Eusebio transportó cocaína a una pista de aterrizaje clandestina a dos horas de su comunidad natal. “El que lleva la droga no es de la guerrilla. La guerrilla está en el puesto, la monta en el avión, la custodia. Los que llevan la droga son los traquetos”, dice, usando un término que se refiere a los narcotraficantes.
Según los dos indígenas, los laboratorios de cocaína están diseminados por todo el estado venezolano de Amazonas. Cuando se han almacenado grandes cantidades –cientos de kilos– de droga, salen cargamentos aunque no siempre en avión. Los traquetos también realizan largos viajes en barco para pasar la droga a Brasil.
Eusebio perteneció a un grupo de unos 10 traquetos que hacían viajes frecuentes de contrabando. Cuando uno llegaba a su destino, partía otro. Los ingresos de los envíos se repartían entre las disidencias de las FARC y el ELN, antiguos rivales, que ahora tienen un pacto para repartirse las ganancias, según Eusebio.
En sus viajes por el río Negro hacia la ciudad brasileña de São Gabriel de Cachoeira, lo acompañaban alrededor de ocho guerrilleros armados con fusiles automáticos y, a veces, con uniformes, pañuelos rojos y una bandera roja y negra.
“Una vez llevé un cargamento de 530 kilos [1,168 libras]”, dice Eusebio. “Iba marihuana, iba cristal, que le dicen al perico (cocaína), y varios tipos de mercancía”. Las fuerzas de seguridad venezolanas, agrega, nunca los detuvieron.
En Brasil, grandes organizaciones del crimen se encargan de la droga y la distribuyen a compradores de todo el país, exportándola al por mayor a Europa y África. Pero Eusebio dice que nunca se reunió con miembros de bandas de narcotraficantes brasileñas. En cambio, afirma que entregó droga a oficiales brasileños corruptos.
Antes de que su barco llegara a São Gabriel de Cachoeira llegaron tres o cuatro policías uniformados, según Eusebio. “Esperan hasta que oscurece para montarlo al otro bote”, dice.
Los medios locales han informado de varios casos de funcionarios policiales brasileños involucrados en el tráfico de drogas en el Amazonas. La región ha experimentado un significativo aumento de las incautaciones de droga y se ha convertido en una importante ruta de tráfico desde la pandemia del covid-19.
EL ATRACTIVO DE LAS ECONOMÍAS ILEGALES
El narcotráfico no es el único negocio lucrativo de las disidencias de las FARC en Venezuela. Aunque la minería fue prohibida en Amazonas por decreto presidencial en 1989, las minas ilegales de oro dejan cicatrices en la selva, en varias partes del estado, incluida la frontera con Brasil y las montañas de cima plana, conocidas como tepuyes, en el Parque Nacional Yapacana.
Durante el tiempo que estuvo en la guerrilla, uno de los trabajos de Alexander consistía en recaudar dinero por protección –es decir, cobrar “vacunas”– de cada concesión minera en el Parque Nacional Yapacana y una zona llamada La Esmeralda.
“La regla fija era un kilo de oro por cada explotación minera”, dice. “Tiene que estar completa la ‘vacuna’ (extorsión) para entregarla a ‘El Viejo’”, el comandante. Si los mineros no pagaban, él los llevaba al comandante, dice, y agrega: “A algunos los mataron”.
Mientras que parte del oro extraído ilegalmente en Venezuela se trafica localmente en Caracas o a través de Brasil, traficantes de oro y documentos policiales, obtenidos por Amazon Underworld, indican que cantidades que varían de decenas de gramos a kilogramos, se introducen de contrabando a Colombia, a través del río Atabapo, en barras de jabón, envases de desodorante, sostenes o en las partes íntimas de mujeres.
Pueden venderse en tiendas de oro en Puerto Inírida o transportarse en vuelos desde el aeropuerto local, donde un traficante de oro colombiano afirmó que la policía recibió sobornos. Un contrabandista dijo que llevaba cinco kilos de oro por el río Vichada a la ciudad de Santa Rita y luego por carretera a Medellín.
Las disidencias de las FARC han convertido el Amazonas en una potencia económica, de donde proviene financiamiento para sus operaciones en Colombia o en cualquier otra parte de Venezuela.
“Ahorita no están trabajando más por el pueblo, como dicen, sino por la guerra, por las rutas del narcotráfico”, dice Alexander. “Como dicen ellos, según algunos, ya no es más por política. Están peleando por las rutas de la coca, la minería y todo eso”.
El resultado es una oportunidad económica a la que a los jóvenes les cuesta resistirse.
“La falta de recursos económicos en las zonas indígenas y mineras ha sido la oportunidad perfecta para maniobras de convencimiento por parte de los grupos irregulares, vendiendo una política de desarrollo y seguridad”, dice un maestro indígena y líder comunitario. “Al mismo tiempo, el manejo de moneda extranjera en grandes cantidades ha provocado la aceptación de estos grupos irregulares en comunidades y zonas mineras bajo el conocimiento del gobierno”.
La guerrilla es generosa con regalos para los jóvenes. “Les dan cosas, motos, incluso comida, y esto les genera una deuda”, dice un experto en educación en el estado de Amazonas. “La forma de pago es juntarse a ellos. Antes de que se den cuenta, ya hacen parte de una organización criminal”.