En “apoyo a prostitutas”: paisaje de una guerra sin nombre
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Por LAURA MARTÍNEZ DUQUE – PUTAMENTE PODEROSAS
Ada Trifiró es la politóloga y socióloga italiana autora de “Mujeres que ejercen la prostitución: una historia de inequidad de género y marginación”, un libro que aparece citado en una larga cantidad de tesis, monografías y trabajos sobre este tema que a tantas personas atrae, perturba o incomoda. Así concluye la introducción de esta obra publicada en 2003:
“Mientras la globalización de la economía y el incremento de los niveles de pobreza empujan un número siempre más alto de mujeres y hombres al trabajo sexual, en su país y el extranjero, a la vez se incrementan el rechazo y la represión. (…) Mientras disminuye en el mundo la población que tiene a su propio alcance los derechos socio-económicos básicos, se penalizan situaciones que son alternativas de vida que ofenden a la moral común. Esperamos de verdad que estas páginas puedan mostrar la otra cara de la realidad que los discursos políticos y los medios de comunicación siempre esconden, ofreciendo así elementos de reflexión y cuestionamiento…
Escrito 20 años atrás, sorprende -entristece más bien- que la discusión alrededor del trabajo sexual, lejos de sofisticarse y humanizarse, continúa amarrada a la violenta negación de los derechos humanos de las personas que lo ejercen por decisión o por necesidad. Nos lleva a pensar que, como grupo humano, fallamos en advertir las grietas que nos fracturan como sociedad. Esas grietas, cada vez más profundas, se han naturalizado generación tras generación y hoy son paisaje. En un país como Colombia son los paisajes de la periferia y la marginalidad hacia donde se empuja todo lo que estorba y “afea” según el criterio de muchos y el poder de unos pocos.
La lectura de esas líneas reaviva un par de amarguras. Nos recuerda aquella promesa fallida de la globalización como milagro económico para la que nuestro país y muchos otros no estaban preparados. Finalmente nos confronta ante una inquietud: ¿Hemos accedido a la otra cara de la realidad que los discursos políticos y los medios de comunicación siempre esconden?…En solo dos décadas asistimos a una revolución tecnológica que democratizó el acceso a la información y dejó en crisis a los medios de comunicación tradicionales. Hay una cantidad apabullante de contenidos al alcance de un click, sin embargo, las redes sociales redujeron las discusiones políticas y públicas a unos pocos caracteres que se diluyen en su volatilidad. O en su virulencia. Porque ya sabemos que 140 son suficientes para provocar el odio y la violencia en todas sus formas.
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El 8 de marzo de 2023, el alcalde de Medellín, Daniel Quintero, publicó en su cuenta de Twitter la imagen de una escultura de Fernando Botero grafiteada con la consigna “por el trabajo sexual” y el siguiente mensaje: En apoyo a prostitutas, marcha de mujeres tumbó vallas de Plaza Botero. Alcaldía las pondrá mañana de nuevo. Fue una operación simple y efectiva, digna de las mejores estrategias de guerra. Un ataque indirecto con la capacidad de hacer muchísimo daño. Pero, ¿De cuál guerra estamos hablando?
“Cuando un país pierde su capital es igual que cuando una ciudad pierde su centro: empieza a perder la guerra. Y durante años, Medellín ha perdido la guerra del centro. Ahora, pasada la pandemia, podemos concentrarnos en ganar esta batalla. Y esto al final no es simplemente hacer cierres o poner filtros, esto es recuperar la autoridad. Pero uno tiene que, como en una batalla, crear una estrategia…”
Exactamente un mes atrás, el 8 de febrero, Daniel Quintero publicó una video-alocución en su cuenta de Instagram cuya segunda parte transcribimos arriba. ¿Cuál será esa guerra del centro que no se gana, “simplemente”, con hacer cierres y poner filtros? (Qué ganas de entender también cuáles son los elementos a filtrar…). Llama la atención que, con 35.000 reproducciones y más de 1.000 aprobaciones virtuales, no se leen preguntas de los ciudadanos internautas al respecto. A nadie parece inquietarle que un dirigente se refiera a batallas sin nombre para las cuales se crean estrategias que no se explicitan. En conclusión, el alcalde de Medellín está librando una guerra en el corazón de la ciudad pero no sabemos para qué o contra quiénes. En la primera parte del video, Quintero explica que la intervención en la Plaza de Botero hace parte de una estrategia para “recuperar” el centro de Medellín y enumera sus muchos beneficios entre los que “obviamente está el que la gente está pudiendo sacar el celular sin problema”; los comercios están vendiendo más y van a terminar transformados; asegura que la Plaza de Botero va a “terminar siendo como Provenza” y enfatiza en la oportunidad gigante que supone la medida porque “los negocios de ahí van a quedar valiendo toda la plata del mundo”…
La intervención que llevó a cabo la Alcaldía en la Plaza Pública de Botero, en pos de los beneficios antes mencionados, supuso el cerramiento de las inmediaciones del Museo de Antioquia a través de vallas para acordonar el espacio, instalar cámaras de vigilancia, detectores de metales y establecer puestos de control para el ingreso y la salida. Como si se tratara de un gran evento privado, ahora las personas deben hacer fila para ser requisadas por los agentes de la policía que, por supuesto, se reservan el derecho de admisión. Los habitantes de calle ya no tienen cabida y deambulan por las zonas aledañas cada vez más deprimidas. Las mujeres, diversidades y migrantes venezolanas que ejercen el trabajo sexual cerca de la Iglesia La Veracruz, quedaron arrinconadas detrás de las vallas donde son presas fáciles de la delincuencia que encontró en el amontonamiento un río revuelto. Los extranjeros y ciudadanos de “buen aspecto” pasan sin problema ni miramientos. La curva de ingreso de personas de estratos 1, 2 y 3 al Museo de Antioquia se desplomó a raíz de la iniciativa. El alcalde dice en el mencionado video que se imagina a más y más personas animándose a visitar el Museo de Antioquia, tal vez sus sueños se inspiren en esas imágenes “renderizadas” que modelan una realidad que no existe pero es tanto más deseable. Si la guerra de Quintero es en contra de la delincuencia y el crimen que desbordan la ciudad, cabría recordarle que el año pasado se robaron las vallas de su primer “abrazo metálico” y que a inicios de marzo, un hombre fue asesinado al lado del cerco y de todos los policías allí apostados. Estos son un par de ejemplos anecdóticos que por alguna razón llegaron a los medios de comunicación pues la violencia ejercida sobre las mujeres trabajadoras sexuales, diversidades, migrantes y habitantes de calle a nadie interesan porque estas cifras no sirven como indicadores ni medidores de resultados.
Solo sabemos que la guerra del Alcalde no se limita a poner filtros y hacer cierres. ¿Será que su estrategia consiste en atacar a quienes se oponen abierta y públicamente a sus medidas ineficaces, violentas y excluyentes en el Centro de Medellín?. El peligro es que en la lógica de la guerra, oponente es sinónimo de enemigo. En ese caso, las organizaciones que se movilizaron en contra del cerramiento de la Plaza Pública de Botero pueden esperar represalias. O quizás no. Puede ser que aquel trino del 8M cumpla una función ejemplarizante para todas las organizaciones que trabajan con poblaciones vulnerables del centro. Tal vez, nos recuerda que estamos en una lucha por los derechos humanos en medio de una guerra sucia que puede deslegitimar cualquier causa de un solo trino. En cualquier caso, Daniel Quintero logró diluir la discusión de fondo sobre el rumbo que toma Medellín en su afán de maquillarse sin atender sus problemáticas cada vez más graves y enquistadas. Aída Trifiró nos enfrenta ante un deja vú de ciudad:
…Pero ahora hay una inversión de tendencia y se están diseñando planes de reestructuración que apuntan a “rehacer” y transformar a Medellín en la “mejor esquina de Suramérica”. Sin resolver los problemas socio-económicos que afectan a la ciudad, estos planes tendrán como consecuencia la expulsión hacia los barrios populares de la/os “sin perspectivas”, la/os “sin trabajo”, la/os “indigentes”; en fin, de los que no tienen suficiente nivel académico o social o económico para habitarlo. Con el resultado de concentrar en los barrios periféricos a los más necesitados, incrementando el conflicto. El aspecto más dramático es que estas modificaciones de los equilibrios nunca ocurren de manera “soft”; los conflictos y las resistencias de las personas implicadas generan mecanismos propios de la limpieza social. Durante la construcción del Metro, tal como durante la realización del proyecto Ciudad Botero, han sido denunciados asesinatos de prostitutas, niños de la calle e indigentes.
Es justo decir que esa guerra sin nombre que se ha ensañado con los vulnerables de siempre, no es exclusiva de esta administración. En Medellín tenemos una larga tradición de desplazamientos forzados y vallas invisibles que son como grietas. Una ciudad fracturada en nombre del progreso y el esfuerzo por esconder las miserias que afean el paisaje. El paisaje de una guerra sin nombre.
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Desde Putamente Poderosas aclaramos que no “apoyamos a prostitutas”. Nuestra organización lidera procesos de transformación social para que las mujeres y diversidades que ejercen el trabajo sexual, habiten un mundo más digno en el que sea inconcebible que un representante del Estado se refiera a una población vulnerable de forma tan lesiva, tan violenta, tan impune.