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Una botella con un mensaje

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Por LUISA SALAZAR
Fotogramas de The life aquatic studio sessions

A veces se alinean los astros y suceden eclipses. A veces se alinean otros astros y sucede algo como The life aquatic studio sessions. La improbable reunión de David Bowie, Wes Anderson, Seu Jorge y Randall Poster (una estrella menos famosa pero igual de brillante) dio como resultado unas versiones memorables y melancólicas de algunas de las canciones más conocidas y adoradas de las últimas décadas.

El asunto empieza cuando a Wes Anderson se le ocurre que en su película The life aquatic with Steve Zissou uno de los personajes sea un marinero que aparezca cantando canciones de David Bowie en portugués. Así que un día llama a Randall Poster, su supervisor musical y uno de sus colaboradores más cercanos, la persona con quien escoge las canciones que van a ir en cada una de sus películas y le entrega un guion que dice: “Pelé entra en la escena y canta una canción de David Bowie en portugués”. Eso es todo. No dice cuál canción, no dice nada más respecto a Pelé, no explica por qué este marinero en altamar solo canta canciones de David Bowie, nada. Solo tiene esa imagen y ese sonido. De ahí en adelante es tarea de Randall hacer que la idea se vuelva realidad. Su genialidad consiste en tomar una pista sencilla y no del todo clara y perseguirla, expandirla, darle vida y llenarla de mecanismos internos que le permitan rodar sola y fundirse con todos los otros elementos que constituyen una obra.

Nadie puede simplemente usar la música que quiera en sus películas, detrás de cada canción que suena en la pantalla hay permisos, negociaciones, condiciones y, antes de eso, una cuidadosa selección. Hay que escoger las canciones, pensarlas con escenas específicas, usarlas de modo tal que ellas también sean parte de la historia, que sigan teniendo su propia vida pero que a la vez llenen de capas más profundas la vida de los personajes. Esta es más o menos la tarea de Randall, un trabajo que de algún modo él mismo inventó, al unir las cosas que más le gustaban: la música y las películas. Sucedió con algo parecido a un accidente de laboratorio. En la universidad junto con un amigo escribió un guion sobre una emisora estudiantil, un estudio ofreció comprárselos y ellos dijeron no, gracias, pero no. Decidieron hacer ellos mismos la película que querían. Los aceptaron en uno de los laboratorios de Sundance, grabaron, dirigieron, produjeron y editaron. Estrenaron la película y fracasaron. O más bien la película fracasó, en crítica y taquilla y realmente en todo lo demás, menos en una cosa, en la música. La banda sonora pegó duro. Ahí empezó la carrera de Randall, comenzó a ser conocido como alguien con buen oído y buen ojo y, tal vez más importante, con el talento práctico para negociar con artistas y disqueras. Wes llegó a Randall cuando recién había terminado su primera película, Bottle Rocket, e inmediatamente le compartió su frustración por no haber conseguido los derechos de una canción para una escena determinada. Randall estaba tan fascinado con la película que le prometió conseguirle los derechos de cualquier canción para todas sus películas futuras. Así empezaron a trabajar juntos y así se volvieron amigos. Se conectaron por la forma de contar historias a través de la música, de traer sentimientos que están escondidos en canciones viejas. Ellos saben que en la música ya está todo, saben cómo abrir las puertas dentro de ella, y saben cómo montar sonidos y emociones en las imágenes para darles una nueva dimensión a su alma.

Con aquella frase en el guion, “Pelé entra en escena y canta una canción de David Bowie en portugués”, empieza la búsqueda del actor-músico-cantante que sería Pelé dos Santos. Wes contacta a Walter Salles (Estación Central, Diarios de motocicleta) y le pregunta si se le ocurre alguien para el papel. Walter lo piensa y le responde, solo Seu Jorge puede hacerlo. Jorge venía de hacer la exitosísima Ciudad de Dios y tenía una carrera musical en Brasil. Wes habla con la esposa de Jorge, él no habla inglés, y le dice que es Wes Anderson, que va hacer una película y que quiere que su marido interprete a Pelé cantando canciones de David Bowie en portugués. Seu Jorge queda muy confundido. ¿Quién es Wes Anderson? ¿Pelé? Pero yo no soy futbolista. ¿David Bowie? Ni siquiera me sé ninguna canción de él. Pero nada de eso importa, Wes le envía las canciones que tendría que tocar para que las estudie. A los pocos hablan de nuevo, Jorge suelta una pregunta para Wes: ¿Estás seguro de esto? Voy a matar a estas canciones cantándolas en portugués. Wes responde que sí, que quiere hacer algo diferente con ellas. El brasilero prepara una especie de audición con dos canciones, Wes y Randall las escuchan y deciden que sí, que Seu Jorge será Pelé dos Santos.

Cuando Seu Jorge llegó a su primer día de grabación aún había un par de piezas que no conocía bien, entre ellas Rebel Rebel. De entrada Wes le dice que les encantaría grabar una de las canciones ese mismo día, que ojalá fuera Rebel Rebel. Dios por favor dame inspiración, fue lo único que pensó Jorge y empezó a tocar. ¿Cómo se dice cigarrillo en portugués?, le preguntó Wes, porque pensando en la letra en inglés no reconocía la palabra en lo que estaba escuchando. Jorge le respondió cualquier cosa, pero nada de la palabra cigarrillo. Wes se tomó un minuto para pensarlo. Ok, pero entonces solo trata de decir Rebel Rebel de vez en cuando. Así fue que le dieron completa libertad para hacer las canciones que él quisiera, sin que tuvieran que ser traducciones y así se convirtieron en algo propio. Es extraño cómo funcionan estas versiones, las originales son tan icónicas, tan grandes y familiares que uno pensaría que no se puede hacer algo realmente nuevo con ellas, pero esto es exactamente lo que logra Seu Jorge. Esas canciones siguen siendo ellas mismas, con toda la maravilla de Bowie intacta, pero al cambiar la letra, el idioma y los instrumentos se convierten también en algo completamente nuevo, llenas de melancolía, de nuevos personajes pero, sobre todo, llenas de nuevos sentimientos. Es como si viajaran a otra dimensión donde siguen siendo ellas mismas y mucho más, donde funcionan bajo unas leyes naturales nuevas. Randall y Wes sabían, cuando lo contrataron, que Seu Jorge podía tocar la guitarra y cantar, pero no estaban preparados para su genio musical, para la belleza de sus canciones, para la profundidad de su música.

En la banda sonora de The life aquatic with Steve Zissou aparecen cinco de las versiones de Seu Jorge, pero en un estudio en Roma él y Randall habían grabado trece canciones. Las grabaron pensando en tener suficiente material para escoger, solo que salieron tan bien que un año después las publicaron todas en un disco aparte: The life aquatic studio sessions. Y así, sin saberlo, lanzaron al mar una botella con un mensaje adentro. El disco empezó a navegar por sí mismo y a llegar a muchas orillas diferentes, pero no lo hizo con bombos y platillos, lo hizo de modo sutil, despacio y constante. Fue acogiendo dentro de sí a las personas que amaban las películas de Wes Anderson, las canciones de David Bowie, la música de Seu Jorge y se convirtió en una de esas excepciones que son las cosas amadas por muchos muy diferentes.

Un día durante el rodaje alguien de la producción le pidió a Wes su número telefónico y le dijo, David Bowie te va a llamar hoy. Pero la llamada nunca llegó y ellos nunca hablaron. Un tiempo después, en una entrevista, le preguntaron a Bowie por las versiones en The life aquatic y él respondió: “Si Seu Jorge no hubiera grabado mis canciones en portugués yo nunca hubiera escuchado este nuevo nivel de belleza con él que las ha llenado”. Y ahí quedó el asunto, por más de una década el disco se abrió camino solo, sin que ni siquiera Jorge volviera a tocarlo.

Más de diez años después del lanzamiento de la película y del disco murió Bowie, el 10 de enero del 2016. El 13 de enero murió el padre de Seu Jorge. Y fue en ese momento, después de tanto tiempo, que quiso volver a ser Pelé dos Santos, tocar nuevamente esas canciones y revivir el vínculo con Bowie que le dejó la película. Ese año se volvió a poner el uniforme de la tripulación Zissou, la camisa y el pantalón azul con el gorro rojo, cogió su guitarra acústica y fue de nuevo el marinero en altamar. Hizo un tour por Europa y Estados Unidos que agotó toda la boletería en cada lugar al que llegó. Dedicó los conciertos a su padre. Fue una especie de reunión, de catarsis, un modo de que las personas que iban pudieran llorar la muerte de Bowie sintiendo que igual él ya era para siempre, y al mismo tiempo un modo de Jorge llorar a su padre.

Alguna vez Wes le dijo a Jorge que no sabía si a Bowie le había gustado la película, pero lo que sí sabía con seguridad era que había adorado el disco.

Etiquetas: banda sonora , cine , Luisa Salazar , música

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