Caído del zarzo

Elkin Obregón

HABITACIÓN CON VISTA

Elemental

Una noche de tertulia trajo al zarzo a Picasso, y con él a su monumental Guernica. Un esguince trajo a Dalí, y con él a su inquietante Persistencia de la memoria. Tras estos dos cuadros emblemáticos, se pasó a recordar obras de menor calado, si así puede nombrarse cualquier trabajo nacido de tan conspicuas manos. Quien aquí escribe aportó dos, una por artista: el picassiano retrato de Gertrude Stein (sobre el cual hay una anécdota; alguien, mirando el lienzo recién terminado comentó al autor que no se parecía mucho a la modelo; “Ya se parecerá”, dijo proféticamente el malagueño). La otra pintura convocada fue un retrato de la adolescente Ana María Dalí hecho por su hermano, un promisorio Dalí desprovisto aún de sus bigotes galácticos; en realidad, el cuadro que aquí se menciona hace parte de una serie de Ana Marías realizada por el pintor y ubicadas todas, creo, en un mismo ambiente, la casa familiar de Cadaqués. La que aquí comparece muestra a la modelo, de espaldas y de pie, frente a una ventana que se asoma al mar. Una brisa leve casi que agita las cortinas; vestida con ropas holgadas, la joven se adivina generosa de carnes; pero, atención, es pudoroso el ojo que la mira. Hay en todo aquello una suerte de placidez, una mirada limpia y ligera, capaz sin embargo de susurrarnos ese algo inefable que es, acaso, el poder supremo del arte. Por lo demás, sabemos que lo que ella y nosotros vemos es el Mediterráneo, ese Mare Nostrum que de algún modo, sospecha uno, presidió siempre la creación del andaluz y del catalán. Pero esto puede ser tema de otra tertulia.

P. D. García Lorca, visitante por esos tiempos de los Dalí, sintió por Ana María un afecto fraterno. De las varias cartas que le escribió, te doy, lector, esta frase: “Lo he pasado tan bien en Cadaqués que me parece un sueño bueno que he tenido. Sobre todo el despertarse y encontrarse ‘con aquello’ que se ve desde la ventana”. Como ves, no tiene desperdicio.

CODA

Una dama ordena a su empleada doméstica que ponga orden al revuelto estudio de la casa. La empleada lo hace con tal eficiencia que ordena también el caos del enorme Guernica que ocupa la pared del fondo. No es de contar, sino de ver, y es un ejemplo antológico del trabajo de Quino, grande y feroz maestro del humor gráfico. Este cronista prefiere esa fase suya a Mafalda, la tira cómica de corta vida y eterno retorno. Lo mejor de ella son tal vez sus comparsas, y entre ellos Felipito, alma gemela de quien te habla, y Guille, ese anarquista en estado puro que este humilde cronista hubiera querido y no pudo ser. En cuanto a su hermana Mafalda, la salva su aversión a la sopa, que hace de ella, pese a todo, una niña de carne y hueso; aunque su autor decía que aquella sopa era una metáfora. Nuestro deber, como seguidores suyos, es darle la razón. Qué le vamos a hacer.

CODA 2. Para espeleólogos.

A raíz del crimen cometido hace dos meses en un CAI de Bogotá, se rescata aquí esta joya eufemística: “Un posible exceso de dos policías que actuaron contra el señor Javier Ordóñez, quien murió posteriormente…”.

Su autor es un prohombre antioqueño, ilustre habitante de las cavernas. Busca, lector, y encontrarás.