Locas de pueblo
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Por GUILLERMO ANTONIO CORREA MONTOYA
Fotografía de Angela Rave y Marco Antonio Montoya
Ese mayo de 1963, mientras en Pereira el Bolívar desnudo, esculpido por Arenas Betancur, causaba gran impresión y obligaba a más de un parroquiano a persignarse ante tamaña desfachatez e inmoralidad; la Pulga (la primera marica de la que tienen memoria los viejos del pueblo), había salido desnudo y desafiante en su caballo por todo el municipio de Caldas, Antioquia. La risa nerviosa apareció prematura en algunos de sus espectadores, pero como siempre pasaba, había ganado la indignación y la rabia de otros moradores que, sin dar crédito a lo que sus ojos veían, le pidieron con urgencia a la policía intervenir en tan bochornoso acto. La Pulga, en medio de la risa de los policías, fue detenido por escándalo público, aunque su arresto duró poco, pues era el único dentista del pueblo, así que tuvieron que olvidar rápido el agravio y fingir que no pasaba nada.
Así fingían con él cuando iban a su consultorio por un dolor de muela o para mandarse a hacer una caja de dientes. El pueblo sabía que él era marica, que tenía un modo atrevido de serlo, pero pese a todos los rumores siempre era mejor mirar para otro lado. Después en los setenta apareció en escena Fátima, la marica mística y descalza que arreglaba la virgen como ninguna otra y en ese momento ya el pueblo, aunque quisiera ignorar lo que veía, no lo pudo hacer; Fátima era una verdad suficiente que lo inundaba todo. Cuando apareció Karis, la gente empezaba a acostumbrarse, claro, ninguno contaba con el atrevimiento de esta que, en tacones y mantilla por allá en 1984, había dejado boquiabiertos a todos, mientras desfilaba llevándole un ramo de flores a La Dolorosa, en la procesión de las fiestas patronales. Karis a punta de tacones y desparpajo domesticó la mirada curiosa, y hasta sedujo a uno que otro poderoso de turno.
Pero estar acostumbrados a esos raros personajes no garantizaba tampoco que pudieran lidiar con reinados de locas, así como si nada; ¡no señor!, una cosa era que estuvieran en el pueblo, pero otra muy distinta era que llegaran a imponer sus excentricidades, ¡eso sí que no! Y cuando pese a todas las advertencias las locas se inventaron su propio reinado, el pueblo inmediatamente se dividió. De un lado estaba Nini, una de las señoras pudientes del pueblo y madrina de la cultura municipal, que encantada con la iniciativa decidió enfrentarse a todos para apoyar semejante espectáculo; doña Nini incluso involucró a un político reconocido de apellido Arango, contándole verdades a medias para obtener el espacio del Partido Liberal y asegurar sus apoyos. En el otro lado estaban unas señoras muy descontentas con el alboroto que se había armado con el capricho de las locas. Lo cierto es que la gran mayoría imaginaba aquello como el espectáculo más ridículo y divertido posible.
En pocos días se agotaron todas las boletas para el show, la corona se la había donado Fátima a la Karis después de que una de las vírgenes que ella solía arreglar se quebrara y solo le quedara la corona. Un motivo más para que algunos entraran en furia.
La Karis, como organizadora, no podía participar y convertida en jurado, no podía disimular su rabia. Ella, la inigualable, la que había derribado la puerta de un solo taconazo para que las otras entraran, no entendía por qué estaba en ese lugar sofocada entre tanto alboroto, calificando a otras locas para que alguna se ganara la primera corona del pueblo, —maricas atrevidas—, se dijo para sí misma; ella era la reina antes que todas, —absurda—, susurró mil veces, ella era. ¿Quién más podría ser en Caldas si no ella? —Soy Karis, la reina de cielo roto y punto, las demás que aplaudan y hagan fila—; pero bueno, en su papel de jurado le tocaba fingir entusiasmo y nada le encantaba más. Primero mariquiar y después sonrisita fingida, ese protocolo ya lo tenía patentado en su pueblo. Hasta una mirada irónica le tiró al enardecido público que asistía al reinado, cuando en medio de todo el tropel, les tocó escoger a la menos agraciada.
Cuando planearon el evento nunca se imaginaron que tendría tanta acogida, ellas tenían susto de que la gente reaccionara mal pero público asegurado tenían, en solo dos semanas se agotaron las trescientas boletas. Y había llegado el momento tan esperado, la sala del Partido Liberal estaba repleta de gente; unos y otros se agolpaban en los pasillos y un montón de curiosos agitaban voces incomprensibles en la entrada de la sede política; un poco aturdidas por el bullicio, las candidatas se preguntaban por lo que estaría pasando, pero ellas no tenían mente para pensar en el público en esos momentos, su concentración estaba en la pasarela y en darla toda en el escenario.
Archivo personal.
Entre aplausos, silbidos y muchos gritos fueron desfilando una a una, la Tami decidió representar a Nepal, aunque no tenía la más mínima idea de dónde se ubicaba ese país, una vez que fue de paseo a la Universidad de Antioquia leyó en sus muros un letrero que invitaba a donar sangre para los compas en Nepal y a ella eso le pareció curioso; a la Luly la creatividad siempre le escaseaba, así que recurrió al viejo y siempre seguro Estados Unidos, Miss USA le sonaba muy caché; Culitos fue anunciada de tercera, convencida de su sangre ancestral decidió representar a Miss Kenia, se sabía salvaje, audaz y vertiginosa; la Nevio sin importarle bien las reglas decidió representar a Medellín, nadie entendía el motivo de tal montañerada, pero ella había visto que las paisas siempre quedaban entre las cinco finalistas en Cartagena, así que ni modo, lo usaría como amuleto de la suerte; después fueron apareciendo la Lechera en representación de Australia, la Tata a quien el público agarró a silbido y ella muy nerviosa en su papel de Dinamarca observaba muerta del pánico sin entender nada, al parecer un bulto mal acomodado se le estaba asomando por su corto vestido y eso alborotó a la audiencia. Las otras tres candidatas desfilaron como almas que lleva el diablo a una velocidad tan impresionante que nadie logró saber a quién representaban.
El desfile en traje de baño estuvo acompañado de insultos, algunas peleas en el fondo del salón y el desmayo de la Tata que no soportó la presión y tocó sacarla arrastrada y tirarla en la parte trasera del escenario; Karis no entendía qué era lo que había enrarecido el ambiente; al principio, sentía tan buenas vibras, pero ahora sus sospechas adquirían realidad, ese pueblo no estaba preparado para un espectáculo de esa talla, miró a lo alto y le pidió a su compinche La Dolorosa que les permitiera terminar el evento
¡Devuélvanle la corona a la virgen, degenerados sin vergüenza! ¡Se van a condenar por este sacrilegio! Alcanzó a escuchar la Tami en el escenario; vámonos de acá Karis que esto se va a putiar, le dijo, pero Karis fingió no oírla, intentó tranquilizar a la muchedumbre pero los gritos y las peleas se intensificaron, alguien cortó la luz y el miedo se generalizó, las locas salieron paniquiadas y se encerraron en el baño, parecía la hora llegada pero nadie le iba a arrebatar la alegría a Nini ese día, así que le pagó a un pelao para que buscara rápido los breques de la luz, sobornó a dos policías para que se demoraran unos minutos en cerrar el lugar y ella misma salió al escenario para controlar la situación. ¡De acá nos vamos con reina o no nos vamos!, gritó Nini y se fue hasta el baño a oscuras, agarró a la primera loca que encontró y le entregó la corona, la Luly no podía creerlo, la audiencia más calmadita alcanzó a gritar, ¡devuelvan la plata que ganó la loca más fea!
Con la Claudia en cambio no les quedó más remedio que meterla entre las finalistas, ese temperamento que se gastaba combinado con el agobiante calor de Apartadó de esa noche de septiembre de 1983 podía terminar mal y claro, como ella era la que mandaba, aunque no fuera del todo agraciada, y con el susto que las demás le tenían, les tocó a regañadientes colarla como segunda princesa. El Burro por el contrario no se arriesgaba a ser descalificado, por eso en los súper paseos al río se inventaba sus propios reinados y hasta competía en creatividad para ver cuál de todas las locas se ingeniaba el mejor traje solo con hojas, ramas y cualquier trepe que les ofreciera la naturaleza de San Rafael. Sabían todas que Sardino las sobrepasaría en su ingenio, pero eso no importaba, mariquiar el pueblo, mariquiar el río, mariquiar la vida, esa era la apuesta por donde se asomaba la libertad para ellos a finales de los ochenta.
No sabemos si la Pulga, Albertina, Fátima, Sardino, Elenita, la Claudia, la Niña Pati y otras locas de pueblo llegaron a encontrarse algún día en las cantinas y rumbiaderos de Guayaquil o Lovaina en Medellín para compartir sus peripecias y atrevimientos, lo que sí es claro es que estas locas, rechazadas con insistencia en la prensa, repudiadas y perseguidas por la iglesia y por la policía, les arrebataron a sus pueblos espacios para realizar sus vidas e insistir en sus singularidades y de paso fracturaron esa imagen homogénea y monótona de sus municipios.
A lo largo del siglo XX, muchos pueblos de Antioquia fueron testigos de su intrepidez y sus osadías. En sus territorios fueron nombradas como locas y ellas, entre la incomodidad, la putería o la ironía, habitaron ese nombre y lo cargaron de gracia y estrategia. Sus modos específicos les permitieron permanecer en sus pueblos y su maricada, elevada a un nivel máximo, resquebrajó esa mirada pacata de sus vecinos. Con humor y cierta picardía abrieron un camino de trasgresión sexual y maricada libertaria.
*Este texto reúne fragmentos del libro Locas de pueblo, maricas mayores en Antioquia, publicado en el 2022 por el Fondo Editorial de la Facultad de Ciencias Sociales y Humanas de la UdeA, y de otros textos del autor no incluidos en el libro.