Número 134 // Mayo 2023

El último vuelo de Uribe Sierra

Por JUAN FERNANDO RAMÍREZ ARANGO

El 14 de junio de 1983, o sea hace cuarenta años, ocurrió un hecho que cambiaría el rumbo del país a largo plazo. Sin embargo, al día siguiente, solo se robaría la portada de un periódico, la de El Mundo, bajo este titular: “Muerto Alberto Uribe Sierra”. Quien, a continuación, sería identificado así: “Hacendado y ganadero, padre del exalcalde de Medellín Álvaro Uribe Vélez”.

Archivo EL MUNDO.

¿Cómo ocurrió ese hecho? Como escribiría dos días después El Colombiano, “sobre el asesinato de Uribe Sierra se han presentado algunas versiones contradictorias”, por ejemplo, la hora de su muerte: según El Mundo, a las 11:30 a. m. Según El Colombiano, a las 3:30 p. m. Y, según El Tiempo, a las 4:15 p. m. Periódicos que tampoco se pondrían de acuerdo en la hora a la que había arribado Uribe Sierra a su finca, la Hacienda Guacharacas, ubicada entre Cisneros y Maceo, a cien kilómetros de Medellín: para El Mundo y El Colombiano, en la mañana, y para El Tiempo y El Espectador, en la tarde, específicamente, a las cuatro p. m., o sea quince minutos antes de ser borrado del mapa en esa versión capitalina del asunto.

En cualquier caso, Uribe Sierra arribaría a Guacharacas en un helicóptero de su propiedad, un Hughes 500, “de color azul y blanco”, que a veces piloteaba él mismo, aunque, en esa ocasión, estaba al mando su piloto de confianza, el capitán Bernardo Rivera. Junto a ellos iban dos hijos del finado: Santiago y María Isabel Uribe, a quien El Colombiano, erróneamente, denominaría Maritza. A Santiago, de 24 años, tecnólogo agropecuario, ese periódico le atribuiría la administración de la finca. Un posible tercer acompañante, señalaría El Mundo bajo el subtítulo “¡Se salvó!”, no se subió al helicóptero a última hora, se trataba de Felipe Baquero, un amigo de la familia que había olvidado que esa tarde tenía un compromiso inaplazable: “Fue como una corazonada, porque se libró de lo que pasaría antes de dos horas. Y el helicóptero se encumbró sobre el cañón del Valle de Aburrá hacia el norte”.

Antes de aterrizar, Uribe Sierra le hizo una seña al piloto para que sobrevolaran las haciendas de sus amigos, era una tarjeta de presentación que se había vuelto costumbre, además quería pasar revista por la finca San Cipriano, productora de panela, de la cual conservaba el cincuenta por ciento de la propiedad, la otra mitad la había repartido entre varios trabajadores “que pedían reivindicaciones porque pasaban necesidades”. La repartición fue hecha el 7 de junio de 1979, y Uribe Sierra la llamaba “autorreforma agraria”.

El mayordomo de la finca San Cipriano y su ayudante habían sido asesinados en abril de 1983, al parecer por un grupo de las Farc que había sido desplazado del Magdalena Medio y se había tomado la localidad de Providencia. Por ese motivo Uribe Sierra no había vuelto a Guacharacas y tampoco había dejado que lo hiciera su hijo Jaime Alberto, el Pecoso, quien quería ir la semana anterior a la muerte de su padre: “No te vayás a asomar mijo a Guacharacas por nada del mundo, por allá hay guerrilla, es muy peligroso”.

Luego de sobrevolar San Cipriano y las demás haciendas amigas, el helicóptero aterrizó a cien metros de la casa de Guacharacas: “Una vivienda campesina reformada, con sus piezas amplias, sus balcones y sus cuartos para avíos y zurriagos”. Una vez allí, Uribe Sierra se sentó en un banco del corredor principal a desacalorarse y a conversar con Santiago. María Isabel, por su parte, siguió de largo hacia el interior de la casa y el piloto se recostó sobre unos bultos en un granero anexo, “con la intención de pegar los ojos por unos minutos”.

En el itinerario del día estaba volver a Medellín antes de que cayera la tarde, pues a Uribe Sierra ya no le gustaba pasar la noche en Guacharacas, “por temor a la guerrilla que le había enviado boletas varias veces”. Ese itinerario, sin embargo, se vería truncado cuando un grupo de hombres armados ingresó a la finca: “18 guerrilleros de las FARC”, según El Mundo. Y catorce menos para El Colombiano, esto es: “Cuatro hombres jóvenes que resultaron pertenecer al Cuarto Frente de las FARC”.

Sea cual fuere el número, apenas vieron a los invasores, el piloto y dos trabajadores salieron corriendo hacia el interior de la casa, donde estaban María Isabel y Santiago, quedándose afuera, en el corredor principal, Alberto Uribe Sierra y “una empleada del servicio doméstico llamada Fabiola Castaño”.

Uno de los dos trabajadores era Jimmy Adarve, quien le contaría la siguiente secuencia de la película a El Colombiano, ocurrida después de que Uribe Sierra gritara “las Farc, las Farc”, y el piloto le dijera a través de una ventana que no se enfrentara con ellos: “El hacendado esgrimió su pistola de uso personal, apuntó a los insurgentes y sin vacilar disparó, pero no hizo blanco. Entonces dizque uno de los sediciosos le manifestó: ‘Don Alberto, no lo queremos matar. Solo queremos hablar con usted’. Hubo más disparos y fue cuando los sujetos vaciaron sus armas contra el hacendado, quien cayó al piso mortalmente herido”. Versión distinta a la sostenida por El Mundo, El Tiempo y El Espectador, que escribirían que Uribe Sierra disparó para evitar que lo secuestraran, y fiel a su lema “primero muerto que secuestrado”, murió tras recibir dos balazos, uno en la cabeza y otro en el pecho. Tenía 50 años.

En ese momento, Santiago hizo varios disparos desde el segundo piso de la casa, pero al ver que su progenitor no se movía, buscó una salida por la parte trasera y se lanzó a campo abierto sin dejar de gritar: “La policía, la policía”. Esa carrera desesperada terminaría cuando se topó con las aguas del río Nus, las cuales tuvo que atravesar para alcanzar la carretera que comunicaba con el casco urbano de Yolombó y pedir ayuda. Sin embargo, no bien puso un pie en la otra orilla, “los alzados en armas le dispararon en numerosas ocasiones y una de las balas le impactó la espalda y le salió por el pecho, perforándole un pulmón”.

Santiago, por lo tanto, cayó malherido a la orilla del Nus. A su encuentro fueron dos guerrilleros, a quienes les pidió con voz desinflada que no lo mataran, que con ese balazo tenía para perder la vida, “que solo era un comprador de ganado sin vínculos familiares con el hacendado que iban a secuestrar”. Esa negación de la propia sangre, al parecer, convenció a los dos hombres, quienes se dijeron lo siguiente: “Se perdió el viaje”, y lo dejaron en paz.

Minutos después, Santiago se puso en pie, ganó la carretera, hizo autostop, un camión paró y lo transportó hasta la estación Sofía, donde no tenían los medios necesarios para atenderlo. Entonces un agente viajero llamado Octavio García lo subió a su carro y lo llevó al Hospital San Rafael de Yolombó. Allá, pasadas las cinco de la tarde, recibió los primeros auxilios, de parte del médico Jairo Castañeda.

Mientras le practicaban los primeros auxilios, alrededor de las 5:30 p. m., la noticia se comunicó a las autoridades de Medellín: “Santiago Uribe Vélez fue baleado y está mal herido [sic] en el hospital de Yolombó”. De inmediato, le transmitieron el mensaje a Álvaro Uribe y este comenzó la operación para rescatar a su hermano menor. ¿Qué hizo? 1) Pedir prestado el helicóptero más moderno que había en la ciudad, el cual era propiedad de Pablo Escobar, a quien El Mundo identificaría como hacendado y El Tiempo como parlamentario. Y 2) mover influencias en la Aerocivil para que dejaran circular el helicóptero después de las 6:30 p. m., lo cual no estaba permitido por ley.

Ambas cosas las logró concretar en menos de una hora, y así Álvaro Uribe pudo abordar el helicóptero de Pablo Escobar, piloteado por Jaime Sandoval, a las 6:45 p. m., cuando despegó del aeropuerto Olaya Herrera rumbo a Yolombó. El hecho sería narrado por El Mundo del 15 de junio de 1983 de esta forma: “Desde Medellín había salido a las 6:45 un moderno helicóptero, de propiedad de Pablo Escobar, al mando de Jaime Sandoval, con el propósito de traer de urgencia a Santiago a esta ciudad, para ser internado en una clínica. El permiso especial fue otorgado por la Aerocivil, a petición del exdirector de esa dependencia y exalcalde de Medellín, Álvaro Uribe Vélez, por tratarse de un caso de urgencia y porque el aparato está equipado con sofisticados equipos electrónicos y radar”.

Sin embargo, el moderno helicóptero prestado por Pablo Escobar no pudo aterrizar en Yolombó, debido al mal tiempo, razón por la cual tuvo que retornar al Olaya Herrera. Allí, en pleno hangar, apenas Álvaro Uribe pisó tierra, le comunicaron que su progenitor estaba muerto: “Hasta ese momento el exfuncionario solo sabía que su hermano Santiago estaba herido, pero ignoraba la suerte fatal corrida por su padre”.

¿Qué pasó después? Ante el fracaso de la operación para rescatar a Santiago por vía aérea, Álvaro Uribe organizó una por vía terrestre, la cual consistió en dos ambulancias, una de la Cruz Roja y otra de la Defensa Civil, que se dirigieron hacia Yolombó junto a una caravana de carros particulares con familiares y amigos de las víctimas. Estos últimos esperaron en Cisneros mientras las dos ambulancias seguían de largo hasta el Hospital San Rafael, donde recogieron a Santiago. De vuelta en Cisneros, le tuvieron que hacer una transfusión de sangre, “porque estaba muy mal”. Luego lo pasaron de la ambulancia de la Defensa Civil a la de la Cruz Roja y en ella llegó a Medellín alrededor de la tres de la mañana, siendo la última estación de todo ese viacrucis la Clínica Soma, “en la que fue atendido de urgencia y salvado del peligro de muerte”.

El cadáver de Alberto Uribe Sierra, por su parte, llegó a Medellín más entrada la madrugada, después de que le hicieran el levantamiento a las 8:30 p. m., y de que fuera trasladado desde Guacharacas en un vehículo de la firma Arinco, escoltado por otro de la Cuarta Brigada, en el que venían María Isabel Uribe y el capitán Bernardo Rivera, o sea el piloto del helicóptero Hughes 500, de color azul y blanco, en el que comenzaron la fatídica jornada.

Antes del entierro, programado para las cuatro de la tarde en Campos de Paz, y mientras la velación se desarrollaba en la capilla del mismo cementerio, Álvaro Uribe concedió varias entrevistas, por ejemplo, a Caracol Radio y El Tiempo, donde dijo, entre otras cosas, estas líneas: “Quienes tenemos que defender el orden democrático y el estado de derecho requerimos como mínimo igualarnos en forma general a la mística que para destruirnos acompaña a los malhechores… No hay equivalencia entre la eficacia de la acción guerrillera y la limitada eficacia de la acción de las autoridades… Se abandonó la vigilancia en muchas regiones del país y en donde se vigila no hay procedimientos eficaces de lucha antiguerrillera”. Líneas que esbozaban las futuras Convivir.

Archivo EL MUNDO.

Al entierro, según El Mundo, asistieron unas diez mil personas, “entre amigos, familiares, políticos, empresarios, algunos funcionarios del gobierno y hasta varios trabajadores de las fincas del conocido ganadero”. Era tal la multitud que el parqueadero de Campos de Paz colapsó y las filas de carros se extendieron por las carreras 80 y 81 hasta la glorieta de la Avenida Guayabal. El Tránsito envió refuerzos, pero quince guardas azules no fueron suficientes para controlar la situación. También hubo problemas de circulación entre la capilla y la tumba. El féretro, escoltado por un Álvaro Uribe de traje gris y corbata negra, tardó media hora en llegar a su destino tras la misa funeraria. Media hora en la que no dejó de sobrevolar una avioneta que lanzó una lluvia intermitente de claveles rojos y rosas blancas, los colores del Partido Liberal Colombiano, al que era afín el difunto, el cual fue sepultado en medio de aplausos: “Resultaba extraño ese palmoteo en un cementerio. Pero, a Alberto Uribe Sierra, hombre dicharachero y alegre, se le podía hacer hasta una despedida inusual”.

Archivo EL MUNDO.

Archivo EL MUNDO.

El helicóptero

Ahí, sin embargo, o sea dos metros bajo tierra, no termina el último vuelo de Uribe Sierra. Mientras se llevaba a cabo el entierro, El Mundo registró lo siguiente: “En ese mismo instante un poderoso helicóptero de Helicol cruzó la ciudad portando al dañado helicóptero del hacendado muerto”.

¿Qué le pasó al Hughes 500, de color azul y blanco, en el que Uribe Sierra visitaba las quince fincas que tenía a su nombre, siendo Guacharacas su destino final? Después de que los guerrilleros hirieran a Santiago y lo dejaran tirado a la orilla del río Nus, volvieron a la finca e inutilizaron el helicóptero, aunque el nivel de los daños registrados varía de periódico en periódico: El Tiempo: “Los guerrilleros de las FARC dinamitaron el helicóptero”. El Mundo: “Ametrallaron y dejaron completamente inservible al helicóptero que estaba valorado en 20 millones de pesos”. Y El Colombiano: “Pidieron gasolina para prenderlo, pero no había. Entonces destruyeron los circuitos del equipo de radio y por último le hicieron sendas descargas de metralleta, dejándolo prácticamente inservible”.

Lo curioso es que, nueve meses después, cuando las autoridades allanaron Tranquilandia, sí, el gigantesco complejo de diecinueve laboratorios para el procesamiento de cocaína y ocho pistas de aterrizaje ubicado entre los departamentos de Meta y Caquetá, se toparían con el susodicho helicóptero, cuya matrícula era HK 2704 X, y no estaba semidestruido, sino en perfecto estado. Así consignaría ese hallazgo El Espectador, en una noticia titulada “A tres países se extiende investigación por la coca”, publicada el 15 de marzo de 1984: “La Policía de Narcóticos puso a disposición del juez 23 de instrucción criminal, César Tulio Lozano, varias metralletas Uzi, carabinas y escopetas, lo mismo que buena cantidad de munición para esas armas… De igual manera puso a ordenes suyas el helicóptero Hughes 500, de color azul y blanco, con matrícula HK 2704 X…”.

¿Cómo fue a parar el helicóptero del difunto Uribe Sierra a Tranquilandia, complejo cocalero del Cartel de Medellín? Esto dijo Álvaro Uribe en un artículo titulado “Uribe responde a las incógnitas negras”, publicado por El Tiempo el 21 de abril de 2002, o sea cuatro meses antes de que fuera elegido presidente de Colombia: “Mi padre fue socio de una empresa que tuvo un helicóptero. Él tenía fincas en el Valle del Cauca, Urabá, Córdoba y en varias regiones de Antioquia. Utilizaba ese helicóptero para sus desplazamientos. Cuando la guerrilla lo asesinó, ese helicóptero quedó medio destruido y mi hermano Jaime finalmente vendió las acciones de esa empresa y esa empresa salió de los restos de ese helicóptero. Mi familia no lo tuvo en su poder. Eso lo hizo mi hermano Jaime, que se murió el año pasado de cáncer en la garganta, y todos confiábamos en él… Después, la Policía decomisó ese helicóptero u otro con los mismos números”.

¿Estaba el entonces candidato a la presidencia diciendo la verdad? Según La Nueva Prensa, no. En un artículo publicado el 26 de enero de 2020, bajo el título “De Tranquilandia, helicópteros y otros demonios”, ese medio desmentiría la anterior respuesta de Álvaro Uribe: “El trámite de los derechos herenciales de Alberto Uribe Sierra relacionados con su participación en la sociedad Aerofoto Amórtegui & Cía. Ltda., se realizó en junio de 1984, dos meses después del operativo en Tranquilandia, o sea que, al momento de la incautación, el helicóptero era de los Uribe”.

Helicóptero que, a pesar de haber sido incautado y cancelado su permiso de funcionamiento un mes después, o sea el 11 de abril de 1984, aparentemente siguió volando y haciendo de las suyas un par de años más, como señaló El Nuevo Herald en un artículo titulado “Cabos sueltos en la muerte de Lara Bonilla”, publicado el 9 de diciembre de 2007. Allí, se cuenta que un helicóptero “con las mismas características y similar matrícula cayó con cocaína en un céntrico sector de Medellín”. ¿Cuándo? El 1 de mayo de 1986.

El Nuevo Herald, sin embargo, no le hizo seguimiento a esa noticia y solo usó un periódico como fuente bibliográfica, El Colombiano, por lo que conviene hacer varias precisiones al respecto: 1) Efectivamente, el 1 de mayo de 1986, a las 7:45 a. m., un helicóptero idéntico al de Uribe Sierra, o sea un Hughes 500, se estrelló con 78 kilos de cocaína, avaluados en más de 200 millones de pesos, en la carrera 43A con calle 12 sur, barrio El Poblado, a tan solo 150 metros del Club Campestre. 2) También es cierto que la matrícula era similar a la del helicóptero de Uribe Sierra, la de este, como se dijo más arriba, era HK 2704 X, y la del helicóptero estrellado era HK 2704 P. 3) ¿Era posible que hubiera dos matrículas tan parecidas? No, por eso cuando los agentes de turno de la División Antinarcóticos buscaron la del helicóptero estrellado para saber su procedencia, encontraron que no existía, siendo la más cercana la del helicóptero de Uribe Sierra. Entonces consultaron con la Aerocivil la matrícula HK 2704 X y les informaron que era de un helicóptero que había pertenecido a Aerofoto Amórtegui & Cía. Ltda., el cual había sido incautado en Tranquilandia y tenía la licencia de funcionamiento cancelada a petición del Ministerio de Justicia. 4) Tras esa respuesta inesperada, los agentes de turno de la División Antinarcóticos fueron a revisar más detenidamente los restos del helicóptero estrellado y corroboraron, como apuntó El Mundo, “que la matrícula, sin duda, era ficticia, ya que la sigla HK 2704 P que había en la cola de la aeronave estaba hecha con cinta aislante forrada con contact”. 5) Con la información obtenida en 3) y 4), los agentes de turno de la División Antinarcóticos supusieron que el helicóptero estrellado pertenecía al Cartel de Medellín, aunque nunca lograron establecer su propiedad, ni su plan de vuelo, ni la identidad de sus dos tripulantes, los cuales fueron recogidos en un Mercedes Benz blanco tras el accidente. Asimismo, tampoco pudieron descifrar las iniciales que estaban escritas en los paquetes de cocaína, cada uno de a kilo: unos decían “L.E.E”, y otros, “Suerte J.B.”.

En ese mismo artículo de El Nuevo Herald también salieron a la luz unas declaraciones rendidas bajo juramento por Cecilia Lara Bonilla ante el juez 77 de instrucción criminal de Bogotá, hechas en julio de 1984, a raíz del asesinato de su hermano, el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, ocurrido el 30 de abril de ese año distópico. En las declaraciones se menciona el helicóptero de Uribe Sierra: “Rodrigo me dijo que lo de Tranquilandia era muy grave y comprometía a gente muy importante de la política colombiana, que el helicóptero que habían cogido era del papá de Álvaro Uribe Vélez. Fue entonces cuando agregó: ‘La mafia ha entrado a todos los estamentos del país, no solo a la política sino también a la economía’”.

La publicación de esas declaraciones provocaron la renuncia de Rodrigo Lara Restrepo, hijo de Rodrigo Lara Bonilla, a su cargo de zar anticorrupción en la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, como recordó El Espectador diez años después, en un artículo titulado “Tranquilandia, un operativo inconcluso”, publicado el 15 de diciembre de 2017, donde Lara Restrepo dejó entrever que la muerte de su padre estuvo relacionada con la incautación del helicóptero de Uribe Sierra: “Mi papá quedó sorprendido por lo que se encontró en Tranquilandia. El general Jaime Ramírez, único policía en el que mi papá confiaba en esa época, le alcanzó a decir que había un plan para matarlo y que los responsables eran los dueños de los aviones y del helicóptero incautados. Por eso renuncié. No podía seguir trabajando con Álvaro Uribe”.

¿Qué pasó después con el helicóptero de Uribe Sierra? El 14 de noviembre de 1995, un fiscal sin rostro estableció que no existía pronunciamiento de autoridad judicial que ameritara continuar la investigación sobre el helicóptero y le ordenó a la Aerocivil y a la Dirección Nacional de Estupefacientes que se lo devolvieran al propietario, aunque posteriormente se conoció que esa segunda dependencia “nunca tuvo la posesión física de ninguna de las aeronaves incautadas en Tranquilandia”. O sea que el helicóptero llevaba once años siendo un fantasma y desde entonces no se sabe qué pasó con él, “hoy nadie conoce su paradero”, concluyó El Tiempo.

Posdata 1: Lo que sí fue apareciendo a cuentagotas es la información relativa al origen del helicóptero, por ejemplo, que fue construido en 1980, comprado en Los Ángeles e importado a Colombia el 27 de octubre de 1981, donde fue nacionalizado en abril de 1982. La compra fue hecha por Aerofoto Amórtegui & Cía. Ltda., firma de la que era socio Alberto Uribe Sierra. Además, se supo que la licencia de operación se la otorgaron al día siguiente de que el helicóptero llegara al país, esto es, el 28 de octubre de 1981, y en un tiempo récord de cuatro horas, cuando dicha gestión requería entre quince y veinte días. Pero eso no fue lo más insólito, ya que, en esa misma fecha, según informó Noticias Uno el 21 de abril de 2002, “la Aerocivil concedió matrículas de bandera colombiana a tres de los seis aviones que serían decomisados por la Policía durante el allanamiento a Tranquilandia”. Sobra decir que el director de la Aerocivil en esa época era Álvaro Uribe Vélez, quien, según Pares, de las 2242 licencias que concedió en su administración (casi las mismas que se concedieron entre 1954 y 1981), por lo menos doscientas quedaron en manos del Cartel de Medellín.

Posdata 2: La muerte de Alberto Uribe Sierra estuvo muy presente en la sección de avisos fúnebres de la prensa local, fueron más de treinta los que se publicaron entre El Mundo y El Colombiano, destacándose el de su familia, el de la Alcaldía y el de EPM. Sin embargo, el más visible de todos fue el pagado por Medellín sin Tugurios: “La junta directiva y empleados de Medellín sin Tugurios lamentan la muerte del señor Alberto Uribe Sierra, ocurrida el pasado 14 de junio de 1983”. ¿Quién presidía esa junta directiva? Pablo Escobar. Medellín sin Tugurios sería descrito así en Los jinetes de la cocaína, libro de 1987: “Los coqueros buscaron la solidaridad social a través de programas que aparentaban tener un sentido cívico, como Medellín sin Tugurios, plan lanzado públicamente en Bogotá por el alcalde de Medellín Álvaro Uribe Vélez, y que consistió, según se conoció después, en las mil casas en obra negra que fueron donadas a los residentes del basurero de Moravia, financiadas por Pablo Escobar”.

Archivo EL MUNDO.

Posdata 3: Los vínculos de Alberto Uribe Sierra con Medellín sin Tugurios no solo fueron post mortem. Tres meses antes de su muerte, o sea el 13 de marzo de 1983, a las tres p. m., en la plaza de toros La Macarena, se llevó a cabo la “grandiosa corrida de beneficencia”, organizada por esa fundación sin ánimo de lucro encabezada por Pablo Escobar. En el cartel de la corrida se anunciaban ocho toros españoles de la prestigiosa ganadería Los Guateles, a los toreros Pepe Cáceres y César Rincón, y la “histórica presentación de los grandes rejoneadores antioqueños Dayro Chica, Andrés Vélez, Fabio Ochoa y Alberto Uribe Sierra”.

Archivo EL TIEMPO.

Posdata 4: En El señor de las sombras, biografía no autorizada de Álvaro Uribe Vélez, específicamente en el pie de página 27, se dice que Alberto Uribe Sierra no fue asesinado por las Farc, sino por la mafia, en una operación de ajuste de cuentas: “En esa época, conocidas por círculos cerrados de la sociedad antiqueña ciertas actividades de don Alberto Uribe, las cuales se relacionaban con su súbito cambio de estatus socioeconómico, circuló con mucha fuerza la versión de que su asesinato se debió a una vendetta entre narcotraficantes”. En la actualidad los líderes de las antiguas Farc siguen negando la autoría de ese crimen y han advertido que no lo reconocerán ante la JEP.

Posdata 5: En los dos días posteriores a su muerte, los periódicos hicieron pequeñas semblanzas de Alberto Uribe Sierra, por ejemplo, esta: “No se sabe si era más mujeriego, o aguardientero, o buen conversador, pero en esos aspectos no tenía rival. Donde llegaba, con su charla, se convertía en el centro de la reunión. Lo comparaban con un encantador de serpientes”. Aunque la mejor de todas se la hicieron en plena existencia, su amigo Fabio Ochoa, el patriarca del clan Ochoa, en su libro Mi vida en el mundo de los caballos: “Alberto Uribe debería ser el ministro de Agricultura de por vida, pues este sí ha palpado, vivido y sufrido los problemas del campo, la reforma agraria, la violencia, etc., tantas güevonadas que inventaron los políticos y demagogos que no han salido de la carrera séptima. Descendiente del indio Uribe, a Alberto sí se le puede decir paisa, liberal y macho”.

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Luego de la publicación del artículo El último vuelo de Uribe Sierra, recibimos una comunicación del Centro Democrático donde se cuestionan algunas de las afirmaciones que se hacen en el texto. Específicamente respecto a los autores del asesinato de Alberto Uribe Sierra, y a la utilización de un helicóptero, que supuestamente era de Pablo Escobar, para trasladar el cuerpo del padre del expresidente Álvaro Uribe desde la hacienda Guacharacas hasta Medellín. Sobre los dos hechos existen diversas versiones. Publicamos la carta enviada por el Centro Democrático para dar a conocer a nuestros lectores la versión de la familia de Uribe Sierra y las pruebas que se entregan como respaldo. Pueden leer la carta haciendo click aquí.