Los nombres de tres poetas son recurrentes cuando se menciona la espada de Bolívar, dos de ellos la custodiaron en la clandestinidad a petición del M-19, uno estuvo involucrado en las comunicaciones de dicha guerrilla. Quizá la poesía, a fin de cuentas, tiene una utilidad: parece funcionar como una bodega de reliquias preciosas.
Poemas afilados
—
PRENSA LIBRE
Primero fue la paliza que lo dejo medio vivo:
culata y bolillo a veinte manos
entre insultos y carcajadas
(algunas llenas de dientes de oro
y todas rebosantes de escupitajos).
Luego los celosos fusiles del orden
tronaron a boquejarro
sobre el obrero en huelga.
El periodista
—allá donde hay noticias
allá estamos ojos abiertos, oídos despiertos —
presenció todo con lujo de detalles
y tomó las fotografías
que serían retocadas
mientras él redactaba el fatal accidente
con un estilo limpio y persuasivo
para que la SIP le otorgara la beca
de especialización en nuevas técnicas.
Nelson Osorio
LA MÚSICA
En el rincón
oscuro del café
la orquesta
es un extraño surtidor.
La música se riega
sobre las cabelleras.
Pasa largamente
por la nuca
de los borrachos dormidos.
Recorre las aristas de los cuadros
ambula por las patas
de los asientos
y de las mesas
y gesticulante
y quebrada
va pasando a rachas
por el aire turbio.
En mi plato
sube por el pastel desamparado
y lo recorre
como lo recorrería
una mosca.
Intonsamente
da vueltas en un botón
de mi d’orsey.
Luego —desbordada—
se expande en el ambiente.
Entonces todo es más amplio
y como sin orillas…
Por fin
desciende la marea
y quedan
cada vez más lejanas
más lejanas
unas islas de temblor
en el aire.
Luis Vidales
SON
Cuando tango la zampoña
cuando tango el sacabuche,
jamás pienso en quien me escuche
ni en quien me allane la moña.
Y así la zampoña taño,
pizzico así la vihuela
cantando mi cantinela
como trovero de antaño…
Yo no pienso en quien me escuche.
Yo no pienso en quien me loe
ni en quien el talón me roe
cuando tango el sacabuche,
cuando soplo en el oboe,
cuando tango la zampoña.
Ni en buscar el sortilegio
—con glisado tal o arpegio—
que embelese a daifa o doña,
cuando tango el sacabuche…
Cuando soplo en el oboe,
cuando soplo en la dulzaina,
no pienso en boina ni en vaina;
ni en Burdeos o en Borgoña
cuando tango la zampoña.
Cuando soplo en la dulzaina
y si percuto el adufe
no pienso en que vozne o bufe
ni el cretino ni el tontaina
ni el doctorado en Lovaina.
Cuando tango la zampoña,
si pizzico en la bandurria
no me importa ni la murria
que me enerva y emponzoña.
Cuando tango el sacabuche,
cuando raspo el bandolín
ni cuando froto el violín,
yo no pienso en quien me escuche.
Si resoplo en el fagote,
si taño la cornamusa,
cuando tango la zampoña,
cuando soplo en la ocarina
no pienso en daifa ni en doña
(si me alabe o me abomina,
si se enfada o se alborote…)
Si taño la cornamusa,
laude pido o doy excusa
jamás, ni a Apolo ni al zote
ni a la mismísima Musa
de alto copete o de moña,
ni a Luis de Góngora Argote,
si resoplo en el fagote,
cuando tango la zampoña.
León de Greiff
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