana página 4C: “El VII Festival de Cine de Bogotá sube hoy el telón con la proyección de la discutida producción colombiana Rodrigo D, de Víctor Gaviria”.

Discutida, entre otras cosas, porque los medios colombianos, principalmente los de la capital, la habían presentado como una película de sicarios, “El sicariato al cine”, tituló Semana, no por nada, seis de sus actores naturales habían sido asesinados en los tres años y medio que separaron el final del rodaje y el estreno en Cannes. El caso más sonado fue el de Carlos Mario Restrepo, el cuñado de Rodrigo, a quien borraron del mapa el 27 de marzo de 1990, el mismo día que la película fue aceptada para concursar por la Palma de Oro: “Le pegaron varios tiros en la cara con una escopeta recortada. Yo no pude celebrar la invitación a Cannes. Me encerré en la casa a llorar”, contó el director de la película.

Uno de los abanderados de esa visión sicarial de Rodrigo D fue el crítico Alberto Duque López, contra el que Víctor Gaviria se fue lanza en ristre en una noticia titulada “En Bogotá, Rodrigo D abre hoy el VII Festival de Cine”, publicada por El Colombiano, donde dijo lo siguiente: “Alberto Duque López es alguien supremamente resentido porque no ha podido hacer cine. Él difundió solo la parte negativa de la crítica internacional con respecto a la película y dejó de lado las posturas más serias, como las de Cahiers du Cinéma”.

Por eso Víctor Gaviria publicó en esa misma edición de El Colombiano, la del 23 de julio de 1990, una traducción de la crítica de Cahiers du Cinéma, en la que se fulmina la visión sicarial de su ópera prima: “Rodrigo D no es una película de impacto y no habla de sicarios sino del universo de donde todos vienen: una zona urbana con una pobreza agresiva, una vida atrapada por el vacío como por una bomba de tiempo. Víctor Gaviria filma la incoherencia de los días que se encadenan dentro de un universo donde no se cree en el mañana, un flujo de historias efímeras electrizadas por la música punk”.

Ese aparte de la traducción hecha a cuatro manos por Mariela Peña y Víctor Gaviria salió a la luz en la página 15A, porque la portada de El Colombiano, al igual que la de El Tiempo, se la robaba otro Gaviria, César, el presidente electo, que daba a conocer su propuesta sobre la nueva Constituyente: “Desde hoy, Gaviria define temario de la Constituyente”. Curiosamente, meses después, en un artículo titulado “La vida no vale nada”, publicado en la edición 446 de Semana, se relacionarían ambas cosas: “Con Rodrigo D pasa lo mismo que con la Constituyente. Todo el mundo habla del tema, pero pocos lo conocen a fondo”.

Pocos lo conocían a fondo porque, antes de presentarse en el VII Festival de Cine de Bogotá y cuatro meses después en las salas comerciales, Rodrigo D solo había circulado de manera clandestina en el país, a través de copias piratas de “120 generaciones” distribuidas por una productora fantasma de Medellín llamada Putamax. Copias piratas que habían hecho reconocible a Ramiro Meneses, al que los punks más radicales tildaban de vendido porque había dado el salto a la televisión con la serie Décimo grado: “Una vez me encontré a un tipo, aquí en Bogotá, un punky. Yo estaba mirando una vitrina, como a las ocho de la noche, y el tipo llega y me dice: ‘¿Usted es el de Rodrigo D? ¿Sabe qué? Amparo Grisales y usted son la misma mierda’. Y se metió el dedo en la boca y me vomitó a los pies”.

Y sería precisamente a las ocho de la noche de aquel 23 de julio de 1990, en el Teatro Colsubsidio, mientras el cielo vomitaba agua contaminada de esmog, que comenzó la proyección de Rodrigo D, tras un discurso consonante de Juan Martín Caicedo, alcalde mayor de Bogotá: “Es innegable que el problema fundamental del cine colombiano es la contradicción y dispersión en los esfuerzos por lograr un lugar digno dentro del arte nacional, y un espacio apropiado para su desarrollo industrial. El 46 % del precio de una boleta subsidia otras actividades, deportivas o de beneficencia, y solo un 16 % es presupuestado para el cine nacional. Hacer películas en Colombia, por lo tanto, es un acto de heroísmo y el caso típico es Rodrigo D”. La cual se terminó de rodar el 30 de diciembre de 1986 y apenas se pudo estrenar en 1990, según la revista Time, “because of financial problems and conflicts with Colombian distributors”, elevando el costo de producción a 185 mil dólares o 65 millones de pesos, unos 1432 millones de hoy.

Mientras el alcalde de Bogotá emitía ese parte negativo del cine colombiano, en las afueras del Teatro Colsubsidio se presentaron disturbios, generalizados así por El Espectador dos días después, el 25 de julio de 1990: “La opción de participar de la premier de Rodrigo D, la ya mítica cinta de Víctor Gaviria, se convirtió en un acto de atropello contra todos aquellos que solo aspiraban a que corriera la película”. Atropellos protagonizados, según ese periódico, “por una masa furiosa de jóvenes vestidos de negro que se fueron integrando bajo la lluvia”. Un día después, el jueves 26 de julio, La Prensa identificó a esa bandada de cuervos y a sus víctimas: “Carne fresca: cientos de punks del sur de Bogotá. La delicatesen: las señoras encopetadas, los embajadores y, claro está, la gente de cin-empleo tratando de hacer valer sus pomposas tarjetas de invitación especial. A la entrada del teatro los punks del Luna Park, Kennedy y La Fragua se codeaban con los abrigos de pieles. Se dice que a muchos les salieron ampollas en los codos. Otros resultaron con alergia a los perfumes parisinos. Otros prefirieron escupir”.

No se sabe cuántos punks lograron colarse al Colsubsidio, pero, como señaló El Espectador un día después, “los críticos especializados tuvieron que soportar la orden de: Vamos a ver si en las escalas pueden ser ubicados”. Entre los críticos especializados que apreciaron la película desde las escalas, estaba Rafael Chaparro Madiedo, sí, el de Opio en las nubes, quien escribiría en “La franja lunática”, su columna de La Prensa, esta frase de neón sobre la única película declarada fuera de concurso en el VII Festival de Cine de Bogotá: “Una cosa ha quedado clara con Rodrigo D, el cine colombiano no es el mismo antes y después de esta realización”.

Revista Semana, febrero 27 de 1990.

‘¿Usted es el de Rodrigo D? ¿Sabe qué? Amparo Grisales y usted son la misma mierda’. Y se metió el dedo en la boca y me vomitó a los pies.

Posdata 1: Después de la película, los punks del Luna Park, Kennedy y La Fragua que habían logrado colarse en el Teatro Colsubsidio, como si fuera un contrapunto callejero de El Tiempo de ese día, dejaron este grafiti en un muro, simbiosis irónica entre el lema presidencial de César Gaviria y el título de la película: “Con César bienvenidos al futuro, con Víctor No Futuro”.

Posdata 2: Varios de esos punks llevaban un botín de guerra en la mano: la banda sonora de Rodrigo D, pues Karl Troller ya les había advertido en la sección “Discos” de El Espectador, que se conseguía “en los almacenes alternativos de la calle 19, en las funciones de la película durante el actual Festival de Cine, o dirigiéndose a Producciones Tiempos Modernos, Apartado Aéreo 70068 de Medellín”. Troller describió el disco como el verdadero sonido de la Comuna Nororiental: “Es algo más que una Mini Uzi descargándose”. Y señaló a su público objetivo: “Un disco para renegados, punks, desechables y taxistas en el negocio del deshuese”.

Posdata 3: También a la salida del Colsubsidio, el genial Carlos Mayolo entregó estas declaraciones para Kinetoscopio # 5: “Rodrigo D es una película hiperrealista, que sobrepasa el devaneo con lo sociológico y penetra en la poesía del caos, y en la poesía en sí. Rebasa la poesía del testimonio, que es lo que a muchas cinematografías les costó mucho trabajo por andar sociologizadas. Rodrigo D es un trabajo que trata sobre la sociedad, pero sobre una poesía que la misma podredumbre de la sociedad genera. Es un grito de humor negro, es un escándalo lo que produce, deja un sabor amargo y cambia el concepto de los distintos sabores de otras películas. Es una nueva sensación lo que produce y muestra una faceta distinta de un cine que debió haber sido más urgente antes, y no se hizo por bagajes literarios y por otras cosas de nosotros los cineastas”. Declaraciones que coincidían con estas palabras del crítico Luis Alberto Álvarez, publicadas el 12 de mayo de 1990 en su columna “Páginas de cine” de El Colombiano, día del estreno en Cannes: “Rodrigo D es el primer largometraje colombiano argumental que no necesita bastones literarios, que refleja directa e inteligentemente la candente realidad urbana de Colombia, que se aleja de los vicios y clisés visuales e interpretativos y revela en cada uno de sus aspectos la concepción de un verdadero director”.

Posdata 4: Exactamente un mes después de finalizado el VII Festival de Cine de Bogotá, o sea el 31 de agosto de 1990, Rodrigo D sumó un nuevo reconocimiento a su palmarés: mejor película en el Festival de Cine Latino de Nueva York. Sobre ese hecho escribió lo siguiente Enrique Ortiga, archivador del MoMA: “Quizás el triunfo de Rodrigo D en Nueva York convenza a los productores y a los distribuidores colombianos de la necesidad y de las oportunidades de promocionar, estrenar y exhibir apropiadamente la que muchos consideran la mejor película colombiana de todos los tiempos. Lo sea o no, Rodrigo D no debe negársele a quien le pertenece: a los amantes de cine en Colombia”. ¿Por qué se la estaban negando? “Focine como productor oficial la considera (al igual que muchos colombianos) explosiva, inapropiada para la situación política y de orden público que vive el país, como si el trabajo de los poetas tuviera que regirse por las leyes de la sociedad”.

Posdata 5: El 15 de noviembre de 1990, dos meses y medio después de ganar el Festival de Cine Latino de Nueva York, despidiendo un año en el que dos candidatos presidenciales fueron asesinados por sicarios de Medellín, finalmente ocurrió el estreno nacional de Rodrigo D en los cines comerciales de Colombia, el Calle Real de Bogotá fue el primero en proyectarla, a las 3:15 P. M.