Los Paisas, al mando de Juan Carlos Duarte Gutiérrez, alias ‘Chiqui’; y Los Rastrojos, cuyo cabecilla era el expolicía Joaquín Palma Padilla, alias ‘Palma’, se trenzaron en una batalla por el control de la isla que dejó decenas de muertos.
La guerra entre Paisas y Rastrojos la ganaron los segundos. En 2011 capturaron a ‘Chiqui’ y a ‘Palma’, aunque este salió en libertad y fue recapturado en 2019. Lo que quedó de sus organizaciones fue absorbido por el Clan del Golfo. Pero en medio de aquella confrontación ambos habían armado a los grupos delincuenciales que ya habían surgido en San Andrés y crearon bandos. En unos predominaban miembros de la comunidad raizal, y en otros, pañas, como se les dice en tono despectivo a los residentes colombianos nacidos fuera del archipiélago y que no hablan creole, la lengua raizal.
En el tablero de la violencia de San Andrés se han inscrito dos nombres que hoy mantienen vivo el odio enquistado de aquellas épocas, y que, según fuentes de la Policía, se disputan las rentas del microtráfico y las extorsiones: la banda de Edilberto Archbold García, alias ‘Ñoño’, en el barrio obrero, también llamados ‘Gente de Zona’ o ‘Los de la Zona’; y el clan Pusey, del barrio Salsipuedes.
A alias ‘Ñoño’ lo capturaron en 2015 junto a otros 11 miembros de su estructura. Se les sindicó de homicidios, extorsiones, tráfico de estupefacientes, desaparición forzada y secuestro. Según la Policía y la Fiscalía, estaban al servicio de Los Rastrojos. De los Pusey se dice que producen tanta reverencia como espanto, y que trabajaron primero con Los Rastrojos y después con Los Urabeños. Esta es una familia extensa, con algunos miembros vinculados a delitos de homicidio, extorsión y concierto para delinquir, entre otros.
A la cabeza del grupo estaba Orlando Pusey Bent, asesinado el pasado 3 de julio en el barrio San Luis. Quienes lo conocían cuentan que era fisicoculturista, que jugaba baloncesto y que llegó a representar al Archipiélago en la selección departamental. Pero también lo recuerdan como un tipo rudo, de carácter volátil, que de la noche a la mañana pasó la frontera hacia la criminalidad y condenó a su familia al estigma. A algunos les ha costado la vida llevar ese apellido. La guerra con la banda de alias ‘Ñoño’ ya ha dejado ocho muertos del clan Pusey. El último había sido Gilbern Pusey Bent, hermano de Orlando, conocido como ‘El Cuca’ y asesinado en enero del 2021.
En el historial judicial de Orlando Pusey consta que en octubre de 2001 les disparó a dos mujeres, familiares de su pareja. Eso lo llevó a la cárcel por intento de homicidio en grado de tentativa y porte ilegal de armas. En el 2020 fue capturado por su supuesta participación, mientras se encontraba en prisión domiciliaria, del homicidio de un menor de edad. Pusey estaba en casa por cárcel, pero era fácil toparse con él en algunos bares de San Luis o caminando por el sector del Barrack. En sus redes sociales exhibía fotos de armas y grababa videos donde decía sentirse “perseguido” por la Policía. La sola mención de su nombre produce miedo en San Andrés. Y también su muerte: desde ese día comenzaron a circular mensajes intimidatorios de audio y texto que anuncian una “limpieza” contra los Pusey. “Correrá mucha sangre”, dicen.
La tarde del domingo 13 de marzo un sobrino de Orlando, Hilborn Allen Pusey Rodríguez, alias ‘Fito’, con antecedentes por lesiones personales, violencia intrafamiliar y hurto, y en prisión domiciliaria desde el 2021, según el Inpec, llegó a la casa del cantante Fabián Pérez Hooker, del dúo Hety and Zambo, y conocido también como “el rey del creole”. ‘Fito’ y Hety se conocían desde niños. De hecho, eran compadres, según cuentan familiares y allegados. “Por ser una isla tan pequeña todo el mundo se conoce y casi todos son familia”, dice un tío de Hety.
Mientras conversaban en el andén, se acercaron dos hombres a bordo de una moto. Uno disparó. Fueron cinco tiros; dos impactaron a Hety, que al día siguiente falleció. Las balas aparentemente eran para ‘Fito’. Aquella guerra aún no termina.
La muerte de Hety conmocionó a la isla y desató una ola inédita de protestas. La Fiscalía y la Policía capturaron a los presuntos autores del crimen, pero el malestar continúa.
Tanto o más que un músico, Hety era un líder social que reivindicaba su condición de raizal, que cantaba en creole y que se había inventado el programa #foodfimypeople, que reunía en el patio de su casa a gente de toda índole alrededor de una olla de comida.
“Esos domingos eran increíbles. Su casa se convirtió en un territorio neutral donde la gente iba a comer gratis y donde se juntaban miembros de todos los bandos, pero no había peligro. Todos respetaban a Hety. Esa muerte nos va a doler siempre”, dice una amiga suya.
“Si estuviera el Clan, yo lo sabría”
A pesar de las evidencias, la presencia del Clan del Golfo en San Andrés aún se niega. “Aquí no hay Clan ni ninguna estructura criminal. Si fuera así, tendrían un brazo armado, un jefe; eso acá no existe”, asegura la coronel de la Policía María Elena Gómez Méndez, encargada de la seguridad de la isla.
El contralmirante Hernando Mattos Dager, comandante del Comando Específico de la Armada en San Andrés y Providencia, reconoce que el 80 % de las lanchas que han sido capturadas con cocaína en el Caribe colombiano pertenece al Clan del Golfo. Pero, dice, eso no significa que el grupo esté en la isla. “A ellos [el Clan] les interesa tener un enlace con las organizaciones delincuenciales de San Andrés para sus propósitos, esa es una verdad innegable. Pero decir que hay clan, no. Si hubiera, yo lo sabría”.
Para Luis Fernando Trejos, profesor e investigador de la Universidad del Norte de Barranquilla, la subcontratación de grupos locales que lleva a cabo el clan en algunas regiones del país supone control de armas, recursos y cerrarle el paso a cualquier otro actor que pretenda ingresar en el territorio. Forma parte de su estrategia. Para eso no se necesita, dice, un brazo armado.
Los resultados de recientes investigaciones de la DIJIN y la Fiscalía que atestiguan la presencia de miembros del Clan en San Andrés van en contravía de las versiones que ofrecen el contralmirante Mattos y la coronel Gómez Méndez. En una operación que llevaron a cabo de manera conjunta estos dos organismos, se desarticuló a mediados de marzo una red narcotraficante del Clan que movía cargamentos de cocaína por aguas jurisdiccionales de la isla.