GOTERO
Elemental
Tres de la mañana, Medellín, Parque de Bolívar. Estoy solo, me rodean el silencio y las sombras. Sentada al borde de la fuente alcanzo a divisar una silueta; llego hasta allí, y la figura, ya muy de cerca, se convierte en Sherlock Holmes; lo reconozco de inmediato, casi no difiere de la imagen que de él trazó el inglés Sidney Paget, por allá a finales del siglo XIX. Saludo, me confieso emocionado, cambio algunas palabras con el inmortal detective. Debo estar soñando, le digo, usted no es real, es apenas una construcción de mi sueño… Sueña usted, en efecto, responde Holmes, tanto por lo que afirma, pero además por el hecho imposible de que se halla usted en este parque, a altas horas de la noche, solo e ileso; no ha sufrido asaltos, robos, atracos o violencias; sin el escudo del sueño, my dear, tal situación es inconcebible. Callo, casi avergonzado, mientras la figura de Sherlock se va esfumando en la noche. El impacto del encuentro prolonga mi alucinación, y no puedo percibir los tres bultos negros que, tras cruzar la calle Caracas, vienen a mi encuentro.
La llamada de la selva
Parado al borde del barranco, con el río corriendo allá abajo, la tarabita colgando al otro lado, oyó la pregunta que desde allá le enviaban. Cerró los ojos, para ver mejor. Vio el fuego del hogar, el rasgueo del tiple, las castañuelas. Vio también los pactos, las coyundas del dinero, las fatales transigencias, la cerviz inclinada; pensó en aquello que se manifiesta “a través de silenciosos efectos colaterales, de derrumbes espirituales, de sofocados sollozos…”. Gritó: No soy aserrador. Dio media vuelta, y se internó en la selva.
Correo de las brujas
No sé de fórmulas para detectar o juzgar la mejor prosa, lo que en ella hay de hechizo, de elocuencia, de sabio trato con las palabras. Tal vez sea mejor así, dejar a nuestro olfato que juzgue por su cuenta. Tres libros recientes de escritoras antioqueñas —dos novelas y una suma de relatos— me conducen, cada una a su manera, a ese nirvana: Adiós al mar del destierro (Lucía Donadío), La carretera será un final terrible (Andrea Mejía) y Malas posturas (Lina María Parra). Tres obras excelentes, pero que el nacer en un sitio sin vehículos de reseñas críticas les deja el solo recurso de la respiración boca a boca; o de las tertulias entre amigos más o menos inocuas. Como esta.
CODA
El artista al que entrevistan sabe que le preguntarán sin falta para quién trabaja. Una buena opción es Montaigne: “Recuerde usted a aquel a quien, como le preguntaran por qué se esforzaba tanto en un arte que apenas podía llegar al conocimiento de muy pocas personas, respondió: ‘Con muy pocas me basta. Con una sola me basta. Me basta con ninguna’”.