Con solo 16 años, Jesús Alisandro Samerón Pérez llegó a Pacaraima, diciéndole al servicio de bienestar social en la frontera que estaba buscando una oportunidad en el país. En junio de 2019 su caso fue procesado y se le dio refugio en la ciudad.
Cuatro meses después fue encontrado muerto cerca de un refugio para venezolanos en Boa Vista. Su cuerpo con signos de tortura estaba en una carretilla, envuelto en una bolsa de basura. Los culpables, al menos ocho venezolanos y un brasileño, fueron identificados como miembros del PCC.
Según la policía, Jesús fue asesinado por una deuda de drogas de $200 reales brasileños (cerca de US$40). Cuatro años después, y apesar de la atención de los medios en ese momento, ninguno está en prisión.
Pérez es uno más, en las crecientes y tristes estadísticas de asesinatos de adolescentes y adultos jóvenes en Roraima, el estado brasileño con la población más pequeña del país. Hay un poco más de 630.000 personas en 15 ciudades, casi dos tercios de ellas en Boa Vista, que vio crecer su población en un 45 % entre 2010 y 2022, lo que la convierte en la capital estatal de más rápido crecimiento del país.
LA “HERMANDAD” DEL PCC
A pesar de que su nombre suena militar, el PCC no opera con una jerarquía, sino como una hermandad, dice Gabriel Feltran, profesor de sociología de la Universidad Federal de São Carlos en el estado de São Paulo, quien ha escrito sobre el grupo.
“El PCC no opera con la lógica de controlar, dominar territorios, cooptar personas, obligarlas a trabajar, o extorsionar”, dice. “El PCC siempre funciona con la lógica de convencer; convencer de su utilidad, de lo bueno que es ser parte de estas redes; ser un hermano y de que será bueno para sus negocios y vidas. Es una alternativa”.
Ese discurso ha ayudado al grupo a expandirse y también a protegerse de los esfuerzos del gobierno por combatir el crimen organizado. Y en sus 30 años de existencia, el PCC ha ido diversificando sus negocios más allá del narcotráfico.
“Varios otros mercados, que anteriormente no eran el foco de las actividades del grupo, entraron en escena en estos 30 años. El mercado del oro, criptomonedas, madera, tierra urbana y rural, eventos, jugadores de fútbol… Donde hay dinero, y quien tenga dinero puede entrar”, dice Feltran.
“De esta manera logran tener un mayor acceso a armas, abogados, contadores, redes nacionales e internacionales, llegando a las áreas fronterizas, que son muy importantes para el comercio nacional e internacional. También ocupan posiciones en el comercio minorista, mayorista, trasladándose de un estado a otro, estableciendo alianzas, conociendo a personas de otras mafias internacionales, italianas, rusas, mexicanas, nigerianas”, agrega.
Las operaciones comerciales del grupo en las regiones mineras de oro son posibles gracias a la cantidad de dinero que circula y a la falta de supervisión.
“Si ganas dos millones de reales (alrededor de US$400.000) del tráfico de cocaína puedes abrir y administrar tu propio restaurante. Si ganas 200 millones de reales (alrededor de US$40 millones) en unos pocos años puedes comprar un garimpo y poner a un montón de gente a trabajar para ti en ese lugar. Y usa esa operación minera para lavar tu dinero, mientras produces oro y obtienes riqueza”, dice Feltran. “Y así llegó el PCC, no solo en la Amazonía, sino en todos los estados brasileños y en muchos otros países. En varias regiones del mundo de varios continentes”.
El experto no ve ninguna diferencia entre la atracción de jóvenes brasileños y venezolanos hacia las filas del PCC en el norte de Brasil.
“Lo que importa es el compromiso de la persona con el crimen, la actitud hacia sus compañeros y priorizar la facción sobre todo lo demás, incluida su propia familia”, dice. “Porque este es el entorno: ser antisistema”.
Sin embargo, el PCC no tiene el control absoluto y se enfrenta a oponentes en la región.“En la Amazonía hay muchos otros grupos armados que no están vinculados al PCC, que también son opositores, como la FdN (Familia do Norte, que opera principalmente en la Amazonía), y la CV misma, que estuvo aliada con el PCC durante mucho tiempo”, dice Feltran. “Y todavía hay grupos armados que son milicias locales, vinculadas con la policía; coroneles, élites locales y terratenientes en la Amazonía. Entonces, no todo lo que sucede en la Amazonía tiene que ver con el PCC”.
BUSCANDO UN FUTURO MÁS BRILLANTE
En Pacaraima, un grupo de venezolanos recién llegados camina en fila india por la carretera hacia la oficina de migración. No muy lejos, en un refugio, otros extienden ropa y zapatos al aire libre para que se sequen, formando un mosaico multicolor sobre el césped. La presencia de migrantes cambió el paisaje de la ciudad de unos 20.000 habitantes y motivó esfuerzos para ayudarlos a asentarse.