Gris sobre gris
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Por SANTIAGO RODAS
Fotografías de Laura Almanza
“Lo supieron los arduos alumnos de Pitágoras:
los astros y los hombres vuelven cíclicamente”.
Borges
Cada tanto, cerca de elecciones, juegos deportivos, visitas importantes o recién se inaugura una Alcaldía, Medellín se torna grisácea. Los puentes son repintados, a lo rayado por grafiteros se le pone una reluciente capa de gris, los espacios públicos refulgen. Gris Alcaldía, gris Medellín. Uno ve a los trabajadores de Espacio Público con sus uniformes y sus sombreritos, paladeando bajo el sol de la tarde, una y otra vez sus bandejas del mismo color para rellenar metros y metros que antes tenían grafiti, sin importar la imagen de un jaguar rojo o una frase como “dejen dormir al gamín” o de unas letras en neoyorquino wildstyle. Quizá ellos, los trabajadores de Espacio Público, sean los más conocedores del grafiti en la ciudad; reconocen mejor que nadie las firmas, los trazos, los colores. Seguro en sus almuerzos hablan de los grafiteros que han cubierto de gris: “Ayer tapé una bomba de Numak, dos Plagas y hasta una de Mito”. Seguro hacen apuestas, para entretenerse durante sus grises jornadas, quien cubra al grafitero más incisivo gana más puntos y al final de la semana el ganador puede escoger entre una caja de cerveza o un radio nuevo de pilas.
Imágenes tomadas de la cuenta de Twitter de la Alcaldía de Medellín, febrero de 2024.
El grafiti es un asunto de respeto, hay una jerarquía que se impone por el tiempo que se lleva pintando en la calle. Si alguien “corona un spot”, es decir, pinta primero un muro, ese espacio le “pertenece” y nadie puede taparlo con una pieza de menor categoría. El grafiti se parece a la teoría de la evolución en este sentido. Los más fuertes sobreviven. Pero hay un factor, digamos exterior a la dinámica intrínseca de los tags y los throwups. Cuando Espacio Público cubre un muro y lo pinta de gris, hay un alto en el camino, un borrón y cuenta nueva: el muro se declara libre de dueños y vuelve a comenzar la cadena pictórica. Conversando con un amigo grafitero me dijo: “Mejor que tapen los muros, más espacio para pintar”. Lo que confirma la intención efímera de la pintura en la calle. Y agrego: cíclica.
Un muro gris es un llamado a la “comunidad” del grafiti, es una nueva posibilidad para hacer una mejor pieza. Tímidamente empiezan a aparecer firmas rápidas de algunos aventurados pero temerosos, luego surgen una o dos bombas con colores, hasta que el muro se colma, de día y ante los ojos de todos con una gran pieza. Y así continúa el ciclo. Espacio Público pinta de gris y el grafiti vuelve a emerger. ¿Cuántas capas de pintura tienen estos muros, cuántas más van a resistir?
Hay un pasaje de Cien años de soledad en el que los macondianos pierden el sueño. Nadie puede dormir, por lo que tienen mucho tiempo libre. Entonces recurren a un juego para pasar el tedio: El gallo capón. Consiste en que el narrador pregunta a su público si quieren que les diga el cuento del gallo capón. Cuando contestaban que sí, el narrador dice que no había pedido que le digan que sí, sino que si quieren que les cuente el cuento del gallo capón. Cuando contestaban que no, el narrador dice que no había pedido que le digan que no, sino que si quieren que les cuente el cuento del gallo capón y así hasta el infinito.
Los grafiteros son insomnes por tradición y, como en el pasaje de García Márquez, juegan con Espacio Público al gallo capón. ¿El gallo tapón? En las noches, sin sueño y para pasar el tedio, buscan paredes y las pintan; en el día, la Alcaldía las tapa con el gris basalto, y de nuevo en las noches, salen los grafiteros con pintura en sus morrales.
Los grafiteros son autofágicos, se devoran a sí mismos, dicen que llenan la ciudad de colores, pero en el fondo buscan el gris para renovarse a sí mismos, insatisfechos siempre. Son perfectos Sísifos del asfalto. Un grafitero hace una pieza, consciente espera a que Espacio Público haga su trabajo y la cubra, para poder volver a hacer otra pieza, para tener de nuevo espacio. Sueñan con el gris, lo esperan, parecen llamarlo. Hasta que llega el gris, pintan de nuevo y así sucesivamente.