Temporada de huracanes
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Por MARIO CÁRDENAS
Ilustración de Tobías Arboleda
No sé si te prefiero cuando
te tiendes manso y reposas como
un león en medio de la pradera.
O cuando te enfureces y ruges
e intentas sodomizar la costa
a la manera de Marlon Brando
Frank Báez Breve conversación con el mar Caribe
Es la noche del sábado 14 de noviembre, grupos de turistas con cajas de cerveza, whisky y vodka barato pasan el rato en una de las playas de la isla de San Andrés. Una familia juega con un balón inflable, más adelante, dos mujeres se pasan tragos de aguardiente en medio de una conversación mojada por lágrimas, otra mujer las acompaña, está tirada, dormida boca arriba abraza una garrafa de aguardiente antioqueño. Un par de hombres brindan, hablan duro y cantan música de despecho que sale de un bafle al lado de una bolsa con sánduches, los hombres, así como otros más, riegan los tragos de licor a su alrededor formando grandes charcos cada vez que estiran las manos para tararear canciones y brindar.
Veinticuatro horas después, el huracán Iota golpearía al archipiélago de San Andrés, Providencia, Santa Catalina y sus islas y cayos menores, causando daños en un 98 por ciento a Providencia. Iota a su paso por el archipiélago alcanzó la categoría 5 (la máxima en la escala Saffir-Simpson) con vientos de más de 260 km/h. A pesar de las alertas recibidas y el coletazo del huracán Eta (categoría 4) una semana atrás, que dejó varias afectaciones y damnificados en la isla de San Andrés, no había una sola previsión para los turistas, ni información, nada de medidas preventivas ni recomendaciones que seguir en caso de huracán.
Un día antes, un grupo de muchachos en el bar de un hostal ven un partido de la selección Colombia de fútbol. Pregunto por el ciclón: es una onda tropical, un ciclón, es una depresión tropical, es una tormenta dura; pasará hoy viernes en la noche, dice uno; creo, mañana sábado, habrá tormenta; dice otro.
El lunes 2 de noviembre los coletazos del huracán Eta ocasionaron daños en algunas zonas de la isla de San Andrés; locales, viviendas con grandes daños en techos, árboles partidos. El 5 y el 6 de noviembre fuertes lluvias inundaron varios sectores de la isla. Más de doce barrios inundados y el sector centro colapsado por el nivel de las aguas que cayeron. El censo preliminar entregado por el Comité Departamental de Gestión del Riesgo reportaba 53 familias damnificadas, 45 viviendas destruidas, quince locales comerciales afectados y más de cien árboles caídos. El paso de Eta, antes de Iota, extendió las marejadas ciclónicas, las ráfagas de viento y las fuertes lluvias. Desde esos días, el archipiélago se encontraba en grado máximo de alistamiento ante cualquier eventualidad climática.
Camino por la playa y le pregunto a una señora que vende empanadas de cangrejo: “¿Hay amenaza de huracán?”, “No”, me dice, “una tormenta, unas lluvias largas”.
La pandemia del covid-19 afectó la economía de la isla, dependiente del comercio y el turismo para sus ingresos, que no llegaran turistas durante meses hizo que algunos almacenes remataran mercancía y muchos otros cerraran. Así como los hoteles y los cientos de hostales legales y clandestinos. Una gran mayoría de las casas familiares en San Andrés se han transformado en hostales, vivir de las rentas del turismo masivo es la solución a la falta de oportunidades. En un hostal de amigos en los últimos dos meses solo han recibido veinte turistas. En un restaurante de otra amiga las ventas del mes apenas suman las de un día en temporada normal. Empresarios, transportistas y dueños de restaurantes han pedido que lleguen más vuelos a la isla, necesitan reactivar la economía como sea. Los encierros colapsaron la economía local y las peticiones para un rescate social y económico por parte del gobierno han sido ignoradas. La desigualdad y la pobreza en San Andrés aumentaron, así como la deserción escolar y las dificultades para desarrollar clases de forma virtual por la débil señal de internet. Informalidad, cierres y despidos es lo que predomina.
Camino por el centro de la isla y veo locales a medio surtir con mercancías viejas. Acá ya no se consigue lo último en tecnología y electrodomésticos, ni siquiera buenos precios en licores. En cada caminata siento el acecho de los mototaxistas que rondan las calles a la espera de algún servicio, las mulas y los carritos de golf que son alquilados a los turistas para dar la vuelta a la isla se apilan en la calles. Hoy se abre el primer supermercado de “descuento duro” en la isla. Una fila de compradores locales se extiende por varias cuadras. La apertura del nuevo supermercado es el punto final de uno de los atractivos de San Andrés cuando era considerado un gran centro comercial en medio del mar. Ya no se viene por mercancía barata a la isla, la mercancía barata ahora viene del continente.