Editorial UC 125

El ajustador de cuentas

El alcalde Daniel Quintero ha logrado escenas increíbles. Sus ejecutorias, que son casi siempre omisiones y comisiones, han reunido a los grupos más disímiles alrededor de la protesta y el descontento. Filar a los bomberos y a los jardineros en la misma orilla no es para nada fácil. No siempre se identifica en uno solo al incendio y al mal de raíz. Esas dos protestas separadas son una buena caricatura de las pendencias de alcalde de Medellín. Hacer pasar pequeños acuerdos burocráticos como grandes combates públicos es la estrategia preferida de Quintero.

Empecemos por las ramas. Quitarle buena parte del manejo de las zonas verdes de Medellín al Jardín Botánico fue un golpe que sorprendió a la ciudad entera. El alcalde dijo que lo hacía para proteger a las empresas del conglomerado público, que primero era lo primero y segundo el Jardín. Pero un contrato de cuatro mil millones para el mantenimiento de las zonas verdes de la ciudad terminó en las manos de una empresa privada, Reforestadora El Líbano, como abono para sus amigos liberales. Alguien debería recordarle al alcalde que el Jardín se llamaba Bosque de la Independencia.

Sigamos con las llamas. Hace unos días vimos a los bomberos manguera en mano en las afueras de La Alpujarra. No hay uniformes, más de catorce máquinas de bomberos están varadas y el pasado septiembre se terminó la vinculación de los contratistas. La alcaldía cerró la puerta de las estaciones para que nadie las viera convertidas en talleres. Mientras tanto llegó una nueva directora al Departamento Administrativo de Atención del Riesgo de Desastres (Dagred) para completar las cuotas del concejal Alex Flórez. A falta de diploma, buenos son contratos.

Pero esas no son las únicas duplas dispares que uno le puede filar a Quintero para una rechifla. ¿Será posible ver un alcalde que pelee al mismo tiempo con el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y los silleteros de Santa Elena? Desde Washington hasta la vereda El Plan. En la pasada Feria de las Flores los encargados de la organización dejaron a cuatrocientos silleteros sentados durante horas sin definir si entrarían o no al Atanasio para el cierre del desfile. Ya se sabe dónde está la lupa de toda apuesta en escena de la alcaldía, el dueño del atril está muy claro. Muchos silleteros se sintieron humillados y al otro día hubo nuevo desfile y plantón en Santa Elena.

El presidente del BID, Mauricio Claver-Carone, dijo hace unas semanas que el banco está preocupado por los constantes bandazos de la administración respecto a Hidroituango: “Quisiéramos ver que este proyecto sea operacional, sin embargo, cuando no hay certidumbre y cada seis meses estamos hablando de que cambian los términos, por lo menos ahí es donde tenemos que enfocarnos y asegurarnos”. Quintero está empeñado en el cambio de consorcio aunque desde todas las orillas le adviertan que ese remedio saldrá más caro que la enfermedad. Decanos de ingeniería de diez universidades, el sindicato de profesionales de EPM, gremios, gobernador, presidente dicen lo mismo. Pero el alcalde tiene otra idea y tres gargantas bien hondas.

Jardineros del Jardín Botánico de Medellín. Febrero, 2021.

Quintero es una anomalía para la teoría de conjuntos. Logra intersecciones tan disímiles que no queda más que admirarlo. Hace poco sentó en la misma tribuna a Álvaro Guillermo Rendón, exgerente de EPM y padrino suyo, hombre de toda su confianza, y a los contratistas de Hidroituango que ha señalado como el coco desde hace más de dos años. Rendón, quien fue su primer gerente de EPM tiene demandada a la empresa por sacarlo a la brava por no seguir la línea del alcalde ni poner en cargos directivos a su gente. Y ha dicho que Quintero tenía intereses propios que estaban en contra de los intereses de EPM. Coincide con los reclamos del consorcio CCC constructor de Hidroituango contra el alcalde por las denuncias falsas y desproporcionadas.

Quintero también trazó una línea para poner de un mismo lado a las editoriales independientes y al periódico El Colombiano. En los últimos tres años al menos seis editoriales independientes se ganaron convocatorias en los Estímulos para el Arte y la Cultura de la alcaldía de Medellín. Mediante resoluciones la alcaldía se comprometió a financiar la impresión de quinientos ejemplares de cada uno de los títulos ganadores. Este año decidió no honrar ese compromiso y notificó que ya no iba porque iba a guardar esa platica, menos de cien millones de pesos, para atender la pandemia. Pal mamón no hay ley.

Con El Colombiano las cosas han sido a la brava. A los cuestionamientos que se le hacen a la administración municipal responde el gabinete en pleno. La prensa le aburre a Quintero. Solo respeta a los medios dependientes de su presupuesto, unos portales recién creados que se rotan comunicados entre sí. La FLIP reprochó la actitud del alcalde y su séquito contra la prensa: “Rechazamos los ataques reiterados de funcionarios de la Alcaldía de Medellín contra El Colombiano. La FLIP conoce que en las últimas semanas Daniel Quintero y su equipo de gobierno han realizado comentarios que configuran hostigamiento hacia el medio”. Las tintas azules y las tintas frescas saben de los peligros de una alcaldía sectaria dirigida por un ajustador de cuentas.

El alcalde de Medellín busca reducir toda crítica a dos bandos. La juventud y la renovación versus la política de derecha y los intereses empresariales. Pero la verdad es que desde muy variados partidos, desde decenas de empresas y sectores, desde cuchitriles y oficinas abullonadas, desde tribunas y estaciones se conocen y se sufren sus negociados con disfraz de firmeza administrativa. Daniel Quintero solo vive y disfruta la serenidad de sus aliados. La paz de los lagartos.