José nació en 1900 y a los 19 años se fue a buscar fortuna en Nueva York, donde consiguió trabajó en el departamento español del banco Lionello Perera: “Allí estuve cinco años y llegué a ser jefe, pero me cansé y probé suerte como importador”. Comenzó importando corcho aislante y después armas, hasta que los republicanos le pusieron una muralla arancelaria a todo y quebró: “No hubo nada que hacer y tuve que liquidar”.
Luego de tocar fondo económico, se empleó como mozo de limonada, o sea de mesero que solo sirve licores, lo que le dejó secuelas permanentes, pues a sus 80 años seguía bebiendo cinco cocteles Negroni por la mañana: “Dice que el alcohol le ayuda a pasar la vida”.
Su siguiente paso vital lo dio en Éxito Productions, como traductor y extra, haciendo el debut en Cuesta abajo, en el papel de un guitarrista que secunda a Gardel: “Carlos entraba furioso pues acababa de tener un altercado con su amante y yo le digo: Usted no debe cantar esta noche. Y él contesta: Cómo no, si esta noche es mía”.
A Gardel le cayó bien y después de tres películas más, El Tango de Broadway, Tango Bar, y El día que me quieras, lo contrató de secretario privado y profesor de inglés: “Yo dedicaba sus fotos a las admiradoras y llegué a imitar tan bien su firma que siempre me hacía bromas: Che Plaja, es tan similar que un día me vas a retirar todos los fondos del banco”.
Aunque sus fondos bancarios aumentaron 60 mil dólares tras esas cuatro películas, Gardel realizó la mayor parte de su última gira en barco porque desconfiaba de los aviones: “Nunca subiré a un avión”, le había jurado a su progenitora. Nueva York, San Juan, La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo, Lagunillas, Curazao y Aruba en barco, aunque ahí, en esa isla, rompió el juramento, ya que retornó a Curazao en un avión trimotor Fokker de la compañía Royal Maatschappy Airlines, era la primera vez que viajaba por vía aérea, corría la tarde del 28 de mayo de 1935. Curazao, Barranquilla, Cartagena y Barranquilla en barco y después todo en avión: Medellín, donde se presentó el 11, 12 y 13 de junio en el circo-teatro España, luego Bogotá, y la fatídica escala en Medellín rumbo a Cali.
A las 2:50 PM, cuando el avión había sido reabastecido de combustible, los pasajeros estaban de vuelta en sus asientos y faltaban tres minutos para que se encendieran los motores, le tomaron la última foto a Gardel, junto al piloto, el radioperador y tres personas de su comitiva, empezando por el letrista Alfredo Lepera. José no quedó en la foto porque su asiento estaba en la fila de atrás, junto al baño: “Me senté y tomé La Vorágine, de Rivera, que venía leyendo”.